La ciudad de las tropas oscuras
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La ciudad de las tropas oscuras
Cuando la sensación de estar en el centro de un huracán cesó, y volví a sentir el suelo firme en mis pies –aunque la cabeza me daba vueltas y más vueltas-, abrí los ojos. No obstante, me asaltó tal sensación de mareo y cansancio que me tambaleé y caí de rodillas al suelo, boqueando para coger aire. El hechizo había consumido mis energías. De no haber sido así, hubiéramos avanzado más lejos; pero transportar a Shäyra había hecho que el hechizo fuese más pesado y complicado.
Enseguida, sentí vergüenza de haber demostrado mi estado de debilidad frente a otra persona, así que reuní esfuerzos para ponerme en pie, aunque apoyé una mano en una rocosa pared. Inmediatamente, eché un vistazo a mi alrededor. Estábamos en otro callejón oscuro, y aunque no parecía haber nadie a nuestro alrededor (gracias a Lunitari), se escuchaban ruidos provenientes de todas partes. Miré hacia arriba y al horizonte. Se trataba de una ciudad rodeada por volcanes, la mayoría de ellos activos.
-Sanction. –murmuré con voz lúgubre. No era una de las mejores ciudades en las que alguien como la semielfa y yo podríamos estar en estos momentos. Había oído los rumores de que ejércitos de Takhisis habían tomado toda la región de Taman Busuk. En efecto, a lo lejos se podían distinguir las hileras de tropas oscuras que salían y entraban de la ciudad.
En ese momento, una enorme sombra pasó sobre nosotras, tapando la escasa luz de la zona de la ciudad en la que estábamos. Miré hacia arriba y lo que vi me dejó boquiabierta. Gigantescos Dragones Azules sobrevolaban Sanction. Comencé a sentir el famoso “miedo al dragón”, al que ninguna criatura, seguramente ni siquiera un kender, es inmune. Había estudiado sobre esas criaturas, aunque supuestamente, se habían extinguido. Pero era evidente que no era así, y que Takhisis había hallado la forma de encontrarlas. Sólo así se podía explicar cómo había conseguido conquistar tan rápidamente tantas regiones.
Cuando me recuperé de aquella extraña sensación, me giré hacia la semielfa. Me había olvidado de ella.
-¿Estás bien? –la pregunté; no sólo por el hechizo, sino por el Dragón. Hice una pausa y proseguí.- Nos encontramos en la ciudad sitiada por las tropas de Takhisis de Sanction. Es, por lo tanto, un lugar peligroso. No podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Me temo que ahora mismo no puedo realizar otro hechizo transportador, así que tendremos que seguir por nuestros pies hasta que vuelva a recuperar las fuerzas.
Enseguida, sentí vergüenza de haber demostrado mi estado de debilidad frente a otra persona, así que reuní esfuerzos para ponerme en pie, aunque apoyé una mano en una rocosa pared. Inmediatamente, eché un vistazo a mi alrededor. Estábamos en otro callejón oscuro, y aunque no parecía haber nadie a nuestro alrededor (gracias a Lunitari), se escuchaban ruidos provenientes de todas partes. Miré hacia arriba y al horizonte. Se trataba de una ciudad rodeada por volcanes, la mayoría de ellos activos.
-Sanction. –murmuré con voz lúgubre. No era una de las mejores ciudades en las que alguien como la semielfa y yo podríamos estar en estos momentos. Había oído los rumores de que ejércitos de Takhisis habían tomado toda la región de Taman Busuk. En efecto, a lo lejos se podían distinguir las hileras de tropas oscuras que salían y entraban de la ciudad.
En ese momento, una enorme sombra pasó sobre nosotras, tapando la escasa luz de la zona de la ciudad en la que estábamos. Miré hacia arriba y lo que vi me dejó boquiabierta. Gigantescos Dragones Azules sobrevolaban Sanction. Comencé a sentir el famoso “miedo al dragón”, al que ninguna criatura, seguramente ni siquiera un kender, es inmune. Había estudiado sobre esas criaturas, aunque supuestamente, se habían extinguido. Pero era evidente que no era así, y que Takhisis había hallado la forma de encontrarlas. Sólo así se podía explicar cómo había conseguido conquistar tan rápidamente tantas regiones.
Cuando me recuperé de aquella extraña sensación, me giré hacia la semielfa. Me había olvidado de ella.
-¿Estás bien? –la pregunté; no sólo por el hechizo, sino por el Dragón. Hice una pausa y proseguí.- Nos encontramos en la ciudad sitiada por las tropas de Takhisis de Sanction. Es, por lo tanto, un lugar peligroso. No podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Me temo que ahora mismo no puedo realizar otro hechizo transportador, así que tendremos que seguir por nuestros pies hasta que vuelva a recuperar las fuerzas.
Sayen- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 13/07/2010
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Re: La ciudad de las tropas oscuras
Después de notar la mano de la mujer sobre mi hombro, sentí una extraña sensación que apenas podría expresar con palabras. Era como si algo me absorbiese, como si estuviese en un mar furioso y la fuerza de la corriente me empujase, sin poder hacer nada por evitarlo. Me mareé y, cuando pensaba que ya nada podría salvarme, mis pies hallaron el tan deseado suelo. El tacto de Sayen se esfumó, y cuando abrí los ojos, la vi en el suelo, arrodillada, respirando fuertemente.
-''Será una reacción normal al realizar un hechizo''-pensé.
Mientras esperaba a que la Túnica Roja se recuperase, me centré en buscar a mi gemela. Giré en torno a mí unas cuantas veces, sin verla. Estaba a punto de gritar su nombre, pero me callé al oir ruidos. No podía llamar la atención esta vez.
Me volví al murmullo de la túnica. Sayen se estaba levantando, no sin esfuerzo, y observaba la zona. Yo no podía hacer tal cosa. No podía centrarme. No sin saber dónde estaría mi hermana.
-Sanction-la oí murmurar.
¿Sanction? Jamás, ni en sueños, había pensado en visitar esta ciudad. Sacudí la cabeza y volví a centrarme en la búsqueda de mi hermana. Fui a dar un paso cuando una sombra sobrevoló aquel callejón. ¿Qué...? ¡Un dragón!
Tragué saliva. Nunca vi a un dragón. Algo me oprimió el corazón de tal forma que me sentí desfallecer. Las piernas me flaquearon, se me nubló la visión...Entonces, noté un golpe en mi espalda. Me giré y allí vi a Erelik. Me miraba de forma seria, aunque con su carita de niña casi me entraba la risa.
-Te olvidaste de mí, hermana. ¡Menos mal que estoy ligada a ti, de lo contrario me hubiese quedado en Palanthas! Por Paladine bendito, lo que me ha costado materializarme después del hechizo de esa tal Sayen...-dijo.
Sonreí. Allí estaba mi hermana, como siempre, tan...tiquis miquis.
-¿Estás bien?-oí que me preguntaba Sayen.
Fui a asentir, pero continuó hablando.
-Nos encontramos en la ciudad sitiada por las tropas de Takhisis de Sanction. Es, por lo tanto, un lugar peligroso. No podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Me temo que ahora mismo no puedo realizar otro hechizo transportador, así que tendremos que seguir por nuestros pies hasta que vuelva a recuperar las fuerzas.
-De acuerdo. Guíame tú, hechicera. Yo no conozco este lugar. ¡Ah! Y, respondiendo a tu pregunta...Sí, estoy bien.
-¡Yo también, gracias por preguntar!-protestó Erelik.
Me llevé una mano a las sienes.
-Erelik, por favor, no empieces...-murmuré.
-''Será una reacción normal al realizar un hechizo''-pensé.
Mientras esperaba a que la Túnica Roja se recuperase, me centré en buscar a mi gemela. Giré en torno a mí unas cuantas veces, sin verla. Estaba a punto de gritar su nombre, pero me callé al oir ruidos. No podía llamar la atención esta vez.
Me volví al murmullo de la túnica. Sayen se estaba levantando, no sin esfuerzo, y observaba la zona. Yo no podía hacer tal cosa. No podía centrarme. No sin saber dónde estaría mi hermana.
-Sanction-la oí murmurar.
¿Sanction? Jamás, ni en sueños, había pensado en visitar esta ciudad. Sacudí la cabeza y volví a centrarme en la búsqueda de mi hermana. Fui a dar un paso cuando una sombra sobrevoló aquel callejón. ¿Qué...? ¡Un dragón!
Tragué saliva. Nunca vi a un dragón. Algo me oprimió el corazón de tal forma que me sentí desfallecer. Las piernas me flaquearon, se me nubló la visión...Entonces, noté un golpe en mi espalda. Me giré y allí vi a Erelik. Me miraba de forma seria, aunque con su carita de niña casi me entraba la risa.
-Te olvidaste de mí, hermana. ¡Menos mal que estoy ligada a ti, de lo contrario me hubiese quedado en Palanthas! Por Paladine bendito, lo que me ha costado materializarme después del hechizo de esa tal Sayen...-dijo.
Sonreí. Allí estaba mi hermana, como siempre, tan...tiquis miquis.
-¿Estás bien?-oí que me preguntaba Sayen.
Fui a asentir, pero continuó hablando.
-Nos encontramos en la ciudad sitiada por las tropas de Takhisis de Sanction. Es, por lo tanto, un lugar peligroso. No podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Me temo que ahora mismo no puedo realizar otro hechizo transportador, así que tendremos que seguir por nuestros pies hasta que vuelva a recuperar las fuerzas.
-De acuerdo. Guíame tú, hechicera. Yo no conozco este lugar. ¡Ah! Y, respondiendo a tu pregunta...Sí, estoy bien.
-¡Yo también, gracias por preguntar!-protestó Erelik.
Me llevé una mano a las sienes.
-Erelik, por favor, no empieces...-murmuré.
Shäyra- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 02/07/2010
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Raza: Semielfo
Re: La ciudad de las tropas oscuras
Al tiempo que veía asentir a la semielfa ante mi pregunta, comencé a sentir un cosquilleo en la columna vertebral y que erizaba el pelo de mi nuca. Lo había sentido también en Palanthas, cuando oí a la semielfa mantener una especie de conversación entre murmullos, cuando había deducido que había un espíritu entre nosotras. Ahora, había averiguado una cosa más. Aquel fantasma tenía que estar conectada a la semielfa para que se hubiese transportado a Sanction con nosotras. Una conexión de ese tipo sólo se puede establecer mediante la magia, o mediante otro tipo de vínculo, una profunda unión que se haya mantenido (y creado) en vida.
-De acuerdo. Guíame tú, hechicera. Yo no conozco este lugar. ¡Ah! Y, respondiendo a tu pregunta...Sí, estoy bien. –me dijo la semielfa, interrumpiendo el curso de mis pensamientos. Cabeceé en señal afirmativa. Yo no había estado hasta ahora en aquel lugar, pero había estudiado mucho, y mis conocimientos de geografía y la distribución de las ciudades más importantes de Krynn era bastante buena.
-Me alegro. Necesitarás estarlo, ya que estaremos en constante peligro. –afirmé.
