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El inicio del camino

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Mensaje por Shäyra Jue Nov 25, 2010 8:13 pm

No vi más que a Nimm lanzándose sobre Sayen y sobre mí, riéndose. Después, todo comenzó a dar vueltas en aquel típico torbellino. Cuando volví a sentir tierra firme bajo mis pies, abrí los ojos para contemplar el paisaje, mientras suspiraba. Ahogué una exclamación de sorpresa. ¡Todo era blanco! Solté el aire que había acumulado en mis pulmones y vi cómo el vaho salía de mi boca. Me froté las manos. Era la región más fría del mundo, sin duda alguna. Giré la cabeza para ver a las demás. Nimm estaba dando saltitos para entrar en calor a la vez que sacaba una capa de color rojo oscuro de una de sus bolsas y se la ponía encima, echándose las capuchas sobre su nívea cabeza. Sayen estaba de pie, inmóvil, apoyada en su báculo, expulsando aire de vez en cuando. Erelik, divertida, contemplaba la escena.

-¡Ah! Son en estas ocasiones en las que no echo de menos estar viva. ¿Qué tal hace? ¿Frío, no?-sonrió.

La miré, frunciendo el ceño.

-No, qué va. Hace un calor propio del desierto, ¿qué te esperabas? Bien...¿Por dónde hemos de ir? Aquí sólo veo hielo, nada más.

Erelik se encogió de hombros.

-Sé lo mismo que tú, hermana.

Alcé una ceja, escéptica.

-Lo dudo mucho.

-¡Es verdad! No te oculto nada más. Sabía que el tipo aquel estaba en Solace gracias a Talik. Bueno, más o menos. Me mandó una señal un poco imprecisa y no sabía muy bien si se encontraría en Solace o en Haven. La mente de Talik era un verdadero torbellino cuando me comuniqué con él...Ambos sitios aparecían en su cabeza.

-¿Cuándo te has comunicado con Talik? ¡No ha vuelto, ni sólo ni con Alasse! ¡Le dije que volviese y no lo hizo!

-No, no lo hizo. No pudo hacerlo. No sé por qué, Shäyra, te lo prometo. Sólo sé que la última vez que hablé con él, hará unas pocas horas, estaba débil y casi no podía sentirle. No me explicó la razón de que no apareciese, pero no hay que ser muy inteligente para saberlo. Hermana, debemos darnos prisa...Temo por Talik y por Alasse.

Tragué saliva, entrecerrando los ojos. Erelik no mentía. El miedo y la tristeza que expresaban sus rasgos eran tan reales como el punzante frío del lugar. Asentí, esbozando una leve y afligida sonrisa. Me froté los brazos, temblorosa.

-¡Caray, qué frío!-exclamé.

Tenía la nariz congelada y las mejillas, seguramente, de un fuerte tono rojo. De pronto, sentí un peso sobre los hombros. Miré hacia abajo y vi, asombrada, que una gruesa capa azul me cubría. Mi entumecido cuerpo entró en calor y pude sentir de nuevo las articulaciones.

-¿Erelik?

Mi hermana inclinó la cabeza en ademán positivo.

-No puedo dejar que mueras de frío, Shäyra.

-Pero...tú...

Erelik negó con la cabeza, alzando una mano para hacerme callar. Me miró fijamente con sus grandes ojos entre azul y gris, brillantes y algo maduros para su edad, aunque todavía quedaba gran parte de inocencia en ellos, como cabía esperar.

-Shäyra, yo voy a desaparecer en cualquier momento. Más tarde o más temprano, ya no me tendrás a tu lado. Hermana, estoy muerta. Soy un fantasma. Tú, sin embargo, estás viva, gracias a los dioses y a la habilidad de Alasse para la lucha...Me estoy desviando. Como iba diciendo...No me importa renunciar a parte de mi estancia aquí con tal de salvarte.

