Preparando a las tropas
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Preparando a las tropas
La oscuridad reinaba en el interior de la fortaleza de Amarath, desde su más recóndita celda hasta su mayor torreón, pues las antiguas ruinas de la ciudad de Xak Tsaroth impedían que la luz solar penetrara en su interior, iluminando el bastión, pero ello no era motivo de desánimo para los que habitaban en aquel lugar.
Los ejercitos oscuros del ala azul tenían su guarida en aquella fortaleza construida piedra por piedra con las ruinas de la vieja Xak Tsaroth. El señor de aquella ala había visto en ese lugar el sitio idóneo para construir su propio reino o mejor dicho: imperio pues su comunicación directa con el mar y con muchos de los puntos más importantes del continente de Krym lo hacían excesivamente valioso en términos estratégicos.
Un grupo numeroso de soldados, humanos en su mayoría, habían formado en el patio de armas de la fortaleza, ante el portón principal, y sobre la torre del homenaje (centro neurálgico de la fortaleza) el señor de aquellas tropas observaba expectante como sus tropas comenzaban a formar para marchar a la batalla.
-Más de quinientos jinetes y mil lanceros, junto con unos trescientos arqueros mi señor. Todo está preparado para marchar cuando usted disponga.- dijo Gulbail, el jefe de su guardia personal.
-Bien, con este ataque someteremos a los pequeños pueblos que encontremos en nuestro camino y veremos la capacidad de la luz para responder... Quiero que el grueso principal, junto con los dragones, espere a mi llegada y será mi dragón, Dharken, comande a este grupo.
-¿Un dragón mi señor?
-Confio más en ese dragón que en la mayoría de mis hombre Gulbail- dijo con grave seriedad el señor de aquella fuerza oscura antes de dirigirse a las tropas que tenía ante si.
Confiaba en sus hombres, los respetaba y ellos le respetaban a él pues a base de espadazos unos conseguía que los guerreros acabaran por hacerlo, y por temerlo, pero tampoco era un tirano como otros señores del dragón. El creía que más bien era organizado, cada cual a su lugar solía decir y quien se propasara pues no solía volver a hacerlo.
-Guerreros de la oscuridad, caballeros del ala azul, bárbaros del sur... Todos sabéis bien por que os he hecho llamar a vosotros, hoy es el día en el que dejaremos de ocultarnos en los rincones más oscuros de las humeantes montañas, hoy es el día en el que saciaremos nuestra ser de sangre y de venganza y en el que ocuparemos el lugar que nos corresponde en el mundo. Nos dirigiremos a los pueblos del norte, los someteremos bajo nuestro yugo e impondremos la ley y orden en ellos. Nuestro mundo será el suyo y lo haremos mediante la palabra o por la fuerza de las armas... Lamentaran habernos subestimado durante tantos años... ¡¡Gloria a la oscuridad!!
Tras decir esto dio media vuelta mientras escuchaba los vítores de sus soldados, que no se apagaron hasta mucho después de haber marchado, para que luego todas las tropas comenzaran a marchar hacia el norte con su señor montado sobre un oscuro caballo de guerra al frente.
Los ejercitos oscuros del ala azul tenían su guarida en aquella fortaleza construida piedra por piedra con las ruinas de la vieja Xak Tsaroth. El señor de aquella ala había visto en ese lugar el sitio idóneo para construir su propio reino o mejor dicho: imperio pues su comunicación directa con el mar y con muchos de los puntos más importantes del continente de Krym lo hacían excesivamente valioso en términos estratégicos.
Un grupo numeroso de soldados, humanos en su mayoría, habían formado en el patio de armas de la fortaleza, ante el portón principal, y sobre la torre del homenaje (centro neurálgico de la fortaleza) el señor de aquellas tropas observaba expectante como sus tropas comenzaban a formar para marchar a la batalla.
-Más de quinientos jinetes y mil lanceros, junto con unos trescientos arqueros mi señor. Todo está preparado para marchar cuando usted disponga.- dijo Gulbail, el jefe de su guardia personal.
-Bien, con este ataque someteremos a los pequeños pueblos que encontremos en nuestro camino y veremos la capacidad de la luz para responder... Quiero que el grueso principal, junto con los dragones, espere a mi llegada y será mi dragón, Dharken, comande a este grupo.
-¿Un dragón mi señor?
-Confio más en ese dragón que en la mayoría de mis hombre Gulbail- dijo con grave seriedad el señor de aquella fuerza oscura antes de dirigirse a las tropas que tenía ante si.