Vi cómo se llevaba los dedos a la sien, en un gesto de exasperación. Al principio dudé que hubiese dicho algo que la hubiera molestado, pero entonces recordé sus incoherentes reacciones en el callejón de Palanthas, y supuse que se comunicaba con el espíritu. Murmuró algo en tono irritado, pero lo hizo tan bajo que apenas pude entender lo que decía. No obstante, me pareció entender “Erelik”. De nuevo, la curiosidad por ese nombre, que había adquirido como apellido, me inundó por completo. Y volví a preguntar.
-Si me permites la pregunta, semielfa, ¿quién es Erelik?
Mientras esperaba su respuesta, permanecimos un rato más en aquel callejón, expectantes a que no hubiese nadie cerca y, especialmente, en que ningún Dragón estuviese sobrevolando esa zona antes de ponernos a descubierto. Aún sentía el miedo al dragón, aún tenía leves estremecimientos, pero me negaba a admitirlo interiormente, o a dejar que me afectara. ¡Por Lunitari, yo había estudiado todo lo que había escrito sobre los dragones! Sabía y había esperado esta reacción, por lo tanto, sin el factor sorpresa no debería afectarme… Pero parecía que no había ningún modo de evitarlo.
-Bien… Adelante. –le susurré en tono apremiante a Shäyra cuando vi el momento oportuno para abandonar el callejón.
Durante unos minutos la guié por un intrincado laberinto de callejuelas, esquinas y oscuros rincones, dando rodeos y pasando varias veces por el mismo sitio únicamente para evitar encontrarnos con nadie. Sentía una extraña opresión en el pecho, en el corazón, que me hacía tener la sensación de que estábamos siendo observadas en todo momento. Aquella sensación era tan real, que en un momento empujé a Shäyra hasta la entrada de una vivienda completamente a oscuras. Cuando me convencí de que nadie nos seguía, proseguí la marcha.
-De acuerdo. Guíame tú, hechicera. Yo no conozco este lugar. ¡Ah! Y, respondiendo a tu pregunta...Sí, estoy bien. –me dijo la semielfa, interrumpiendo el curso de mis pensamientos. Cabeceé en señal afirmativa. Yo no había estado hasta ahora en aquel lugar, pero había estudiado mucho, y mis conocimientos de geografía y la distribución de las ciudades más importantes de Krynn era bastante buena.
-Me alegro. Necesitarás estarlo, ya que estaremos en constante peligro. –afirmé.
Vi cómo se llevaba los dedos a la sien, en un gesto de exasperación. Al principio dudé que hubiese dicho algo que la hubiera molestado, pero entonces recordé sus incoherentes reacciones en el callejón de Palanthas, y supuse que se comunicaba con el espíritu. Murmuró algo en tono irritado, pero lo hizo tan bajo que apenas pude entender lo que decía. No obstante, me pareció entender “Erelik”. De nuevo, la curiosidad por ese nombre, que había adquirido como apellido, me inundó por completo. Y volví a preguntar.
-Si me permites la pregunta, semielfa, ¿quién es Erelik?
Mientras esperaba su respuesta, permanecimos un rato más en aquel callejón, expectantes a que no hubiese nadie cerca y, especialmente, en que ningún Dragón estuviese sobrevolando esa zona antes de ponernos a descubierto. Aún sentía el miedo al dragón, aún tenía leves estremecimientos, pero me negaba a admitirlo interiormente, o a dejar que me afectara. ¡Por Lunitari, yo había estudiado todo lo que había escrito sobre los dragones! Sabía y había esperado esta reacción, por lo tanto, sin el factor sorpresa no debería afectarme… Pero parecía que no había ningún modo de evitarlo.
-Bien… Adelante. –le susurré en tono apremiante a Shäyra cuando vi el momento oportuno para abandonar el callejón.
Durante unos minutos la guié por un intrincado laberinto de callejuelas, esquinas y oscuros rincones, dando rodeos y pasando varias veces por el mismo sitio únicamente para evitar encontrarnos con nadie. Sentía una extraña opresión en el pecho, en el corazón, que me hacía tener la sensación de que estábamos siendo observadas en todo momento. Aquella sensación era tan real, que en un momento empujé a Shäyra hasta la entrada de una vivienda completamente a oscuras. Cuando me convencí de que nadie nos seguía, proseguí la marcha.
Sayen- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 13/07/2010
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Raza: Humano
Re: La ciudad de las tropas oscuras
-¿Que no empiece? ¿Que no empiece a qué?-volvió a protestar mi gemela.
Decidí hacer lo más sensato: ignorarla. Si quería parecer cuerda, tenía que hacerlo. De lo contrario, me pondría a gritar a mi hermana y, seguramente, Sayen decidiría dejar la aventura. Me crucé de brazos y mi mente voló lejos de allí, lejos de la voz de niña de Erelik, a un lugar hermoso...hasta que algo reclamó mi atención. Sayen me estaba hablando.
-Si me permites la pregunta, semielfa, ¿quién es Erelik?
Cabeceé. ¿Que iba a decirle? ¿Que era mi hermana de seis años, muerta, y que ahora su espíritu me seguía a todas partes? No quería ver su reacción, sería capaz de cogerme de los pelos y llevarme a un manicomio. Me mordí el labio, indecisa. Bueno, si lo decía de forma suave y sutil, a lo mejor...
-Erelik es...¿Recuerdas en Palanthas, aquella presencia que al parecer sentiste? Pues bien, esa criatura se llama Erelik. Es...-aquí callé.
Le di vueltas al tema, sin saber muy bien si responder o no.
-Bien...adelante-me dijo.
Suspiré, aliviada. De momento, no había tenido que contar absolutamente todo. Sin embargo, lo habría dicho porque sentía que estábamos en peligro. Me guió por las calles de Sanction durante algún tiempo, y pasamos por el mismo sitio más veces de las que puedo recordar. Aprovechando la caminata, me puse a meditar. Mis pensamientos fueron, libres, hacia el recuerdo de aquel fatídico día...
''Voy con Alasse hacia mi casita en el bosque. Venimos del pueblo, con unas cestas llenas de comida. Yo me adelanto, dando saltos por el camino, salpicado de flores silvestres. Alasse se ríe y me dice que tenga cuidado con la cesta. Giro la cabeza, sonriente. Mi hermana es tan alta y hermosa...
De pronto, llego a mi casita. Entro, como de costumbre, de forma tranquila y con una gran sonrisa en el rostro. Llego a la cocina, para dejar la cesta encima de la mesa de madera. Llamo a mi mamá, pero no contesta. Algo me dice que no...que no...''
De repente, Sayen me empujó hacia un lado y nos escondimos en una casa oscura. ¿Qué le habrá pasado? Me encogí de hombros cuando ella salió. Sin duda, habría visto una sombra o algo parecido. La seguí y fuimos andando por una calleja solitaria.
-Sayen, ¿cuánto...?-no pude terminar mi pregunta.
Allí, frente a nuestros ojos, había unos 7 draconianos. Uno de ellos nos señaló y, alzando una espada, empezó a correr hacia nosotras. Los demás empezaron a gritar, contentos al parecer de tener a dos presas y, desenfundando sus armas, siguieron al primer draconiano.
-Bien, perfecto, nada mejor para esquivar el sueño que una partida de draconianos dispuestos a clavarte la espada hasta traspasarte por completo-dije, sacando mi báculo. Me giré hacia Sayen-. Sayen, ¿estás lo suficientemente bien como para lanzar más hechizos?
No pude ver si asentía o no, porque el primer draconiano se lanzó sobre mi con el arma en alto. Le esquivé como buenamente pude, y le di una patada con mi puntera de hierro en un costado. Él perdió el equilibrio y aproveché para incrustarle mi filo en su andrajoso cuerpo. Logré darle en un hombro y hacerle sangrar, pero el draconiano me dio un golpe con su pierna izquierda, haciéndome tropezar. Caí de rodillas en frente suyo, mas con el cayado bien agarrado. No me di cuenta de que el resto de la tropa había llegado, pero por suerte Erelik le lanzó a uno de ellos una pequeña bola de fuego antes de que segase mi existencia con su espada.
Retrocedí dando una voltereta. Mi adversario había llevado su filo hacia abajo, hacia donde antes estaba mi cabeza, pero se llevó una decepción enorme al ver mi reacción. Ésto le enfadó aun más. Bramó algo ininteligible.
Respiré pausadamente. Este era mi primer combate real...Centré todos mis pensamientos en acabar con aquel ser repugnante. Alcé mi arma, al compás de mi grito, y la descargué con todas mis fuerzas sobre la cabeza de mi adversario. El draconiano cayó fulminado, transformándose en una horrible roca. Me giré para ver qué hacia Sayen y cómo le iba a mi hermana.
Decidí hacer lo más sensato: ignorarla. Si quería parecer cuerda, tenía que hacerlo. De lo contrario, me pondría a gritar a mi hermana y, seguramente, Sayen decidiría dejar la aventura. Me crucé de brazos y mi mente voló lejos de allí, lejos de la voz de niña de Erelik, a un lugar hermoso...hasta que algo reclamó mi atención. Sayen me estaba hablando.
-Si me permites la pregunta, semielfa, ¿quién es Erelik?
Cabeceé. ¿Que iba a decirle? ¿Que era mi hermana de seis años, muerta, y que ahora su espíritu me seguía a todas partes? No quería ver su reacción, sería capaz de cogerme de los pelos y llevarme a un manicomio. Me mordí el labio, indecisa. Bueno, si lo decía de forma suave y sutil, a lo mejor...
-Erelik es...¿Recuerdas en Palanthas, aquella presencia que al parecer sentiste? Pues bien, esa criatura se llama Erelik. Es...-aquí callé.
Le di vueltas al tema, sin saber muy bien si responder o no.
-Bien...adelante-me dijo.
Suspiré, aliviada. De momento, no había tenido que contar absolutamente todo. Sin embargo, lo habría dicho porque sentía que estábamos en peligro. Me guió por las calles de Sanction durante algún tiempo, y pasamos por el mismo sitio más veces de las que puedo recordar. Aprovechando la caminata, me puse a meditar. Mis pensamientos fueron, libres, hacia el recuerdo de aquel fatídico día...
''Voy con Alasse hacia mi casita en el bosque. Venimos del pueblo, con unas cestas llenas de comida. Yo me adelanto, dando saltos por el camino, salpicado de flores silvestres. Alasse se ríe y me dice que tenga cuidado con la cesta. Giro la cabeza, sonriente. Mi hermana es tan alta y hermosa...
De pronto, llego a mi casita. Entro, como de costumbre, de forma tranquila y con una gran sonrisa en el rostro. Llego a la cocina, para dejar la cesta encima de la mesa de madera. Llamo a mi mamá, pero no contesta. Algo me dice que no...que no...''
De repente, Sayen me empujó hacia un lado y nos escondimos en una casa oscura. ¿Qué le habrá pasado? Me encogí de hombros cuando ella salió. Sin duda, habría visto una sombra o algo parecido. La seguí y fuimos andando por una calleja solitaria.
-Sayen, ¿cuánto...?-no pude terminar mi pregunta.
Allí, frente a nuestros ojos, había unos 7 draconianos. Uno de ellos nos señaló y, alzando una espada, empezó a correr hacia nosotras. Los demás empezaron a gritar, contentos al parecer de tener a dos presas y, desenfundando sus armas, siguieron al primer draconiano.