Asentí, automáticamente; era como si tuviese un hilo en la cabeza y alguien tirase de él para movérmela. No sonreí ni hice amago de abrazar a Erelik. Ella sabía de sobra que lo que sentía ahora mismo no se podía expresar con gestos o palabras. La figura pálida de mi gemela comenzó a perder nitidez, pero seguía visible. Me eché el capuz sobre la cabeza para aislarla del inclemente frío, que hería mis carrillos y abría mis labios. Me giré hacia Sayen y Nimm, que seguían igual que antes, aunque se notaba que habían estado atentas a la conversación...Bueno, por lo menos Nimm. Sayen parecía que estaba dormida de pie, así que no estaba muy segura de si había escuchado o no. Bueno, daba igual. No era algo que debía ser ocultado. Por lo menos, no a ella.

-Será mejor que nos pongamos en marcha. Alasse y Talik seguramente que necesiten nuestra ayuda.

Nimm alzó la cabeza, rápida como el rayo. Su mirada rojiza, que era lo único que se veía en la oscuridad de la caperuza, me atravesó como una daga. Abrió los brazos en un gesto que abarcaba todo el paisaje.

-Dime por dónde hemos de ir para encontrar a mis primos, Shäy.

Cerré los ojos, concentrándome. El collar dorado comenzó a emitir algo de calor, lo que indicaba que Alasse estaba cerca. Ella tenía la otra parte del collar, con lo que podía sentir, en cierta medida, lo que ella sentía y, cuando ambas piezas estaban próximas, empezaban a lanzar algún tipo de seña. Abrí los ojos.

-Sólo sé que están cerca...No puedo indicar la dirección. Además, está anocheciendo-señalé el horizonte, donde la oscuridad empezaba a abrirse paso por momentos-. Lo mejor será buscar un lugar en el que pasar la noche.

Miré a Erelik con una mirada harto significativa. La pequeña asintió, juntando las manos. Una marca en su frente -que, sin duda, ya sabía a qué se debía- desprendió una luz entre azulada y blanquecina. La luz bañó todo su cuerpo, hasta que éste se transformó en una bola de luz. Desenfundé mi vara y di un par de golpes contra el hielo con la parte afilada. La bolita se metió en la hendidura de la piedra blanca de mi bastón y, una vez allí, desapareció.

-De momento no necesitamos luz-dije-. Aun hace la suficiente como para que pueda servirnos de pauta. Vayamos...En esa dirección-señalé hacia el sudeste o lo que debería de serlo.

Observé a Nimm, que había puesto sus ojos en el cielo mientras se ajustaba la capa. La expresión de su mirada no era para nada halagüeña. Parecía estar recordando algo.

-Sólo he estado aquí una vez antes que ésta-dijo-. Sé que estuve en este mismo sitio. Si no recuerdo mal, hay una cueva cerca. Debemos seguir hacia delante, hacia el sur. Si vamos al sudeste acabaremos perdidas, pues no he tomado esa ruta que yo sepa. Con un poco de suerte y premura, encontraremos la caverna antes de que sea noche cerrada. En este tramo haré yo de guía, si no os importa.

Me posicioné a su lado, esperando, mientras daba golpecitos al hielo con la punta del bastón. Nimm desenvainó sigilosamente sus espadas gemelas, ocultándolas bajo la capa. No sabía que pretendía encontrar en aquel lugar, pero las precauciones nunca estaban de más. La elfa comenzó a andar con pasos rápidos pero cuidadosos, moviendo la cabeza a uno y otro lado.
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Mensaje por Sayen Dom Nov 28, 2010 5:52 pm

Lo primero que sentí fue el característico vacío en el estómago que sufría cada vez que realizaba aquel hechizo. Todo giró y giró, pero no cerré los ojos, pues sabía que aquello mareaba aún más. Visualicé un torbellino de color que giraba a nuestro alrededor (¿o éramos nosotras las que dábamos vueltas?), y, al final, tierra firme bajo nuestros pies. Bueno, no tierra exactamente. Aquello fue lo segundo de lo que me percaté. El hielo crujiente bajo nuestros pies y el frío glacial, que atravesaba mi cuerpo como si de un millón de heladas dagas se tratase. Y, lo tercero, el cansancio, mayor aún que en Sanction, pues había transportado a una persona más. Comencé a jadear, expulsando vaho por mi boca, mientras me doblaba hacia delante, apoyándome en mi Bastón. Me arrebujé en mi túnica y me eché la capucha sobre la cabeza, esperando que me calentase algo más hasta que hubiese pasado el cansancio y pudiese realizar un hechizo térmico. Comencé a toser fuertemente.