Confiaba en sus hombres, los respetaba y ellos le respetaban a él pues a base de espadazos unos conseguía que los guerreros acabaran por hacerlo, y por temerlo, pero tampoco era un tirano como otros señores del dragón. El creía que más bien era organizado, cada cual a su lugar solía decir y quien se propasara pues no solía volver a hacerlo.
-Guerreros de la oscuridad, caballeros del ala azul, bárbaros del sur... Todos sabéis bien por que os he hecho llamar a vosotros, hoy es el día en el que dejaremos de ocultarnos en los rincones más oscuros de las humeantes montañas, hoy es el día en el que saciaremos nuestra ser de sangre y de venganza y en el que ocuparemos el lugar que nos corresponde en el mundo. Nos dirigiremos a los pueblos del norte, los someteremos bajo nuestro yugo e impondremos la ley y orden en ellos. Nuestro mundo será el suyo y lo haremos mediante la palabra o por la fuerza de las armas... Lamentaran habernos subestimado durante tantos años... ¡¡Gloria a la oscuridad!!
Tras decir esto dio media vuelta mientras escuchaba los vítores de sus soldados, que no se apagaron hasta mucho después de haber marchado, para que luego todas las tropas comenzaran a marchar hacia el norte con su señor montado sobre un oscuro caballo de guerra al frente.
Morgoth- Ala Azul
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Fecha de inscripción : 30/06/2010
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Raza:
Re: Preparando a las tropas
“¿¡Cómo dices!?” rugió la Señora del Dragón. El draconiano que se hallaba frente a ella tragó saliva ruidosamente, siseó con su bífida lengua, y respondió.
“Sssí, mi adorada ssseñora. Nuessstrosss essspíasss en el ejército del Ssseñor del Ala Azul nosss han informado que sssu ssseñor se dissspone a atacar villasss del norte.”
La Señora del Ala Verde frunció sus rosados y carnosos labios con furia y golpeó fuertemente con su puño al draconiano que tenía delante. El reptil se tambaleó hacia atrás y poco faltó para que cayera al suelo de espaldas. Cuando se recuperó, se inclinó frente a su ama en actitud sumisa.
“Prepara a mi montura. Tengo una cita a la que no puedo faltar.”
“Sssí, mi excelentísssima ama.”
El gigantesco Dragón Verde volaba, transportando en su lomo a su Señora, sobre los pueblos de Krynn en dirección suroeste, hacia Xak Tsaroth, concretamente a la Fortaleza de Amarath, desde su propio alcázar en Sanction. Volaban de noche, resguardados por la oscuridad de los arqueros elfos y posibles solámnicos. Viajaban ellos dos solos, a diferencia de en otras ocasiones. Su Señora tenía prisa.
-Acelera el ritmo, Smork. Debemos llegar antes de que sus filas empiecen a marchar.
El Dragón, cuyo verdadero nombre (el cual sólo conocía él, sus congéneres y Takhisis) era Sirrush, giró su enorme testa hacia su lomo y contempló a su jinete con un colosal ojo rojo.
-De noche, sin ver bien lo que nos rodea, no puedo ir a más velocidad que la de ahora, Dakaria.-respondió la montura. Pese a los modales fríos o de superioridad de ambos, el otro jamás se sentía ofendido. Ambos hablaban así entre ellos, mas se respetaban, admiraban y apreciaban el uno a la otra.
Dakaria guardó silencio, mas tras su máscara astada de Señora del Dragón frunció el ceño, irritada e impaciente.
Siguieron volando en las sombras de la noche y en silencio el resto del viaje para evitar ser detectados por ningún ejército del Bien. Finalmente, vieron a lo lejos las penosas ruinas de lo que antes fue una espléndida ciudad: Xak Tsaroth. A simple vista, parecía no haber más que los restos de aquella antigua ciudad de antes del Cataclismo, pero Dakaria sabía que en su interior se erigía la Fortaleza de Amarath, propiedad de Morgoth Midgard, Señor del Dragón del Ala Azul. A punto estaba de ordenar a su dragón avanzar hacia la ruinosa ciudad cuando, con la ligera visión de elfo que había heredado de su madre semielfa, distinguió bajo ellos a un ejército marchando organizadamente hacia el norte.
Sus ojos se encendieron de ira y, con secas palabras, ordenó a Smork que aterrizara a unos metros de la vanguardia del ejército, deteniendo su avance. Sirrush inclinó la cabeza en señal de obediencia, y con una gracilidad sorprendente para una criatura de su tamaño, se dejó llevar por las corrientes de aire hasta descender y posarse a unos 50 metros de distancia de un jinete que marchaba al frente del ejército sobre un magnífico caballo negro.