-Bien, perfecto, nada mejor para esquivar el sueño que una partida de draconianos dispuestos a clavarte la espada hasta traspasarte por completo-dije, sacando mi báculo. Me giré hacia Sayen-. Sayen, ¿estás lo suficientemente bien como para lanzar más hechizos?
No pude ver si asentía o no, porque el primer draconiano se lanzó sobre mi con el arma en alto. Le esquivé como buenamente pude, y le di una patada con mi puntera de hierro en un costado. Él perdió el equilibrio y aproveché para incrustarle mi filo en su andrajoso cuerpo. Logré darle en un hombro y hacerle sangrar, pero el draconiano me dio un golpe con su pierna izquierda, haciéndome tropezar. Caí de rodillas en frente suyo, mas con el cayado bien agarrado. No me di cuenta de que el resto de la tropa había llegado, pero por suerte Erelik le lanzó a uno de ellos una pequeña bola de fuego antes de que segase mi existencia con su espada.
Retrocedí dando una voltereta. Mi adversario había llevado su filo hacia abajo, hacia donde antes estaba mi cabeza, pero se llevó una decepción enorme al ver mi reacción. Ésto le enfadó aun más. Bramó algo ininteligible.
Respiré pausadamente. Este era mi primer combate real...Centré todos mis pensamientos en acabar con aquel ser repugnante. Alcé mi arma, al compás de mi grito, y la descargué con todas mis fuerzas sobre la cabeza de mi adversario. El draconiano cayó fulminado, transformándose en una horrible roca. Me giré para ver qué hacia Sayen y cómo le iba a mi hermana.
Shäyra- Mensajes : 31
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Re: La ciudad de las tropas oscuras
Mientras esperábamos, me giré hacia la semielfa atenta a cuál sería su respuesta, aquella que resolvería aquella intriga. Vi cómo cabeceaba; me pareció que vacilaba, o al menos, desde luego se mostró dubitativa antes de, finalmente, responderme. Seguramente sería algo íntimo, me di cuenta, aunque no me arrepentí de haber preguntado. Siempre había sido sumamente curiosa.
-Erelik es...¿Recuerdas en Palanthas, aquella presencia que al parecer sentiste? Pues bien, esa criatura se llama Erelik. Es...- me sorprendió saber que ella se había percatado en Palanthas de cuando sentí la presencia del espíritu. Asentí, casi ávida de saber quién demonios era Erelik, el espíritu. Pero no terminó la respuesta, y yo no pregunté una tercera vez. Aunque estaba algo decepcionada por la respuesta, me conformé.
Entonces los ruidos que había a nuestro alrededor aminoraron, no noté sombras sobre nuestras cabezas, y la insté a aprovechar el momento y salir de allí. Pasamos por calles, callejones y recodos, repitiendo los mismos lugares y dando rodeos, para evitar encontrarnos con nadie. Estábamos en constante peligro. Sentía la continua presión y sensación de estar siendo vigiladas y perseguidas, notaba constantemente una amenaza que impregnaba el aire que respirábamos. Hubo un momento en el que la paranoia me superó y empujé a Shäyra hacia el interior de un oscuro y abandonado edificio. Aunque la sensación seguía ahí, al ver que ninguna criatura monstruosa aparecía, me decidí a salir y abandonar el lugar. Ignoraba si aquel sentimiento era porque verdaderamente alguien nos seguía, o si era una especie de presentimiento.
-Sayen, ¿cuánto...?-comenzó a preguntarme la semielfa al tiempo que pasábamos por una callejuela vacía. Mi respiración era agitada, no sólo por el rápido ritmo que estaba marcando, sino por la adrenalina que sentía. No obstante, no terminó su pregunta. Al girar una esquina que nos llevaría a lo que yo supuse, debido al silencio, que sería otro callejón vacío, nos topamos de frente con una patrulla de siete draconianos.
-Bien, perfecto, nada mejor para esquivar el sueño que una partida de draconianos dispuestos a clavarte la espada hasta traspasarte por completo. Sayen, ¿estás lo suficientemente bien como para lanzar más hechizos? –cuando oí mi nombre me volví hacia Shäyra con un rictus de preocupación, si bien no de miedo. Sacudí la cabeza mientras le respondía.
-Sí, podré apañármelas con estos… -“asquerosos bichos”, pensé, pero no terminé la frase ya que me vi interrumpida por los gritos de los draconianos. Suspiré. Lo que me preocupaba no era reducir a estos draconianos, que sin duda sería costoso, y cansado; sino las dos opciones que nos quedarían cuando los hubiésemos matado. Vendrían soldados que hubiesen escuchado los chillidos de los lagartos, y yo estaría cansada para realizar más hechizos. La solución, y segunda opción, sería huir, pero… ¿estaría en condiciones para correr más rápido que ellos? Lo dudaba.
Entonces el primero de ellos, que debería ser un oficial, se lanzó a correr en pos de nosotras, mientras el resto gritaba. Al principio, me había quedado paralizada por la terrible sorpresa. Cuando el draconiano se lanzó sobre la semielfa, reaccioné, maldiciendo nuestra mala suerte, mi necedad, y al resto de draconianos que sin duda alertarían a más soldados oscuros. Finalmente, los compañeros del primer reptil siguieron a su oficial al mando, desenvainando sus espadas y corriendo hacia nosotras. Aquello hizo que desviase mi atención de la semielfa que se defendía del primer draconiano. Recordé interiormente lo que sabía de aquellas criaturas: eras listas, en ocasiones mucho más inteligentes que los humanos, lo que hacía que fuesen extremadamente hábiles en idear estrategias para acabar con sus enemigos. Por otro lado, también eran sumamente fuertes, y su escamosa y dura piel como la de un cocodrilo era difícil de traspasar. ¿Su punto débil? Quizá el par de alas que tenían a la espalda y sus garras. Aunque las alas les impulsasen muchas ocasiones, eran un importante peso que entorpecía sus acciones y las volvía lentas. Por otra parte, las garras de los pies los volvía poco sigilosos –por lo que no sorprenderían en un ataque por la espalda- y lentos, ya que estorbaban para correr. También sabía que la mayoría de ellas, seguían siendo peligrosas al morir. Unas, se convertían en ácido, otras, explotaban, y la gran mayoría se transformaba en piedra que más tarde se deshacía en un fino polvillo.
Cuando los draconianos estaban bastante cerca de nosotros, y yo ya comenzaba a pensar en un hechizo, una bola de mágico fuego surgió, literalmente, de la nada para impactarse en el pecho de uno de nuestros adversarios. No pude permitirme contemplar boquiabierta el lugar del que había salido la bola, pero enseguida até cabos. El espíritu. Erelik.
Quedaban cinco draconianos, ya que uno estaba muerto y otro luchaba con Shäyra. De esos cinco, alguno miraba a la semielfa y al vacío lugar de la bola ígnea, pero la mayoría me miraban con cautela. Sabían que era una hechicera, así que vi cómo con una señal, dos de ellos se ponían a dos de mis costados, rodeándome, mientras los otros tres esperaban. Sin cerrar los ojos, me concentré en mi hechizo. Sentí las palabras en la boca y el cosquilleante éxtasis que recorría mi cuerpo cada vez que formulaba un encantamiento.
-Ast kiranann kair Gadurm Soth-arn –susurré, mientras extendía ambos brazos –el Bastón quedó apoyado en mi cuerpo-, cada uno apuntando a uno de los draconianos. De cada uno de mis dedos separados y extendidos, brotó un dardo flamígero que fue a impactarse en el pecho de los dos draconianos. Escuché el siseo de sus lenguas bífidas, que salieron y entraron de sus bocas por la sorpresa. Ambos, como si yo fuese un espejo y se tratase de la misma criatura, se llevaron la mano a su pecho atravesado por cinco agujeros humeantes, y cayeron al suelo convirtiéndose en piedra.
Inmediatamente después, comencé a sentir el efecto secundario de utilizar la magia, pero lo ignoré y, sobre todo, intenté que los draconianos no se dieran cuenta de mi cansancio, ya que podrían usarlo en mi contra. Los miré y vi sus escamosos rostros sorprendidos a la vez que furiosos contemplándome y escuché sus siseos de ira y juramentos en su extraño idioma.
-Venga, ¿a qué esperáis? ¡Atacad, malditos cobardes! –les grité, pretendiendo acabar con esto cuanto antes y también, incitarles a la lucha para que cometiesen algún error.
Dos de los draconianos que quedaban contrajeron sus rostros en horribles muecas de rabia, pero el otro simplemente se carcajeó.
-¿Tanta prisssa tienesss porque te matemosss, hechicera? –me dijo con su extraña voz, mirándome complacido de arriba abajo.- Ssserá una lássstima hacerlo, ssseguro que essscondesss una bonita figura bajo esssa túnica tuya. Quizá podamosss divertirnos juntosss un rato cuando te hayamosss derrotado.
Lo miré con tanto asco como furia, pero no dejé que sus repugnantes comentarios hiciesen mella en mí. Lentamente, los tres draconianos comenzaron a avanzar a la vez hacia mí, cercándome contra una de las paredes de la calle. Parecía que se habían olvidado de la semielfa… o tal vez el otro draconiano había vencido. Inmediatamente negué esa posibilidad, de ser así, habría cuatro draconianos frente a mí.
Antes de dejar que me rodeasen del todo, volví a extender mis manos hacia delante.
-¡Kair tangus miopiar! –grité, y una poderosa llamarada de fuego brotó de mis palmas y calcinó a otros dos de los draconianos, que al igual que sus compañeros murieron convirtiéndose en rocas.
Me tambaleé y por un momento una neblina entorpeció mi vista. Y ese fallo era el que el último draconiano, el que había hablado, estaba esperando. Una sombra se avalanzó sobre mí, espada en mano. Más guiándome por el instinto y el oído que por mi borrosa vista, desvié el afilado acero interponiendo mi Bastón. Debió de pillarle por sorpresa, ya que su arma salió volando por los aires, aunque no frenó su salto hacia mí. Su pesado cuerpo acabó sobre el mío, y ambos caímos sobre el suelo. Intenté defenderme usando mi Bastón, pero con un siseo de ira, lo lanzó lejos de mí de un manotazo. Sus piernas inmovilizaron las mías y sus garrudas y heladas manos se cerraron con fuerza sobre mi cuello.
-Una pena, una verdadera lássstima. –murmuraba burlón muy cerca de mi rostro, y su lengua salió disparada de su boca y me lamió la mejilla. Agarré con las pocas fuerzas que me quedaban sus muñecas, intentando alejarlas de mi cuello, pero parecía un gigante de granito. Abrí la boca desesperadamente, pero el aire no llegaba a mis pulmones. Pataleé sin resultado, ya que su cuerpo impedía el movimiento de mi cadera. Iba a morir. Cerré los ojos, con los brazos laxos e inertes junto a mi cuerpo, y esperé a que la oscuridad me llevase consigo.
Fue entonces cuando aquel aplastante peso desapareció. Habría pensado que había muerto de no ser porque el dolor seguía tan intenso –o más- que antes. Abrí los ojos y esperé a que se aclarase mi visión. Vi a Shäyra, que había apartado de un empellón al draconiano que estaba matándome, caer sobre él, clavando su filo profundamente en su cuello y sacándolo antes de que quedase atrapado en la piedra. Alabé aquel gesto, ya que también sabía que los draconianos no tenían el corazón en el lado izquierdo como el resto de criaturas, sino en el derecho, y si hubiese intentado apuñalarle ahí habría fallado. El draconiano se convirtió en una escultura de tosca piedra.