Aún algo encorvada, mientras inspiraba y expiraba profundamente, sintiendo el helor en mi garganta y mi nariz, y los ojos llorándome del frío, observé nuestro alrededor. Efectivamente, y por si hubiese cabido alguna duda con el clima, estábamos en el Muro de Hielo. Todo a nuestro alrededor era hielo, una monotonía blanco azulada. Cerré los ojos, escuchando a las demás, cansada para participar en la conversación, pero atenta a esta, mientras esperaba a que la fatiga pasara. Bufé sonoramente ante el estúpido, para variar, comentario de Erelik.

-Bien...¿Por dónde hemos de ir? Aquí sólo veo hielo, nada más.-preguntó Shäyra tras responder irónicamente a su hermana.

-Sé lo mismo que tú, hermana.-dijo el espíritu.

En aquel momento me quedé muy quieta. ¡¿Cómo que no sabían a dónde ir, qué hacer?! ¡Tenían que saberlo! ¡O que lo hubieran pensado antes! Este lugar no era el idóneo para sentarse a charlar sobre qué camino tomar mientras se merienda, precisamente. ¡Podríamos morir congeladas mientras buscamos el camino!

-Lo dudo mucho.-respondió la semielfa con escepticismo a Erelik.

-¡Es verdad! No te oculto nada más. Sabía que el tipo aquel estaba en Solace gracias a Talik. Bueno, más o menos. Me mandó una señal un poco imprecisa y no sabía muy bien si se encontraría en Solace o en Haven.-presté especial atención a aquel diálogo de Erelik. Haven… me hubiera gustado pasar por allí durante nuestro viaje por Ansalon.- La mente de Talik era un verdadero torbellino cuando me comuniqué con él...Ambos sitios aparecían en su cabeza.

-¿Cuándo te has comunicado con Talik? –preguntó Shäyra, coreando mis pensamientos.-¡No ha vuelto, ni sólo ni con Alasse! ¡Le dije que volviese y no lo hizo! –aquello me dejó, por si no lo estaba suficientemente, helada. ¿Qué Shäyra se había comunicado con Talik? …¿Había sido en Kendermore, cuando había aparecido dormida y no me había contado lo ocurrido?

-No, no lo hizo. No pudo hacerlo. No sé por qué, Shäyra, te lo prometo. Sólo sé que la última vez que hablé con él, hará unas pocas horas, estaba débil y casi no podía sentirle. No me explicó la razón de que no apareciese, pero no hay que ser muy inteligente para saberlo. Hermana, debemos darnos prisa...Temo por Talik y por Alasse.-contuve un estremecimiento, sabiendo que, aunque fuese por primera vez, Erelik decía la verdad; era evidente con su tono apasionado y afligido. Por Lunitari, que no le hubiese pasado nada.

Después escuché la exclamación de Shäyra, primero acusando el frío, y después de sorpresa. Levanté levemente la cabeza y vi que portaba una espesa capa azul. Puesto que allí no había más hechiceros y yo no había hecho nada, tenía que haber sido obra de Erelik. Desvié la mirada hacia el espíritu, y, tal y como sospechaba, su corporeidad había disminuido con su reciente hechizo. Shäyra protestó; sin embargo, su hermana la pidió guardar silencio.

-Shäyra, yo voy a desaparecer en cualquier momento. Más tarde o más temprano, ya no me tendrás a tu lado. Hermana, estoy muerta. Soy un fantasma. Tú, sin embargo, estás viva, gracias a los dioses y a la habilidad de Alasse para la lucha...Me estoy desviando. Como iba diciendo...No me importa renunciar a parte de mi estancia aquí con tal de salvarte.-dijo. La semielfa no dijo nada, tan sólo se echó la capucha sobre la cabeza y, después, se giró hacia Nimm y hacia mí.