Después de un momento en el que Dakaria permaneció inmóvil, finalmente descendió con gracilidad y elegancia, bajando sobre el ala de su dragón, hacia el suelo. Se quitó la máscara verde y negra que la señalaba como Señora del Dragón, sacudió la cabeza para apartarse los pelos de la cara, y alzó la mano en un gesto de saludo al jinete que a unos metros se hallaba frente a ella. Seguramente, desde aquella distancia que los separaba, el Señor del Dragón no vería el rictus burlón de Dakaria al realizar aquel “respetuoso” saludo entre comaradas.
“Sssí, mi adorada ssseñora. Nuessstrosss essspíasss en el ejército del Ssseñor del Ala Azul nosss han informado que sssu ssseñor se dissspone a atacar villasss del norte.”
La Señora del Ala Verde frunció sus rosados y carnosos labios con furia y golpeó fuertemente con su puño al draconiano que tenía delante. El reptil se tambaleó hacia atrás y poco faltó para que cayera al suelo de espaldas. Cuando se recuperó, se inclinó frente a su ama en actitud sumisa.
“Prepara a mi montura. Tengo una cita a la que no puedo faltar.”
“Sssí, mi excelentísssima ama.”
El gigantesco Dragón Verde volaba, transportando en su lomo a su Señora, sobre los pueblos de Krynn en dirección suroeste, hacia Xak Tsaroth, concretamente a la Fortaleza de Amarath, desde su propio alcázar en Sanction. Volaban de noche, resguardados por la oscuridad de los arqueros elfos y posibles solámnicos. Viajaban ellos dos solos, a diferencia de en otras ocasiones. Su Señora tenía prisa.
-Acelera el ritmo, Smork. Debemos llegar antes de que sus filas empiecen a marchar.
El Dragón, cuyo verdadero nombre (el cual sólo conocía él, sus congéneres y Takhisis) era Sirrush, giró su enorme testa hacia su lomo y contempló a su jinete con un colosal ojo rojo.
-De noche, sin ver bien lo que nos rodea, no puedo ir a más velocidad que la de ahora, Dakaria.-respondió la montura. Pese a los modales fríos o de superioridad de ambos, el otro jamás se sentía ofendido. Ambos hablaban así entre ellos, mas se respetaban, admiraban y apreciaban el uno a la otra.
Dakaria guardó silencio, mas tras su máscara astada de Señora del Dragón frunció el ceño, irritada e impaciente.
Siguieron volando en las sombras de la noche y en silencio el resto del viaje para evitar ser detectados por ningún ejército del Bien. Finalmente, vieron a lo lejos las penosas ruinas de lo que antes fue una espléndida ciudad: Xak Tsaroth. A simple vista, parecía no haber más que los restos de aquella antigua ciudad de antes del Cataclismo, pero Dakaria sabía que en su interior se erigía la Fortaleza de Amarath, propiedad de Morgoth Midgard, Señor del Dragón del Ala Azul. A punto estaba de ordenar a su dragón avanzar hacia la ruinosa ciudad cuando, con la ligera visión de elfo que había heredado de su madre semielfa, distinguió bajo ellos a un ejército marchando organizadamente hacia el norte.
Sus ojos se encendieron de ira y, con secas palabras, ordenó a Smork que aterrizara a unos metros de la vanguardia del ejército, deteniendo su avance. Sirrush inclinó la cabeza en señal de obediencia, y con una gracilidad sorprendente para una criatura de su tamaño, se dejó llevar por las corrientes de aire hasta descender y posarse a unos 50 metros de distancia de un jinete que marchaba al frente del ejército sobre un magnífico caballo negro.
Después de un momento en el que Dakaria permaneció inmóvil, finalmente descendió con gracilidad y elegancia, bajando sobre el ala de su dragón, hacia el suelo. Se quitó la máscara verde y negra que la señalaba como Señora del Dragón, sacudió la cabeza para apartarse los pelos de la cara, y alzó la mano en un gesto de saludo al jinete que a unos metros se hallaba frente a ella. Seguramente, desde aquella distancia que los separaba, el Señor del Dragón no vería el rictus burlón de Dakaria al realizar aquel “respetuoso” saludo entre comaradas.