-Ssha… ah… ra…ahh…-intenté llamarla, pero sólo salió un murmullo ronco e incoherente de entre mis labios. Comencé a toser, y cuando intenté incorporarme, tropecé y caí de nuevo. Tenía que llamar a Shäyra, para decirla que escapase antes de que viniesen más guerreros, y que así pudiese encontrar a sus hermanos. A su hermano. Pero las palabras se negaban a salir de mi dolorida garganta.
-Erelik es...¿Recuerdas en Palanthas, aquella presencia que al parecer sentiste? Pues bien, esa criatura se llama Erelik. Es...- me sorprendió saber que ella se había percatado en Palanthas de cuando sentí la presencia del espíritu. Asentí, casi ávida de saber quién demonios era Erelik, el espíritu. Pero no terminó la respuesta, y yo no pregunté una tercera vez. Aunque estaba algo decepcionada por la respuesta, me conformé.
Entonces los ruidos que había a nuestro alrededor aminoraron, no noté sombras sobre nuestras cabezas, y la insté a aprovechar el momento y salir de allí. Pasamos por calles, callejones y recodos, repitiendo los mismos lugares y dando rodeos, para evitar encontrarnos con nadie. Estábamos en constante peligro. Sentía la continua presión y sensación de estar siendo vigiladas y perseguidas, notaba constantemente una amenaza que impregnaba el aire que respirábamos. Hubo un momento en el que la paranoia me superó y empujé a Shäyra hacia el interior de un oscuro y abandonado edificio. Aunque la sensación seguía ahí, al ver que ninguna criatura monstruosa aparecía, me decidí a salir y abandonar el lugar. Ignoraba si aquel sentimiento era porque verdaderamente alguien nos seguía, o si era una especie de presentimiento.
-Sayen, ¿cuánto...?-comenzó a preguntarme la semielfa al tiempo que pasábamos por una callejuela vacía. Mi respiración era agitada, no sólo por el rápido ritmo que estaba marcando, sino por la adrenalina que sentía. No obstante, no terminó su pregunta. Al girar una esquina que nos llevaría a lo que yo supuse, debido al silencio, que sería otro callejón vacío, nos topamos de frente con una patrulla de siete draconianos.
-Bien, perfecto, nada mejor para esquivar el sueño que una partida de draconianos dispuestos a clavarte la espada hasta traspasarte por completo. Sayen, ¿estás lo suficientemente bien como para lanzar más hechizos? –cuando oí mi nombre me volví hacia Shäyra con un rictus de preocupación, si bien no de miedo. Sacudí la cabeza mientras le respondía.
-Sí, podré apañármelas con estos… -“asquerosos bichos”, pensé, pero no terminé la frase ya que me vi interrumpida por los gritos de los draconianos. Suspiré. Lo que me preocupaba no era reducir a estos draconianos, que sin duda sería costoso, y cansado; sino las dos opciones que nos quedarían cuando los hubiésemos matado. Vendrían soldados que hubiesen escuchado los chillidos de los lagartos, y yo estaría cansada para realizar más hechizos. La solución, y segunda opción, sería huir, pero… ¿estaría en condiciones para correr más rápido que ellos? Lo dudaba.
Entonces el primero de ellos, que debería ser un oficial, se lanzó a correr en pos de nosotras, mientras el resto gritaba. Al principio, me había quedado paralizada por la terrible sorpresa. Cuando el draconiano se lanzó sobre la semielfa, reaccioné, maldiciendo nuestra mala suerte, mi necedad, y al resto de draconianos que sin duda alertarían a más soldados oscuros. Finalmente, los compañeros del primer reptil siguieron a su oficial al mando, desenvainando sus espadas y corriendo hacia nosotras. Aquello hizo que desviase mi atención de la semielfa que se defendía del primer draconiano. Recordé interiormente lo que sabía de aquellas criaturas: eras listas, en ocasiones mucho más inteligentes que los humanos, lo que hacía que fuesen extremadamente hábiles en idear estrategias para acabar con sus enemigos. Por otro lado, también eran sumamente fuertes, y su escamosa y dura piel como la de un cocodrilo era difícil de traspasar. ¿Su punto débil? Quizá el par de alas que tenían a la espalda y sus garras. Aunque las alas les impulsasen muchas ocasiones, eran un importante peso que entorpecía sus acciones y las volvía lentas. Por otra parte, las garras de los pies los volvía poco sigilosos –por lo que no sorprenderían en un ataque por la espalda- y lentos, ya que estorbaban para correr. También sabía que la mayoría de ellas, seguían siendo peligrosas al morir. Unas, se convertían en ácido, otras, explotaban, y la gran mayoría se transformaba en piedra que más tarde se deshacía en un fino polvillo.
Cuando los draconianos estaban bastante cerca de nosotros, y yo ya comenzaba a pensar en un hechizo, una bola de mágico fuego surgió, literalmente, de la nada para impactarse en el pecho de uno de nuestros adversarios. No pude permitirme contemplar boquiabierta el lugar del que había salido la bola, pero enseguida até cabos. El espíritu. Erelik.
Quedaban cinco draconianos, ya que uno estaba muerto y otro luchaba con Shäyra. De esos cinco, alguno miraba a la semielfa y al vacío lugar de la bola ígnea, pero la mayoría me miraban con cautela. Sabían que era una hechicera, así que vi cómo con una señal, dos de ellos se ponían a dos de mis costados, rodeándome, mientras los otros tres esperaban. Sin cerrar los ojos, me concentré en mi hechizo. Sentí las palabras en la boca y el cosquilleante éxtasis que recorría mi cuerpo cada vez que formulaba un encantamiento.
-Ast kiranann kair Gadurm Soth-arn –susurré, mientras extendía ambos brazos –el Bastón quedó apoyado en mi cuerpo-, cada uno apuntando a uno de los draconianos. De cada uno de mis dedos separados y extendidos, brotó un dardo flamígero que fue a impactarse en el pecho de los dos draconianos. Escuché el siseo de sus lenguas bífidas, que salieron y entraron de sus bocas por la sorpresa. Ambos, como si yo fuese un espejo y se tratase de la misma criatura, se llevaron la mano a su pecho atravesado por cinco agujeros humeantes, y cayeron al suelo convirtiéndose en piedra.
Inmediatamente después, comencé a sentir el efecto secundario de utilizar la magia, pero lo ignoré y, sobre todo, intenté que los draconianos no se dieran cuenta de mi cansancio, ya que podrían usarlo en mi contra. Los miré y vi sus escamosos rostros sorprendidos a la vez que furiosos contemplándome y escuché sus siseos de ira y juramentos en su extraño idioma.
-Venga, ¿a qué esperáis? ¡Atacad, malditos cobardes! –les grité, pretendiendo acabar con esto cuanto antes y también, incitarles a la lucha para que cometiesen algún error.
Dos de los draconianos que quedaban contrajeron sus rostros en horribles muecas de rabia, pero el otro simplemente se carcajeó.
-¿Tanta prisssa tienesss porque te matemosss, hechicera? –me dijo con su extraña voz, mirándome complacido de arriba abajo.- Ssserá una lássstima hacerlo, ssseguro que essscondesss una bonita figura bajo esssa túnica tuya. Quizá podamosss divertirnos juntosss un rato cuando te hayamosss derrotado.
Lo miré con tanto asco como furia, pero no dejé que sus repugnantes comentarios hiciesen mella en mí. Lentamente, los tres draconianos comenzaron a avanzar a la vez hacia mí, cercándome contra una de las paredes de la calle. Parecía que se habían olvidado de la semielfa… o tal vez el otro draconiano había vencido. Inmediatamente negué esa posibilidad, de ser así, habría cuatro draconianos frente a mí.
Antes de dejar que me rodeasen del todo, volví a extender mis manos hacia delante.
-¡Kair tangus miopiar! –grité, y una poderosa llamarada de fuego brotó de mis palmas y calcinó a otros dos de los draconianos, que al igual que sus compañeros murieron convirtiéndose en rocas.
Me tambaleé y por un momento una neblina entorpeció mi vista. Y ese fallo era el que el último draconiano, el que había hablado, estaba esperando. Una sombra se avalanzó sobre mí, espada en mano. Más guiándome por el instinto y el oído que por mi borrosa vista, desvié el afilado acero interponiendo mi Bastón. Debió de pillarle por sorpresa, ya que su arma salió volando por los aires, aunque no frenó su salto hacia mí. Su pesado cuerpo acabó sobre el mío, y ambos caímos sobre el suelo. Intenté defenderme usando mi Bastón, pero con un siseo de ira, lo lanzó lejos de mí de un manotazo. Sus piernas inmovilizaron las mías y sus garrudas y heladas manos se cerraron con fuerza sobre mi cuello.
-Una pena, una verdadera lássstima. –murmuraba burlón muy cerca de mi rostro, y su lengua salió disparada de su boca y me lamió la mejilla. Agarré con las pocas fuerzas que me quedaban sus muñecas, intentando alejarlas de mi cuello, pero parecía un gigante de granito. Abrí la boca desesperadamente, pero el aire no llegaba a mis pulmones. Pataleé sin resultado, ya que su cuerpo impedía el movimiento de mi cadera. Iba a morir. Cerré los ojos, con los brazos laxos e inertes junto a mi cuerpo, y esperé a que la oscuridad me llevase consigo.
Fue entonces cuando aquel aplastante peso desapareció. Habría pensado que había muerto de no ser porque el dolor seguía tan intenso –o más- que antes. Abrí los ojos y esperé a que se aclarase mi visión. Vi a Shäyra, que había apartado de un empellón al draconiano que estaba matándome, caer sobre él, clavando su filo profundamente en su cuello y sacándolo antes de que quedase atrapado en la piedra. Alabé aquel gesto, ya que también sabía que los draconianos no tenían el corazón en el lado izquierdo como el resto de criaturas, sino en el derecho, y si hubiese intentado apuñalarle ahí habría fallado. El draconiano se convirtió en una escultura de tosca piedra.
-Ssha… ah… ra…ahh…-intenté llamarla, pero sólo salió un murmullo ronco e incoherente de entre mis labios. Comencé a toser, y cuando intenté incorporarme, tropecé y caí de nuevo. Tenía que llamar a Shäyra, para decirla que escapase antes de que viniesen más guerreros, y que así pudiese encontrar a sus hermanos. A su hermano. Pero las palabras se negaban a salir de mi dolorida garganta.
Sayen- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 13/07/2010
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Raza: Humano
Re: La ciudad de las tropas oscuras
Vi cómo se defendía Sayen, lanzando un hechizo ígneo a dos de los asquerosos seres. Iba a ayudarla a acabar con el resto, cuando de pronto hinqué la rodilla en el suelo. Me llevé una mano a un costado, allí donde el draconiano al que había matado me golpeó. No tenía noción del dolor hasta ese momento. Sentí un ligero calambre.
-''Tendré un moratón, pero nada más''-me dije a mí misma.