-Será mejor que nos pongamos en marcha. Alasse y Talik seguramente que necesiten nuestra ayuda.-fui a responder, pero un nuevo ataque de tos, pese a ir encontrándome mejor por momentos, me impidió hablar. De nuevo agaché la cabeza, respirando profundamente, y me limité a escuchar.

-Dime por dónde hemos de ir para encontrar a mis primos, Shäy.

-Sólo sé que están cerca...No puedo indicar la dirección. Además, está anocheciendo.-dijo ella después de una pausa.- Lo mejor será buscar un lugar en el que pasar la noche.

Cuando me recuperé, y dejé de toser, de nuevo volví a levantar la cabeza, justo a tiempo de presenciar otro hechizo de Erelik. Lo único que vi fue una bola de luz colándose por una hendidura en el hielo que había creado Shäyra con su vara. Una vez allí, la luz desapareció.

-De momento no necesitamos luz. Aun hace la suficiente como para que pueda servirnos de pauta. Vayamos...En esa dirección-sugirió señalando al sudeste.

-Sólo he estado aquí una vez antes que ésta. Sé que estuve en este mismo sitio. Si no recuerdo mal, hay una cueva cerca. Debemos seguir hacia delante, hacia el sur. Si vamos al sudeste acabaremos perdidas, pues no he tomado esa ruta que yo sepa. Con un poco de suerte y premura, encontraremos la caverna antes de que sea noche cerrada. En este tramo haré yo de guía, si no os importa.-propuso Nimm. Shäyra y yo nos mostramos de acuerdo, y nos preparamos para continuar. Yo ya me encontraba mejor, así que, antes de ponernos en marcha, me acerqué a ambas mujeres y, creando un triángulo entre nosotras, formulé un hechizo térmico. El debilitamiento que sentí fue menor que el anterior, ya que el hechizo no requería tanto esfuerzo como el otro. Además, el alivio que sentí al notar el calor en mi cuerpo mitigó toda posible fatiga.

-Mejor, ¿no?-dije, con una lasciva sonrisa.

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Mensaje por Nimm Estela Roja Vie Dic 03, 2010 6:03 pm

Un vacío invadió a Nimm al ser teletransportada. No estaba para nada acostumbrada a los hechizos. No sentía miedo, sino inquietud al no notar nada bajo sus pies. De pronto, algo crujió. Abrió los ojos, mareada, y miró al suelo.

Hielo.

Claro, habían llegado al Muro de Hielo.

La elfa respiró, relajada y feliz hasta cierto punto. Tenía algo donde posar las botas, al fin y al cabo. Una oleada de frío cortante la atravesó, haciendo que tiritase y que sus dientes comenzaran a castañear. Empezó a dar saltos para entrar en calor, haciendo que la capa de hielo crujiese contínuamente. Al escucharlo, decidió dejar de lado aquel ejercicio y sacó una capa roja que se echó por encima, cubriéndose el cuerpo para protegerlo del helor del lugar.

A su lado, Shäyra mantenía una conversación con Erelik sobre dónde tenían que ir. Evidentemente, no lo sabían. Nimm sonrió ante esa espectativa. ¡Perdidas en un desierto de hielo! No había nada mejor para entretenerse. Bueno, quizá sí..

La elfa negó con la cabeza, evitando pensar en cosas tan absurdas. No tenía tiempo de recordar sus noches de diversión en las misiones. Un tema mucho más importante la esperaba. Alasse y Talik estaban en algún punto de aquella inmensidad congelada que, si te despistabas, te devoraba sin remedio.

Sayen, a su otro lado, no dejaba de toser y de respirar de forma ronca. Se apoyaba en el báculo mientras escuchaba la verborrea que intercambiaban las primas de la elfa.