Dakaria- Ala Verde
- Mensajes : 3
Fecha de inscripción : 28/07/2010
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Raza: Humano
Re: Preparando a las tropas
Morgoth marchaba al frente de la tropa, apenas había salido el último regimiento de la fortaleza cuando de entre los cielos surgió un gigantesco dragón azul. Aquel ejercito que marchaba no era, ni mucho menos, el contingente total del señor del dragón, tan solo una pequeña parte que a sus ojos resultaba minia.
La jinete de aquel dragón descendió de este y saludó al líder de aquellos soldados, por su pelo largo y su figura femenina Morgoth supo que se trataba de una mujer pero no logró observar el burlesco saludo de la señora del dragón por la distancia que los separaba.
Alzando la palma de su diestra ordenó así que el ejercito se detuviera, sin mostrar un solo signo de cordialidad descabalgó de su montura y realizó un simple saludo con su testa pero sin demostrar demasiada molestia o trabajo al realizarlo. En el fondo no tenía ninguna prisa pero esperaba que los motivos que llevaran a aquella señora del dragón a interruptir su partida fueran, como poco, titánicos.
-¿Qué os trae hasta aquí señora?- Morgoth no era de los que andaban por las ramas pero si aquella mujer había venido sola hasta su presencia dedujo que tendría que ser minimamente importante y dado que era el primero que movilizaba a sus tropas no se sorprendería que sus motivos tuvieran que ver con aquello.
Aquella señora del dragón, por su dragón verde, debería ser Dakaria y aunque no sabía mucho de ella, tampoco se había preocupado demasiado por ello, la respetaba como igual suyo y por ese mismo y simple motivo sus dragones no se habían abalanzado sobre ella cuando interrumpió su marcha ya que la distancia entre él y sus "azules" era, aun, muy corta.
Pero Dakaria podría sorprenderse de que aquel "ejercito" no portara consigo ni pendones de la diosa de la oscuridad, ni símbolos del ala azul, ni ningún otro elemento que los identificara con la afiliación que tenían. Parecían, en realidad, un gran contingente de bárbaros que se dirigían a arrasar todo lo que encontraran a su paso pues ni el propio Morgoth portaba la máscara que lo señalaba como el señor de un ala de los dragones.
Él tenía sus motivos para actuar así, y solo su dragón los conocía, por lo que no tenía ningún temor de ir "desprotegido" hacia las tierras del norte, es más, el mismo había viajado hasta estas y había comprobado y analizado su potencial defensivo...
Y el no era de los que dejaban las tareas en manos de otros: "si quieres algo bien hecho, hazlo tu mismo".
La jinete de aquel dragón descendió de este y saludó al líder de aquellos soldados, por su pelo largo y su figura femenina Morgoth supo que se trataba de una mujer pero no logró observar el burlesco saludo de la señora del dragón por la distancia que los separaba.
Alzando la palma de su diestra ordenó así que el ejercito se detuviera, sin mostrar un solo signo de cordialidad descabalgó de su montura y realizó un simple saludo con su testa pero sin demostrar demasiada molestia o trabajo al realizarlo. En el fondo no tenía ninguna prisa pero esperaba que los motivos que llevaran a aquella señora del dragón a interruptir su partida fueran, como poco, titánicos.
-¿Qué os trae hasta aquí señora?- Morgoth no era de los que andaban por las ramas pero si aquella mujer había venido sola hasta su presencia dedujo que tendría que ser minimamente importante y dado que era el primero que movilizaba a sus tropas no se sorprendería que sus motivos tuvieran que ver con aquello.
Aquella señora del dragón, por su dragón verde, debería ser Dakaria y aunque no sabía mucho de ella, tampoco se había preocupado demasiado por ello, la respetaba como igual suyo y por ese mismo y simple motivo sus dragones no se habían abalanzado sobre ella cuando interrumpió su marcha ya que la distancia entre él y sus "azules" era, aun, muy corta.
Pero Dakaria podría sorprenderse de que aquel "ejercito" no portara consigo ni pendones de la diosa de la oscuridad, ni símbolos del ala azul, ni ningún otro elemento que los identificara con la afiliación que tenían. Parecían, en realidad, un gran contingente de bárbaros que se dirigían a arrasar todo lo que encontraran a su paso pues ni el propio Morgoth portaba la máscara que lo señalaba como el señor de un ala de los dragones.
Él tenía sus motivos para actuar así, y solo su dragón los conocía, por lo que no tenía ningún temor de ir "desprotegido" hacia las tierras del norte, es más, el mismo había viajado hasta estas y había comprobado y analizado su potencial defensivo...
Y el no era de los que dejaban las tareas en manos de otros: "si quieres algo bien hecho, hazlo tu mismo".
Morgoth- Ala Azul
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