Cuando pude ponerme de nuevo en pie, observé a otros dos draconianos muertos, transformados en roca. El último de todos bisbeaba algo que no alcancé a oir, quizá porque mis sentidos estaban algo embotados. Mis manos sudaban y el báculo amenazaba con caérseme en cualquier momento.
Entonces, aquel ser repugnante se avalanzó sobre la hechicera, aplastándola con su cuerpo. Si no hacía algo pronto, la mataría. Al pensar en esa posibilidad, algo se rebeló dentro de mí. ¡No dejaría que aquel...bicho salido del más profundo Abismo se llevase a la única persona que podía ayudarme! ¡No se lo permitiría! Así pues, mis manos agarraron el cayado, decididas a no dejar que éste se escapase. Corrí hacia Sayen y hacia el draconiano, le pegué a éste un puntapié, clavándole dolorosamente mi puntera en un lado de su cuerpo. Sin pensármelo dos veces, le acuchillé de forma violenta, lanzándome contra él, desgarrándole el cuello. Poco después, era una roca.
Me acerqué a Sayen, que murmuraba algo incoherente, al menos para mí. Chasqueé los dedos, para ver si respondía, pero estaba extenuada. Me giré hacia Erelik.
-Sácanos de aquí, ya-la ordené.
Ella me miró con el entrecejo fruncido, se cruzó de brazos y alzó la barbilla.
-Erelik, sácanos de aquí-volví a decir, esta vez con más dureza.
Mi hermana no me hacía ni caso.
-Muy bien, no te necesito. Cargaré con Sayen yo sola, y si nos matan en el intento de huida, será sólo culpa tuya. ¡Ya veremos cómo le explicas este hecho a mamá cuando nos reunamos todos!
Sin duda, era una amenaza vacía. ¿Qué le iba a hacer un espíritu a otro espíritu? Lancé un improperio tal que, si mi padre alzase la cabeza, volvería a caer fulminado al oirme.
Cogí a Sayen como pude, pasé uno de mis brazos por su espalda, mientras que con el otro agarraba su vara. Conté mentalmente hasta tres, y entonces la alcé. Apenas podía caminar. Miré a mi gemela de forma hosca, con el entrecejo fruncido. Ella ni me miró.
Oí unos ruidos, no muy lejos. Chasqueé la lengua, frustrada. No íbamos a poder escabar de allí con vida. Aparecieron unas figuras en una esquina, prestas a atraparnos. Fue cuando la parte inteligente de mi querida hermana floreció y, a regañadientes, se acercó a nosotras. Me agarró de la túnica, mirándome enfadada.
Sentí una sensación de vacío, una corriente pasando por mi columna. El suelo desaparecía, algo me agarraba fuertemente de algún lugar de mi cuerpo y me arrastraba. Cuando creía que iba a explotar, el suelo volvió a estar bajo mis pies. Pero, esta vez, era una manta de hierba y flores, no muy alegres, pero flores al fin y al cabo. Estábamos en un bosque, en un frondoso bosque. Los árboles eran altos, de troncos gruesos, con hojas entre doradas y rojas, pero revestidas de un horrible toque de oscuridad. No parecía haber más vida que la vegetal. Miré hacia arriba, pues la luz de las lunas apenas se veía. Había tal cantidad de ramas intrincadas llenas de hojas que sería imposible que uno de los Dragones que sobrevolaban la zona nos viesen. Respiré, tranquila. Estábamos a salvo...al menos por ahora.
Dejé a la Túnica Roja sobre la floresta, al igual que su vara, y me giré hacia mi hermana.
-¿A ti qué narices te pasa, eh?-la pregunté, casi gritando.
-¡Bueno, os he salvado, ¿no?! ¿No es eso lo que cuenta?
-Erelik, esta mujer que ves aquí, tumbada, seguramente sea la única persona de todo Krynn que pueda ayudarme a encontrar a nuestros hermanos. ¡Que sea la última vez que te comportas de esta manera, ¿de acuerdo?! ¡Pensé que tendrías más cabeza, maldita sea! ¡Han estado a punto de cazarnos! ¡A partir de ahora, más te vale que te comportes mejor si no quieres que esta misión se vaya al garete!
-¡No es por ti, es por...!-no terminó la frase.
Ladeé la cabeza hacia Sayen, aún tumbada. No sabía con certeza si me había escuchado o no, pero en cualquier caso, ya no importaba. Ya sabía que Erelik era un espíritu.
-Bien, ¿qué te pasa con Sayen? ¡Me está ayudando! ¡No es un monstruo! Quizá sea mejor compañía que tú.
Dicho esto, me giré por completo y me senté al lado de la hechicera, esperando a que se recuperase. Estaba enfadada con Erelik por ser tan infantil, por lo que no me percaté de que mis palabras la habían herido más de lo que pudiese imaginarme.
-''Tendré un moratón, pero nada más''-me dije a mí misma.
Cuando pude ponerme de nuevo en pie, observé a otros dos draconianos muertos, transformados en roca. El último de todos bisbeaba algo que no alcancé a oir, quizá porque mis sentidos estaban algo embotados. Mis manos sudaban y el báculo amenazaba con caérseme en cualquier momento.
Entonces, aquel ser repugnante se avalanzó sobre la hechicera, aplastándola con su cuerpo. Si no hacía algo pronto, la mataría. Al pensar en esa posibilidad, algo se rebeló dentro de mí. ¡No dejaría que aquel...bicho salido del más profundo Abismo se llevase a la única persona que podía ayudarme! ¡No se lo permitiría! Así pues, mis manos agarraron el cayado, decididas a no dejar que éste se escapase. Corrí hacia Sayen y hacia el draconiano, le pegué a éste un puntapié, clavándole dolorosamente mi puntera en un lado de su cuerpo. Sin pensármelo dos veces, le acuchillé de forma violenta, lanzándome contra él, desgarrándole el cuello. Poco después, era una roca.
Me acerqué a Sayen, que murmuraba algo incoherente, al menos para mí. Chasqueé los dedos, para ver si respondía, pero estaba extenuada. Me giré hacia Erelik.
-Sácanos de aquí, ya-la ordené.
Ella me miró con el entrecejo fruncido, se cruzó de brazos y alzó la barbilla.
-Erelik, sácanos de aquí-volví a decir, esta vez con más dureza.
Mi hermana no me hacía ni caso.
-Muy bien, no te necesito. Cargaré con Sayen yo sola, y si nos matan en el intento de huida, será sólo culpa tuya. ¡Ya veremos cómo le explicas este hecho a mamá cuando nos reunamos todos!
Sin duda, era una amenaza vacía. ¿Qué le iba a hacer un espíritu a otro espíritu? Lancé un improperio tal que, si mi padre alzase la cabeza, volvería a caer fulminado al oirme.
Cogí a Sayen como pude, pasé uno de mis brazos por su espalda, mientras que con el otro agarraba su vara. Conté mentalmente hasta tres, y entonces la alcé. Apenas podía caminar. Miré a mi gemela de forma hosca, con el entrecejo fruncido. Ella ni me miró.
Oí unos ruidos, no muy lejos. Chasqueé la lengua, frustrada. No íbamos a poder escabar de allí con vida. Aparecieron unas figuras en una esquina, prestas a atraparnos. Fue cuando la parte inteligente de mi querida hermana floreció y, a regañadientes, se acercó a nosotras. Me agarró de la túnica, mirándome enfadada.
Sentí una sensación de vacío, una corriente pasando por mi columna. El suelo desaparecía, algo me agarraba fuertemente de algún lugar de mi cuerpo y me arrastraba. Cuando creía que iba a explotar, el suelo volvió a estar bajo mis pies. Pero, esta vez, era una manta de hierba y flores, no muy alegres, pero flores al fin y al cabo. Estábamos en un bosque, en un frondoso bosque. Los árboles eran altos, de troncos gruesos, con hojas entre doradas y rojas, pero revestidas de un horrible toque de oscuridad. No parecía haber más vida que la vegetal. Miré hacia arriba, pues la luz de las lunas apenas se veía. Había tal cantidad de ramas intrincadas llenas de hojas que sería imposible que uno de los Dragones que sobrevolaban la zona nos viesen. Respiré, tranquila. Estábamos a salvo...al menos por ahora.
Dejé a la Túnica Roja sobre la floresta, al igual que su vara, y me giré hacia mi hermana.
-¿A ti qué narices te pasa, eh?-la pregunté, casi gritando.
-¡Bueno, os he salvado, ¿no?! ¿No es eso lo que cuenta?
-Erelik, esta mujer que ves aquí, tumbada, seguramente sea la única persona de todo Krynn que pueda ayudarme a encontrar a nuestros hermanos. ¡Que sea la última vez que te comportas de esta manera, ¿de acuerdo?! ¡Pensé que tendrías más cabeza, maldita sea! ¡Han estado a punto de cazarnos! ¡A partir de ahora, más te vale que te comportes mejor si no quieres que esta misión se vaya al garete!
-¡No es por ti, es por...!-no terminó la frase.
Ladeé la cabeza hacia Sayen, aún tumbada. No sabía con certeza si me había escuchado o no, pero en cualquier caso, ya no importaba. Ya sabía que Erelik era un espíritu.
-Bien, ¿qué te pasa con Sayen? ¡Me está ayudando! ¡No es un monstruo! Quizá sea mejor compañía que tú.
Dicho esto, me giré por completo y me senté al lado de la hechicera, esperando a que se recuperase. Estaba enfadada con Erelik por ser tan infantil, por lo que no me percaté de que mis palabras la habían herido más de lo que pudiese imaginarme.
Shäyra- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 02/07/2010
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Raza: Semielfo
Re: La ciudad de las tropas oscuras
La semielfa se acercó a mí. No habría entendido lo que decía, pero me habría oído de todos modos. No distinguía muy bien sus rasgos, era más bien como una sombra oscura, pero sabía que era ella. Entonces se alejó un poco de mí y habló.
-Sácanos de aquí, ya. Erelik, sácanos de aquí. –me pareció que lo decía con severidad, pero no estaba segura. Pese a oír los sonidos del exterior, sentía que me hundía más y más bajo una masa oscura y pegajosa de agua. Las palabras llegaban distantes hasta mi cerebro. - Muy bien, no te necesito. Cargaré con Sayen yo sola, y si nos matan en el intento de huida, será sólo culpa tuya. ¡Ya veremos cómo le explicas este hecho a mamá cuando nos reunamos todos!
No entendía lo que decía. No comprendía a lo que se refería. Sólo había llegado a una conclusión que no se me había ocurrido hasta ahora: Erelik, el espíritu, podía transportarnos mágicamente y sacarnos de aquel lugar en un suspiro. Comencé a tener esperanzas de conseguir salir viva de allí. No obstante, no entendía el tono enfadado de Shäyra. ¿Qué sucedía? ¿Por qué el espíritu no hacía nada?
Me sentía vacía y perdida. Ni siquiera sentía el reconfortante tacto de la madera de mi mágico cayado.
Entonces la figura de la semielfa se acercó a mí y cargó con mi peso para ayudarme a incorporarme. A pesar de estar débil, mi malestar remitía poco a poco, y me esforcé en intentar suavizarla la tarea de cargar conmigo. Nerviosa, escuché unos ruidos de pisadas y armaduras que se acercaban. Esta vez era diferente a Palanthas; allí, a lo mejor nos habrían encarcelado e interrogado, pero aquí nos matarían, o torturarían.