-Será mejor que nos pongamos en marcha. Alasse y Talik seguramente que necesiten nuestra ayuda-dijo Shäyra, seria.

Nimm alzó la cabeza y perforó a la semielfa con los ojos. Extendió los brazos en toda su envergadura.

-Dime por dónde hemos de ir para encontrar a mis primos, Shäy.


Shäyra se quedó pensativa un rato, cerrando los ojos. Poco después, volvió a manifestarse.

-Sólo sé que están cerca...No puedo indicar la dirección. Además, está anocheciendo-
alzó la mano para señalar el horizonte, levemente oscurecido-. Lo mejor será buscar un lugar en el que pasar la noche.

En eso estaban todas de acuerdo, sin duda alguna. Sería suicida quedarse en mitad del Muro de Hielo con la noche acercándose.

Nimm miró de reojo a Erelik, que juntó las manos. La marca de su frente brilló a la vez que la semielfa sacaba su vara de la funda que llevaba a la espalda. La hermana de Shäyra se transformó en una bola de luz blanca y se metió en la hendidura de la piedra del bastón de ésta.

-De momento no necesitamos luz-
dijo-. Aun hace la suficiente como para que pueda servirnos de pauta. Vayamos...En esa dirección-señaló al sudeste, poco convencida.

La elfa se ajustó la capa mientras observaba el tormentoso cielo. Intenaba recordar algo, un suceso ocurrido tiempo atrás. Ella estaba en aquel sitio junto con una expedición de intrépidos aventureros, a la caza de alguna criatura de las nieves. Una imagen se abrió paso en su cerebro.

Sí, había estado allí. En aquel mismo lugar.

-Sólo he estado aquí una vez antes que ésta. Sé que estuve en este mismo sitio. Si no recuerdo mal, hay una cueva cerca. Debemos seguir hacia delante, hacia el sur. Si vamos al sudeste acabaremos perdidas, pues no he tomado esa ruta que yo sepa. Con un poco de suerte y premura, encontraremos la caverna antes de que sea noche cerrada. En este tramo haré yo de guía, si no os importa.


Sayen y Shäyra se mostraron de acuerdo.

Nimm sacó las espadas de sus vainas y las ocultó bajo la capa. Aunque, a simple vista, pareciese que en el Muro de Hielo no había vida, no era así. Agazapados, ocultos entre la nieve, se encontraban los habitantes que sobrevivían en el hielo perpetuo.

La hechicera se acercó a las otras dos mujeres e hizo un hechizo térmico.

-Mejor, ¿no?-dijo, mostrando una sonrisa que estaba lejos de pretender ser inocente y simplona.

-¡Ah, Sayen!-
exclamó la elfa-Sin duda eres una bendición de los dioses.

Nimm las guió de forma rápida por el hielo. La oscuridad les pisaba los talones. El frío las azotaba a pesar del conjuro de la Túnica Roja. Ese lugar no era para personas frágiles.

-No falta mucho, tranquilas. Llegaremos enseguida.


Efectivamente, al poco rato encontraron un agujero en mitad de una montaña blanca que apenas se diferenciaba con el resto del paisaje. La elfa entró, decidida. La noche había tomado forma y no se veía prácticamente nada.

El báculo de Shäyra irradió una luz blanca y reconfortante.

Nimm siguió andando en el interior de la cueva, alejándose de la entrada. Las otras dos la seguían, no muy seguras de adónde quería ir a parar la mujer. Cuando ya parecía que estaban en las entrañas de Krynn, la elfa se detuvo. Se giró hacia las otras dos, sonriendo con su peculiar sonrisa. Puso los brazos en jarras.

-Llegamos. No es una posada lujosa, pero por lo menos servirá.

Alzó una mano y apareció en ella una pelotita roja y brillante. Un fuego fatuo.

-Yo haré la primera guardia. Antes, claro, tendremos que cenar. Me estoy muriendo de hambre. ¿Alguien sabe preparar un fuego sin leña? Estoy harta de comer sólo carne cruda. En las misiones que me mandan no da tiempo casi a cenar, pero ahora es diferente, ¿no? Al fin y al cabo, tenemos que pasar aquí toda la noche.

