El Cataclismo
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El Cataclismo
“Paladine, conoces la perversidad que me rodea. Has sido testigo de las calamidades que han asolado Krynn... No puedes menos que admitir que tu doctrina de equilibrio no produce los resultados deseables.
¡...Erradicaremos el Mal! ¡Destruye a los ogros, pon a raya a los descarriados humanos, asigna territorios lejanos a los enanos, los kenders y los gnomos, razas que por tu gusto nunca habrías creado!
¡...te exijo, Paladine, que me prestes tu poder a fin de aniquilar las sombras que se ciernen sobre nuestras tierras!”
Así habló el Príncipe de los Sacerdotes el día del Cataclismo.
Era un buen hombre, pero intolerante, orgulloso. Creía que su línea de conducta era la correcta, la única, e insistió en que todos, incluidos los dioses, la siguieran. Aquellos que se mostraron en desacuerdo con él fueron considerados malignos y, de acuerdo con la ley, tenían que ser convertidos o destruidos.
Tal actitud dio lugar al odio, los prejuicios y los enfrentamientos entre razas. Por eso los dioses, al observar tanta aberración, decidieron restituir el equilibrio perdido y arrojaron una montaña de fuego sobre Ansalon y retiraron su poder, confiando en que las razas inteligentes de Krynn encontrarían de nuevo su fe en los dioses verdaderos y en sí mismas.
La catástrofe fue conocida en todo el mundo como el Cataclismo, que para la mayoría de la gente supuso penalidades, muerte y ruina, pero también significó un acicate para resurgir del caos y emprender de nuevo el camino del Bien.
¡...Erradicaremos el Mal! ¡Destruye a los ogros, pon a raya a los descarriados humanos, asigna territorios lejanos a los enanos, los kenders y los gnomos, razas que por tu gusto nunca habrías creado!
¡...te exijo, Paladine, que me prestes tu poder a fin de aniquilar las sombras que se ciernen sobre nuestras tierras!”
Así habló el Príncipe de los Sacerdotes el día del Cataclismo.
Era un buen hombre, pero intolerante, orgulloso. Creía que su línea de conducta era la correcta, la única, e insistió en que todos, incluidos los dioses, la siguieran. Aquellos que se mostraron en desacuerdo con él fueron considerados malignos y, de acuerdo con la ley, tenían que ser convertidos o destruidos.
Tal actitud dio lugar al odio, los prejuicios y los enfrentamientos entre razas. Por eso los dioses, al observar tanta aberración, decidieron restituir el equilibrio perdido y arrojaron una montaña de fuego sobre Ansalon y retiraron su poder, confiando en que las razas inteligentes de Krynn encontrarían de nuevo su fe en los dioses verdaderos y en sí mismas.
La catástrofe fue conocida en todo el mundo como el Cataclismo, que para la mayoría de la gente supuso penalidades, muerte y ruina, pero también significó un acicate para resurgir del caos y emprender de nuevo el camino del Bien.
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