-N-no… -murmuré.- Mi… mm… Bas-tón…- no podía irme sin él.
Y entonces sentí un vacío en el estómago que me mareó. Tuve la sensación que debía tener un pez cuando se le clavaba el anzuelo y el pescador tiraba de la caña y el pescado volaba por los aires. Aquella sensación no ayudaba a que me sintiese mejor. Por suerte, ya estaba acostumbrada, aunque notaba que el origen de aquello no era de la misma magia que yo usaba. La sensación remitió, y pronto noté tierra firme bajo mis botas. A mis fosas nasales llegó el olor a hierba y hojas secas. Abrí disimuladamente un ojo, y vislumbré un bosque sumido en una antinatural oscuridad, más negra que la de la noche. Alcé levemente la cabeza y vi frondosas ramas sobre nosotras. Aquello tapaba la luz de las lunas.
La semielfa me agarró y yo cerré el ojo que había medio abierto mientras me depositaba con cuidado sobre la hierba, apoyada en el tronco de un árbol. Oí otro ruido cerca de mí. Alargué la mano y toqué la madera de mi Bastón. Suspiré imperceptiblemente, aliviada, y me recosté cómodamente en el tronco, buscando el anhelado descanso.
-¿A ti qué narices te pasa, eh? – casi gritó Shäyra. Mi parte más cansada y estúpida estuvo a punto de mandarla callar, pero mi lado racional, que comenzaba a despertar ahora que estaba a salvo y descansando, quiso saber qué decía. Debía de estar hablando con Erelik. -Erelik, esta mujer que ves aquí, tumbada, seguramente sea la única persona de todo Krynn que pueda ayudarme a encontrar a nuestros hermanos. ¡Que sea la última vez que te comportas de esta manera, ¿de acuerdo?! ¡Pensé que tendrías más cabeza, maldita sea! ¡Han estado a punto de cazarnos! ¡A partir de ahora, más te vale que te comportes mejor si no quieres que esta misión se vaya al garete!
Me hubiese gustado saber qué era lo que decía el espíritu. Seguí con los ojos cerrados y mantuve la profunda respiración, para que no descubriesen que estaba despierta.
-Bien, ¿qué te pasa con Sayen? ¡Me está ayudando! ¡No es un monstruo! Quizá sea mejor compañía que tú. –me planteé una posibilidad que no se me había ocurrido pensar. ¿El espíritu no estaba de acuerdo con mi compañía? No es que hiriese mis sentimientos, precisamente, pero era una curiosa posibilidad.
Y sentí cómo Shäyra se sentaba a mi lado. Parecía que no me había descubierto. Esperé unos minutos más, y finalmente decidí “despertar”.
Abrí los ojos con una exclamación ahogada y me incliné hacia delante. Creo que el efecto quedó bastante logrado.
-¿Dónde estamos? –pregunté, mirando a mi alrededor y finalmente a Shäyra. Sabía que nos habíamos transportado a un bosque, pero no sabía exactamente dónde. Únicamente era consciente de los rugidos de los dragones y el sonido del aleteo de fuertes alas a lo lejos. –Cerca de Sanction aún, ¿no es así? –deduje. Hablaba con voz ronca y baja, aún sentía la presión de las manos del draconiano sobre mi cuello. –Bueno, parece que aquí estamos a salvo de momento. Creo que esta noche podríamos acampar aquí. –dije, hablando despacio y con un poco de esfuerzo. Eso no tenía que fingirlo, me encontraba exhausta y débil.
Me estiré y cogí mi Bastón, acercándolo más a mí. Después, me volví hacia Shäyra.
-¿Estás herida? –no parecía estarlo, pero mejor asegurarse.- Si lo estás, puedes usar algo de mi bolsa, desde hierbas medicinales hasta ungüentos para heridas. –dije, señalándole la bolsa que siempre llevaba colgada.- Si me permites, yo voy a descansar ya.
Tras decir esto, me despedí y me tumbé sobre la mullida hierba del bosque. Pese a mi cansancio, no tenía sueño, pero fingí dormir de nuevo. Con algo de suerte, la semielfa volvería a hablar con el espíritu.
-Sácanos de aquí, ya. Erelik, sácanos de aquí. –me pareció que lo decía con severidad, pero no estaba segura. Pese a oír los sonidos del exterior, sentía que me hundía más y más bajo una masa oscura y pegajosa de agua. Las palabras llegaban distantes hasta mi cerebro. - Muy bien, no te necesito. Cargaré con Sayen yo sola, y si nos matan en el intento de huida, será sólo culpa tuya. ¡Ya veremos cómo le explicas este hecho a mamá cuando nos reunamos todos!
No entendía lo que decía. No comprendía a lo que se refería. Sólo había llegado a una conclusión que no se me había ocurrido hasta ahora: Erelik, el espíritu, podía transportarnos mágicamente y sacarnos de aquel lugar en un suspiro. Comencé a tener esperanzas de conseguir salir viva de allí. No obstante, no entendía el tono enfadado de Shäyra. ¿Qué sucedía? ¿Por qué el espíritu no hacía nada?
Me sentía vacía y perdida. Ni siquiera sentía el reconfortante tacto de la madera de mi mágico cayado.
Entonces la figura de la semielfa se acercó a mí y cargó con mi peso para ayudarme a incorporarme. A pesar de estar débil, mi malestar remitía poco a poco, y me esforcé en intentar suavizarla la tarea de cargar conmigo. Nerviosa, escuché unos ruidos de pisadas y armaduras que se acercaban. Esta vez era diferente a Palanthas; allí, a lo mejor nos habrían encarcelado e interrogado, pero aquí nos matarían, o torturarían.
-N-no… -murmuré.- Mi… mm… Bas-tón…- no podía irme sin él.
Y entonces sentí un vacío en el estómago que me mareó. Tuve la sensación que debía tener un pez cuando se le clavaba el anzuelo y el pescador tiraba de la caña y el pescado volaba por los aires. Aquella sensación no ayudaba a que me sintiese mejor. Por suerte, ya estaba acostumbrada, aunque notaba que el origen de aquello no era de la misma magia que yo usaba. La sensación remitió, y pronto noté tierra firme bajo mis botas. A mis fosas nasales llegó el olor a hierba y hojas secas. Abrí disimuladamente un ojo, y vislumbré un bosque sumido en una antinatural oscuridad, más negra que la de la noche. Alcé levemente la cabeza y vi frondosas ramas sobre nosotras. Aquello tapaba la luz de las lunas.
La semielfa me agarró y yo cerré el ojo que había medio abierto mientras me depositaba con cuidado sobre la hierba, apoyada en el tronco de un árbol. Oí otro ruido cerca de mí. Alargué la mano y toqué la madera de mi Bastón. Suspiré imperceptiblemente, aliviada, y me recosté cómodamente en el tronco, buscando el anhelado descanso.
-¿A ti qué narices te pasa, eh? – casi gritó Shäyra. Mi parte más cansada y estúpida estuvo a punto de mandarla callar, pero mi lado racional, que comenzaba a despertar ahora que estaba a salvo y descansando, quiso saber qué decía. Debía de estar hablando con Erelik. -Erelik, esta mujer que ves aquí, tumbada, seguramente sea la única persona de todo Krynn que pueda ayudarme a encontrar a nuestros hermanos. ¡Que sea la última vez que te comportas de esta manera, ¿de acuerdo?! ¡Pensé que tendrías más cabeza, maldita sea! ¡Han estado a punto de cazarnos! ¡A partir de ahora, más te vale que te comportes mejor si no quieres que esta misión se vaya al garete!
Me hubiese gustado saber qué era lo que decía el espíritu. Seguí con los ojos cerrados y mantuve la profunda respiración, para que no descubriesen que estaba despierta.
-Bien, ¿qué te pasa con Sayen? ¡Me está ayudando! ¡No es un monstruo! Quizá sea mejor compañía que tú. –me planteé una posibilidad que no se me había ocurrido pensar. ¿El espíritu no estaba de acuerdo con mi compañía? No es que hiriese mis sentimientos, precisamente, pero era una curiosa posibilidad.
Y sentí cómo Shäyra se sentaba a mi lado. Parecía que no me había descubierto. Esperé unos minutos más, y finalmente decidí “despertar”.
Abrí los ojos con una exclamación ahogada y me incliné hacia delante. Creo que el efecto quedó bastante logrado.
-¿Dónde estamos? –pregunté, mirando a mi alrededor y finalmente a Shäyra. Sabía que nos habíamos transportado a un bosque, pero no sabía exactamente dónde. Únicamente era consciente de los rugidos de los dragones y el sonido del aleteo de fuertes alas a lo lejos. –Cerca de Sanction aún, ¿no es así? –deduje. Hablaba con voz ronca y baja, aún sentía la presión de las manos del draconiano sobre mi cuello. –Bueno, parece que aquí estamos a salvo de momento. Creo que esta noche podríamos acampar aquí. –dije, hablando despacio y con un poco de esfuerzo. Eso no tenía que fingirlo, me encontraba exhausta y débil.
Me estiré y cogí mi Bastón, acercándolo más a mí. Después, me volví hacia Shäyra.
-¿Estás herida? –no parecía estarlo, pero mejor asegurarse.- Si lo estás, puedes usar algo de mi bolsa, desde hierbas medicinales hasta ungüentos para heridas. –dije, señalándole la bolsa que siempre llevaba colgada.- Si me permites, yo voy a descansar ya.
Tras decir esto, me despedí y me tumbé sobre la mullida hierba del bosque. Pese a mi cansancio, no tenía sueño, pero fingí dormir de nuevo. Con algo de suerte, la semielfa volvería a hablar con el espíritu.
Sayen- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 13/07/2010
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Re: La ciudad de las tropas oscuras
Oí un ruido y levanté la cabeza. Sayen se había despertado ya, pero seguía pareciendo extenuada y frágil. Observé cómo ella inspeccionaba el lúgubre bosque en el que estábamos. Después, giró su cabeza hacia mí, preguntándome que dónde estábamos. Se contestó ella solita, así que no me hizo falta abrir la boca para nada.
-Bueno, parece que aquí estamos a salvo de momento. Creo que esta noche podríamos acampar aquí-me dijo.
Asentí y me levanté. Me toqué el costado en el que tenía el moratón, ya que me había dado un pinchazo, pero enseguida le resté importancia. Por lo menos estaba viva.
-¿Estás herida?-me preguntó Sayen-Si lo estás, puedes usar algo de mi bolsa, desde hierbas medicinales hasta ungüentos para heridas. Si me permites, yo voy a descansar ya.
-Gracias, Sayen, pero no tengo ninguna herida-contesté. Solo era un pequeño moratón, nada más-. Bueno, descansa entonces. Yo todavía me quedaré un rato más despierta.
Sayen se acostó sobre la maleza. Pasado un rato, cuando parecía dormida, observé detenidamente la zona para encontrar a Erelik. Estaba sentada al lado de un árbol, cabizbaja, como si estuviese en otro mundo. Me acerqué a ella y puse una mano sobre su hombro. A pesar de ser un espíritu, podía tocarla ya que estaba bastante materializada.
-Erelik, ¿qué te pasa?-le pregunté suavemente.
-Vete con Sayen, déjame en paz..