Miró a Sayen y a Shäyra, esperando una respuesta. Mientras esperaba, comenzó a botar el fuego fatuo. Era un juego que ella encontraba divertido.
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Mensaje por Shäyra Mar Dic 07, 2010 9:09 pm

El hechizo térmico de Sayen era, sin duda, lo mejor que había experimentado en toda mi vida. Lancé un suspiro, metiendo las manos en los bolsillos de mi túnica. Nimm, cauta, caminaba sin detenerse con pasos seguros. Detrás, la oscuridad avanzaba sin pausa.

No me gustaba la oscuridad. La odiaba. Me ahogaba y hacía que cada uno de mis nervios explotase. Era desquiciante. En las tinieblas me sentía completamente vulnerable.

Caminamos durante un buen rato. El frío comenzaba a colarse de nuevo por entre mi túnica.

-No falta mucho, tranquilas-dijo de pronto Nimm-. Llegaremos enseguida.

Poco después, encontramos una cueva que parecía brotar de la nada, ya que la montaña en la que estaba a duras penas podía distinguirse de la monotonía del lugar. La elfa entró en la caverna, decidida. Sayen y yo la seguimos.

Nimm avanzaba y avanzaba sin parar. La cueva parecía no tener fin. Di un par de golpecitos al suelo con el báculo y la luz impregnó el lugar. Me pregunté que adónde iríamos a parar, si al interior de Krynn o a otro plano, cosa que no me extrañaría en absoluto.

Por fin, y tras mucho caminar, Nimm se paró. Se giró hacia nosotras y nos miró con una sonrisa, colocando sus brazos en jarras.

-Llegamos. No es una posada lujosa, pero por lo menos servirá.

Sonreí con sorna. Por mí, como si dormíamos en la boca de un orco. Con tal de no dormir a la intemperie, me daba lo mismo.

Estiré los brazos y me apoyé en la pared rocosa. Nimm invocó una especie de pelota roja.

-Yo haré la primera guardia-empezó a decir.

La miré, alzando una ceja. ¿Guardia? ¿Qué pensaba, que me iba a dormir sin cenar? No sabía el hambre que ella tendría, pero mis entrañas exigían que fuesen llenadas.

-Antes, claro, tendremos que cenar. Me estoy muriendo de hambre. ¿Alguien sabe preparar un fuego sin leña? Estoy harta de comer sólo carne cruda. En las misiones que me mandan no da tiempo casi a cenar, pero ahora es diferente, ¿no? Al fin y al cabo, tenemos que pasar aquí la noche.
Me senté, cruzando las piernas, mientras desanudaba la bolsa con las provisiones que me había atado a la espalda, encima de la funda vacía.

-Siento decirte, Nimm, que tendrás que cenar carne cruda. Y, con lo que respecta a la guardia, no tendrás que estar mucho tiempo. En cuanto amanezca, saldremos de aquí. Supongo que sabrás más o menos cuándo amanecerá, ¿me equivoco? Tú ya has estado aquí.

La elfa bufó, sentándose y cruzándose de brazos.

-Carne cruda, carne cruda…

-¿Quieres galletas?

A Nimm se le iluminaron los ojos.

-¡Claro!

Mientras Nimm se ponía morada a galletas, me giré hacia Sayen. Estaba convencida de que se encontraba inquieta. La suerte de Talik nos preocupaba a todas. La de Alasse, seguramente que a la Túnica Roja no mucho. Ella no sabía quién era, al fin y al cabo.

Me levanté y me acerqué a Sayen.

-Relájate. Nos iremos enseguida, Sayen. Poco podrás hacer por Talik si mueres de frío ahí fuera.

Me llevé una mano al pecho, intranquila. El colgante ardía como nunca antes.

-Nos iremos enseguida-repetí, lúgubre.

Por Paladine que no estaríamos en la cueva mucho tiempo.
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