No la hice caso y me senté en frente suyo, con las piernas cruzadas. Le miré largamente la carita redondeada, de niña pequeña, que tenía. Suspiré. Había sido cruel con ella.
-Siento lo que te he dicho, de verdad. No...No lo pensé.
Erelik me miró a los ojos de forma rápida, y los volvió a bajar. Acercó las rodillas a su pecho y recostó la cabeza sobre ellas.
Me mordí el labio y acerqué una temblorosa mano a su cabeza, para acariciarla. Al notarla, mi gemela rehusó el contacto echando la cabeza hacia atrás.
-Vete, Shäyra. No estoy de humor.
-Erelik, por favor. Sabes de sobra que no lo dije en serio. ¡Eres mi hermana!
-Eso tendrías que haberlo pensado antes de decirme que no me necesitabas.
-¡Por Paladine, Erelik, claro que te necesito! ¡Necesito tanto tu ayuda como tu presencia a mi lado! Ya te perdí una vez, hace once años, por favor, no me dejes ahora.-aquí, mi voz se quebró.
Noté temblar mi barbilla. Mis ojos se humedecieron al recordar lo que pasó aquella mañana. Me pasé una mano por ellos antes de que derramasen una lágrima.
-Erelik, por...por fav-favor,,,
No lo aguanté más. Las lágrimas fluyeron, libres, por mis mejillas. Eso debió de enternecer a mi hermana, ya que se acercó a mí y me abrazó.
-Tranquila, Shäyra. No llores, no me perderás. Estaré a tu lado siempre, te lo prometo. Tranquilízate.
Me sequé las mejillas con un pañuelo que tenía guardado en uno de los bolsillos de la túnica. Me separé entonces de mi gemela y esbocé una pequeña sonrisa.
-No volveré a hablarte así, de verdad. No quiero que vuelvas a enfadarte conmigo. No quiero malgastar el tiempo que estemos juntas con riñas, antes de que vuelvas con mamá y papá.
-Ve a descansar un poco, hermana. Con la salida del sol, te despertaré. Y, por cierto, yo tampoco volveré a ser tan cabezona e infantil. ¡Intentaré llevarme bien con Sayen, te lo prometo! A lo mejor acabo apareciéndome ante ella y todo.
Esta vez, sonreí abiertamente. La besé en la mejilla y fui a acostarme. Me recosté con la espalda apoyada en un árbol, cerré los ojos y me sumí en un profundo sueño...
''-¡Mamá, mamá!-grito, al no recibir una respuesta.
Algo malo pasa. Mamá no tarda tanto en contestar...Fui a la salita que está al fondo de la casa y allí vi a mamá...a mamá con...con un cuchillo...atravesándole el cuello...
Grito, lloro, llamo a Alasse que, al oirme, entra corriendo. Ella me abraza y me obliga a que no mire aquella atrocidaz. Llama a papá, que tampoco contesta. Sabe lo que yo misma sé: que no lo hará. Papá tampoco contestará. Entonces, lo ve. Lo ve en el suelo. Yo también lo veo, ya que a ella le flaquearon las fuerzas y me soltó. Tiene una enorme herida en el estómago. Sigue saliendo un hilillo de sangre que mancha el suelo. Huyo, salgo corriendo de la sala, gritando. Me voy a mi habitación a ciegas, dejando tras de mí un mar de lágrimas. Y, cuando abro la puerta de mi alcoba, veo sobre la cama...''
-¡¡Arriba, hermanita, que ya es de día!!
Abrí los ojos perezosamente, intentando alejar de mí aquel recuerdo. Vi el rostro alegre de mi hermana, y entonces supe que todo iba a ir bien. Mi hermana estaba allí, conmigo.
Me levanté, me desperecé y llamé a Sayen.
-Despierta, hechicera, ya es de día. Hemos de ponernos en marcha.
Alcé la vista. Los rayos de sol se colaban a duras penas por entre el follaje. A pesar del lugar, a pesar de los malos recuerdos, a pesar de la oscuridad que amenazaba con ahogarme, todo iba a ir bien. Todo iba a ir bien, porque Erelik me miraba sonriente. Porque veía la cara de mi hermana Alasse, con una enorme sonrisa. Porque, en algún lugar de mi mente, también veía a Talik. Porque con eso me bastaba para seguir adelante, aunque una horda de Dragones se cruzara en mi camino.
-Bueno, parece que aquí estamos a salvo de momento. Creo que esta noche podríamos acampar aquí-me dijo.
Asentí y me levanté. Me toqué el costado en el que tenía el moratón, ya que me había dado un pinchazo, pero enseguida le resté importancia. Por lo menos estaba viva.
-¿Estás herida?-me preguntó Sayen-Si lo estás, puedes usar algo de mi bolsa, desde hierbas medicinales hasta ungüentos para heridas. Si me permites, yo voy a descansar ya.
-Gracias, Sayen, pero no tengo ninguna herida-contesté. Solo era un pequeño moratón, nada más-. Bueno, descansa entonces. Yo todavía me quedaré un rato más despierta.
Sayen se acostó sobre la maleza. Pasado un rato, cuando parecía dormida, observé detenidamente la zona para encontrar a Erelik. Estaba sentada al lado de un árbol, cabizbaja, como si estuviese en otro mundo. Me acerqué a ella y puse una mano sobre su hombro. A pesar de ser un espíritu, podía tocarla ya que estaba bastante materializada.
-Erelik, ¿qué te pasa?-le pregunté suavemente.
-Vete con Sayen, déjame en paz..
No la hice caso y me senté en frente suyo, con las piernas cruzadas. Le miré largamente la carita redondeada, de niña pequeña, que tenía. Suspiré. Había sido cruel con ella.
-Siento lo que te he dicho, de verdad. No...No lo pensé.
Erelik me miró a los ojos de forma rápida, y los volvió a bajar. Acercó las rodillas a su pecho y recostó la cabeza sobre ellas.
Me mordí el labio y acerqué una temblorosa mano a su cabeza, para acariciarla. Al notarla, mi gemela rehusó el contacto echando la cabeza hacia atrás.
-Vete, Shäyra. No estoy de humor.
-Erelik, por favor. Sabes de sobra que no lo dije en serio. ¡Eres mi hermana!
-Eso tendrías que haberlo pensado antes de decirme que no me necesitabas.
-¡Por Paladine, Erelik, claro que te necesito! ¡Necesito tanto tu ayuda como tu presencia a mi lado! Ya te perdí una vez, hace once años, por favor, no me dejes ahora.-aquí, mi voz se quebró.
Noté temblar mi barbilla. Mis ojos se humedecieron al recordar lo que pasó aquella mañana. Me pasé una mano por ellos antes de que derramasen una lágrima.
-Erelik, por...por fav-favor,,,
No lo aguanté más. Las lágrimas fluyeron, libres, por mis mejillas. Eso debió de enternecer a mi hermana, ya que se acercó a mí y me abrazó.
-Tranquila, Shäyra. No llores, no me perderás. Estaré a tu lado siempre, te lo prometo. Tranquilízate.
Me sequé las mejillas con un pañuelo que tenía guardado en uno de los bolsillos de la túnica. Me separé entonces de mi gemela y esbocé una pequeña sonrisa.
-No volveré a hablarte así, de verdad. No quiero que vuelvas a enfadarte conmigo. No quiero malgastar el tiempo que estemos juntas con riñas, antes de que vuelvas con mamá y papá.
-Ve a descansar un poco, hermana. Con la salida del sol, te despertaré. Y, por cierto, yo tampoco volveré a ser tan cabezona e infantil. ¡Intentaré llevarme bien con Sayen, te lo prometo! A lo mejor acabo apareciéndome ante ella y todo.
Esta vez, sonreí abiertamente. La besé en la mejilla y fui a acostarme. Me recosté con la espalda apoyada en un árbol, cerré los ojos y me sumí en un profundo sueño...
''-¡Mamá, mamá!-grito, al no recibir una respuesta.
Algo malo pasa. Mamá no tarda tanto en contestar...Fui a la salita que está al fondo de la casa y allí vi a mamá...a mamá con...con un cuchillo...atravesándole el cuello...
Grito, lloro, llamo a Alasse que, al oirme, entra corriendo. Ella me abraza y me obliga a que no mire aquella atrocidaz. Llama a papá, que tampoco contesta. Sabe lo que yo misma sé: que no lo hará. Papá tampoco contestará. Entonces, lo ve. Lo ve en el suelo. Yo también lo veo, ya que a ella le flaquearon las fuerzas y me soltó. Tiene una enorme herida en el estómago. Sigue saliendo un hilillo de sangre que mancha el suelo. Huyo, salgo corriendo de la sala, gritando. Me voy a mi habitación a ciegas, dejando tras de mí un mar de lágrimas. Y, cuando abro la puerta de mi alcoba, veo sobre la cama...''
-¡¡Arriba, hermanita, que ya es de día!!
Abrí los ojos perezosamente, intentando alejar de mí aquel recuerdo. Vi el rostro alegre de mi hermana, y entonces supe que todo iba a ir bien. Mi hermana estaba allí, conmigo.
Me levanté, me desperecé y llamé a Sayen.
-Despierta, hechicera, ya es de día. Hemos de ponernos en marcha.
Alcé la vista. Los rayos de sol se colaban a duras penas por entre el follaje. A pesar del lugar, a pesar de los malos recuerdos, a pesar de la oscuridad que amenazaba con ahogarme, todo iba a ir bien. Todo iba a ir bien, porque Erelik me miraba sonriente. Porque veía la cara de mi hermana Alasse, con una enorme sonrisa. Porque, en algún lugar de mi mente, también veía a Talik. Porque con eso me bastaba para seguir adelante, aunque una horda de Dragones se cruzara en mi camino.
Shäyra- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 02/07/2010
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Re: La ciudad de las tropas oscuras
-¿Estás herida? –no parecía estarlo, pero mejor asegurarse.- Si lo estás, puedes usar algo de mi bolsa, desde hierbas medicinales hasta ungüentos para heridas. –dije, señalándole la bolsa que siempre llevaba colgada.- Si me permites, yo voy a descansar ya.
-Gracias, Sayen, pero no tengo ninguna herida. –asentí.- Bueno, descansa entonces. Yo todavía me quedaré un rato más despierta.
Tras que dijese aquello, me despedí y me tumbé sobre la mullida hierba del bosque. Pese a mi cansancio, no tenía sueño, pero fingí dormir de nuevo. Con algo de suerte, la semielfa volvería a hablar con el espíritu.
Esperé pacientemente unos momentos, respirando profundamente, muy quieta. Shäyra se levantó y se alejó de mí. No fue muy lejos, escuché el sonido de sus pasos, que finalmente se detuvieron unos metros más allá, probablemente en el otro extremo del claro en el que estábamos.
-Erelik, ¿qué te pasa? –preguntó con voz suave. -Siento lo que te he dicho, de verdad. No...No lo pensé. –hizo una pausa.- Erelik, por favor. Sabes de sobra que no lo dije en serio. ¡Eres mi hermana! –exclamó. Me quedé rígida por la sorpresa. ¡Su hermana! Ahora encajaban muchas cosas. -¡Por Paladine, Erelik, claro que te necesito! ¡Necesito tanto tu ayuda como tu presencia a mi lado! Ya te perdí una vez, hace once años, por favor, no me dejes ahora. –al terminar su frase, se le quebró la voz. - Erelik, por...por fav-favor…-la escuché gemir, al borde del llanto, tal vez víctima ya de él. En aquel momento me sentí mal conmigo misma, me sentí una intrusa, una espía. Sentí que estaba invadiendo un momento íntimo entre dos personas (estuviesen vivas o muertas), y que no era quien para hacerlo.
Uniendo los datos que conocía, me hice una idea en la cabeza, aunque no estaba del todo segura de estar en lo cierto. Por lo visto, Shäyra, había perdido a su familia. Su hermana y sus padres habían muerto, y ahora ella buscaba a sus otros dos hermanos: Talik y Alasse. Sentí una punzada de lástima en el corazón. Yo había perdido a mi madre, pero no sabía lo que se sentía ya que nunca la había llegado a conocer. La única persona que había podido considerar como mi familia había sido Maver, y nunca nos habíamos entendido bien. No obstante, me dolió su postura sobre la magia, y que finalmente me repudiara por ser lo que era.
-No volveré a hablarte así, de verdad. No quiero que vuelvas a enfadarte conmigo. No quiero malgastar el tiempo que estemos juntas con riñas, antes de que vuelvas con mamá y papá. –prometió la semielfa.
Después de aquello, lo único que oí fue un cuerpo que hacía sonar la hierba, así que supuse que Shäyra también se había acostado. Me removí, buscando una postura más cómoda, y por fin, descansé, sumida en un soporífero sueño.
A la mañana siguiente, la llamada de Shäyra me despertó.
-Despierta, hechicera, ya es de día. Hemos de ponernos en marcha.
Me estiré para desentumecer los agarrotados músculos. Había tenido una pesadilla aquella noche, aunque estaba descansada de nuevo. En mi sueño yo estaba con Talik. Éramos felices juntos. No obstante, el sueño cambió, y todo acabó en una pesadilla con sangre, lágrimas y gritos… Por suerte, no la recordaba. Me levanté del suelo, agarrando mi Bastón y colgándome la bolsa al cuerpo. No tenía provisiones, pero tampoco sentía hambre.
Miré a la semielfa, temiendo encontrar rastros de la conversación de anoche, aunque hubiese acabado bien. Me alegró encontrarla con gesto resuelto y decidido.
Nos pusimos en marcha inmediatamente, rumbo al sur. No salimos del bosque, temiendo ser descubiertas por alguno de los Dragones Azules. Yo saqué mi libro de encantamientos y me dediqué a estudiar los hechizos que el día anterior había formulado, y por lo tanto, había olvidado. Apenas entraba la luz del sol por entre las ramas de los árboles, pero me las apañé bastante bien. Cuando terminé, lo guardé de nuevo en mi bolsa y seguí caminando en silencio, pensativa.
Decidí hacerle más preguntas a Shäyra sobre Erelik, teniendo cuidado de no demostrar que la noche anterior las había estado “espiando”.
-Shäyra, ¿desde cuándo lleva Erelik acompañándote? –intenté ignorar el hecho de que, por lo que había escuchado ayer, yo no era del agrado del espíritu, que sin duda estaría escuchándome, y podría molestarle mis preguntas. Al principio dudé de decir lo siguiente, pero finalmente reuní valor y hablé.- Me gustaría saber cosas de ella. Los Túncias Rojas, a diferencia de los Negras, no practicamos la necromancia. Es decir, no invocamos a espíritus. –aclaré.- Sin embargo, estudiamos sobre ellos antes y después de pasar la Prueba.
-Gracias, Sayen, pero no tengo ninguna herida. –asentí.- Bueno, descansa entonces. Yo todavía me quedaré un rato más despierta.
Tras que dijese aquello, me despedí y me tumbé sobre la mullida hierba del bosque. Pese a mi cansancio, no tenía sueño, pero fingí dormir de nuevo. Con algo de suerte, la semielfa volvería a hablar con el espíritu.
Esperé pacientemente unos momentos, respirando profundamente, muy quieta. Shäyra se levantó y se alejó de mí. No fue muy lejos, escuché el sonido de sus pasos, que finalmente se detuvieron unos metros más allá, probablemente en el otro extremo del claro en el que estábamos.
-Erelik, ¿qué te pasa? –preguntó con voz suave. -Siento lo que te he dicho, de verdad. No...No lo pensé. –hizo una pausa.- Erelik, por favor. Sabes de sobra que no lo dije en serio. ¡Eres mi hermana! –exclamó. Me quedé rígida por la sorpresa. ¡Su hermana! Ahora encajaban muchas cosas. -¡Por Paladine, Erelik, claro que te necesito! ¡Necesito tanto tu ayuda como tu presencia a mi lado! Ya te perdí una vez, hace once años, por favor, no me dejes ahora. –al terminar su frase, se le quebró la voz. - Erelik, por...por fav-favor…-la escuché gemir, al borde del llanto, tal vez víctima ya de él. En aquel momento me sentí mal conmigo misma, me sentí una intrusa, una espía. Sentí que estaba invadiendo un momento íntimo entre dos personas (estuviesen vivas o muertas), y que no era quien para hacerlo.
Uniendo los datos que conocía, me hice una idea en la cabeza, aunque no estaba del todo segura de estar en lo cierto. Por lo visto, Shäyra, había perdido a su familia. Su hermana y sus padres habían muerto, y ahora ella buscaba a sus otros dos hermanos: Talik y Alasse. Sentí una punzada de lástima en el corazón. Yo había perdido a mi madre, pero no sabía lo que se sentía ya que nunca la había llegado a conocer. La única persona que había podido considerar como mi familia había sido Maver, y nunca nos habíamos entendido bien. No obstante, me dolió su postura sobre la magia, y que finalmente me repudiara por ser lo que era.
-No volveré a hablarte así, de verdad. No quiero que vuelvas a enfadarte conmigo. No quiero malgastar el tiempo que estemos juntas con riñas, antes de que vuelvas con mamá y papá. –prometió la semielfa.
Después de aquello, lo único que oí fue un cuerpo que hacía sonar la hierba, así que supuse que Shäyra también se había acostado. Me removí, buscando una postura más cómoda, y por fin, descansé, sumida en un soporífero sueño.
A la mañana siguiente, la llamada de Shäyra me despertó.
-Despierta, hechicera, ya es de día. Hemos de ponernos en marcha.
Me estiré para desentumecer los agarrotados músculos. Había tenido una pesadilla aquella noche, aunque estaba descansada de nuevo. En mi sueño yo estaba con Talik. Éramos felices juntos. No obstante, el sueño cambió, y todo acabó en una pesadilla con sangre, lágrimas y gritos… Por suerte, no la recordaba. Me levanté del suelo, agarrando mi Bastón y colgándome la bolsa al cuerpo. No tenía provisiones, pero tampoco sentía hambre.
Miré a la semielfa, temiendo encontrar rastros de la conversación de anoche, aunque hubiese acabado bien. Me alegró encontrarla con gesto resuelto y decidido.
Nos pusimos en marcha inmediatamente, rumbo al sur. No salimos del bosque, temiendo ser descubiertas por alguno de los Dragones Azules. Yo saqué mi libro de encantamientos y me dediqué a estudiar los hechizos que el día anterior había formulado, y por lo tanto, había olvidado. Apenas entraba la luz del sol por entre las ramas de los árboles, pero me las apañé bastante bien. Cuando terminé, lo guardé de nuevo en mi bolsa y seguí caminando en silencio, pensativa.
Decidí hacerle más preguntas a Shäyra sobre Erelik, teniendo cuidado de no demostrar que la noche anterior las había estado “espiando”.
-Shäyra, ¿desde cuándo lleva Erelik acompañándote? –intenté ignorar el hecho de que, por lo que había escuchado ayer, yo no era del agrado del espíritu, que sin duda estaría escuchándome, y podría molestarle mis preguntas. Al principio dudé de decir lo siguiente, pero finalmente reuní valor y hablé.- Me gustaría saber cosas de ella. Los Túncias Rojas, a diferencia de los Negras, no practicamos la necromancia. Es decir, no invocamos a espíritus. –aclaré.- Sin embargo, estudiamos sobre ellos antes y después de pasar la Prueba.
Sayen- Mensajes : 30
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Raza: Humano
Re: La ciudad de las tropas oscuras
Apenas me daba cuenta de lo que hacía. Tras la conversación de anoche con mi hermana, estaba de tan buen humor que incluso podría besar a un enano gully. Iba dando saltitos, algo totalmente impropio en mi persona, y eso Erelik lo sabía. Ella iba medio riéndose por mi reacción, pero no me importó. ¡Estaba más que radiante!
-Shäyra, ¿desde cuándo lleva Erelik acompañándote?-me preguntó Sayen.
Iba tan contenta que ni me molestó la pregunta. Antes de contestar, volvió a hablar.
-Me gustaría saber cosas de ella. Los Túncias Rojas, a diferencia de los Negras, no practicamos la necromancia. Es decir, no invocamos a espíritus. Sin embargo, estudiamos sobre ellos antes y después de pasar la Prueba.
-Pues...-me llevé un dedo al mentón, pensativa.
-Casi dos semanas, hermanita.
Asentí a Erelik y volví a girarme hacia la humana.
-Casi dos semanas. ¿Quieres saber cosas sobre Erelik? No puedo decirte mucho porque no sé qué es exactamente lo que te interesaría saber, pero te diré que podrías tocarla. Está muy materializada, pero ten cuidado si lo haces, ya que si la tocas de forma brusca puedes llegar a traspasarla y no es algo que le guste mucho. Además, a lo mejor se te aparece y todo.
Cuando dije esto, le hice un guiño a Erelik.
Sayen asintió, sin percatarse de mi guiño, y dijo:
-Creo que este bosque lleva a Kendermore.
Hice un ademán con la cabeza y centré mi atención en Erelik. Ésta se concentró, juntó las manos y, de pronto, se apareció ante la hechicera.
-Shäyra, ¿desde cuándo lleva Erelik acompañándote?-me preguntó Sayen.
Iba tan contenta que ni me molestó la pregunta. Antes de contestar, volvió a hablar.
-Me gustaría saber cosas de ella. Los Túncias Rojas, a diferencia de los Negras, no practicamos la necromancia. Es decir, no invocamos a espíritus. Sin embargo, estudiamos sobre ellos antes y después de pasar la Prueba.
-Pues...-me llevé un dedo al mentón, pensativa.
-Casi dos semanas, hermanita.
Asentí a Erelik y volví a girarme hacia la humana.
-Casi dos semanas. ¿Quieres saber cosas sobre Erelik? No puedo decirte mucho porque no sé qué es exactamente lo que te interesaría saber, pero te diré que podrías tocarla. Está muy materializada, pero ten cuidado si lo haces, ya que si la tocas de forma brusca puedes llegar a traspasarla y no es algo que le guste mucho. Además, a lo mejor se te aparece y todo.
Cuando dije esto, le hice un guiño a Erelik.
Sayen asintió, sin percatarse de mi guiño, y dijo:
-Creo que este bosque lleva a Kendermore.
Hice un ademán con la cabeza y centré mi atención en Erelik. Ésta se concentró, juntó las manos y, de pronto, se apareció ante la hechicera.
Shäyra- Mensajes : 31
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