Caótica parada en Kendermore
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Caótica parada en Kendermore
No pareció que a Shäyra le molestase mi pregunta. De hecho, se la veía bastante feliz esa mañana.
-Pues…-empezó, llevando la mano a su barbilla en actitud reflexiva. Miró hacia otro lado, cabeceó, y se giró de nuevo hacia mí.- Casi dos semanas. ¿Quieres saber cosas sobre Erelik? –asentí.- No puedo decirte mucho porque no sé qué es exactamente lo que te interesaría saber, pero te diré que podrías tocarla. Está muy materializada, pero ten cuidado si lo haces, ya que si la tocas de forma brusca puedes llegar a traspasarla y no es algo que le guste mucho. –me quedé pensativa cuando oí eso. Entonces, no era un espíritu normal, ya que a ellos no los sientes apenas al tocarlos. Eso explicaría que llevase todo ese tiempo en el plano terrenal de los vivos.- Además, a lo mejor se te aparece y todo.
Al oír aquello la miré con sorpresa, pero después deshice el gesto. Ella no debería saber que la había estado escuchando y por eso intuía que no era del agrado de su hermana.
Después de aquella explicación de Shäyra asentí, agradeciendo la información, y apenas hice caso a un movimiento que hizo la semielfa. Me dediqué a inspeccionar el tramo del bosque por el que estábamos caminando. Si me dejaba guiar por los escasos rayos de sol que penetraban a través del follaje, aseguraría que caminábamos en dirección sureste. Dirigiéndonos a Goodlund, concretamente. Era la mejor dirección. Si hubiésemos seguido hacia el sur todo recto, habríamos penetrado en la región montañosa de Blode, territorio de los ogros. Demasiado peligroso. No obstante, decidí comunicarles nuestro futuro destino a mis acompañantes –aunque con una de ellas ni hablase ni la viese-; ya que sabía que les podría irritar, como a muchos otros, los kenders. Yo no los odiaba como muchos otros individuos de Krynn, pero no eran de mi agrado. Me irritaba su frivolidad, su constante parloteo sobre cosas estúpidas, y su molesta manía de robar cosas.
-Creo que este bosque lleva a Kendermore. –dije tranquilamente, aunque aquel “creo”, era totalmente modesto. Con el rabillo del ojo percibí que la semielfa hacía un brusco movimiento con la cabeza, que no entendí. Me giré para ver qué ocurría cuando, de repente, una figura tomó forma y color delante de mis narices.
Me paré en seco, dejé de respirar por la sorpresa, y casi caí hacia atrás sobre mi trasero. Si no lo hice, fue únicamente gracias al apoyo de mi Bastón.
Ante mí estaba una niña de unos seis años, con las palmas de las manos juntadas y aspecto serio y concentrado pese a su corta edad. El parecido, pese a la diferencia de edades, con el de Shäyra era increíble. Su cabello era del mismo color oscuro que el suyo, y sus ojos de la misma tonalidad devolvían una mirada muy parecida a la suya. Fue por eso, y por la extraña sensación de espíritu que transmitía aquella criatura –que percibí gracias a mi rango de hechicera-, que comprendí que aquella niña era Erelik, la hermana de Shäyra.
Respiré hondo y me esforcé en simular una actitud tranquila y despreocupada, apartando de mi rostro todo rastro de sorpresa. No tenía nada en contra de la hermana de la semielfa, pero conocía sus sentimientos hacia mí, y no podía evitar sentir cierto recelo.
-Por fin nos vemos cara a cara, Erelik. –repuse con una fría –aunque no distante- sonrisa en los labios.
-Sí, ejem, hola...-respondió con desdén. Se giró hacia Shäyra y le dijo en voz baja, aunque en un tono perfectamente audible para mí.-De verdad, hermanita, no sé cómo puede caerte bien. ¡Si no cambia en su modo de hablarme, desapareceré y le pondré la zancadilla a cada paso! ¡Sabes que soy capaz de hacerlo!
Al oír eso enarqué una ceja y la contemplé con frío aire de superioridad. Después, miré a la semielfa para ver su reacción. Shäyra resopló y negó con la cabeza, mientras me susurró:
-Sayen, siento pedirte esto, pero… ¿podrías tratarla como a una princesita? Es una cabezota y bastante orgullosa…
Cuando me pidió aquello volví a enarcar mi delicada ceja y la contemplé con una mirada que decía “¿De veras me estás pidiendo eso? ¿A mí?”, pero no la dije nada. Comprendí que su mentalidad seguía siendo la de una niña. Por lo visto, por muchos años que lleves muerto, tu cerebro se congela al momento de la muerte. O algo así. Qué lástima. Me volví de nuevo hacia Erelik.
-Me temo que no será necesario, aunque te agradezco el interés.-ironicé, aludiendo su anterior comentario dirigido a su hermana. Luego le hablé a Shäyra, aunque me dirigí a las dos.
-Por lo que parece, murió –el tacto no era mi punto fuerte.- a la edad de unos seis años, ¿cierto? Sin embargo, dices que no se te ha aparecido hasta hace dos semanas… -dije, dejando la frase en el aire, como esperando que me explicase aquello y qué relación tenía con sus hermanos todo esto. Aunque creía saber por dónde iban los tiros.
-¡Vaya, tienes un tacto impresionante!-dijo Erelik. Muy aguda por su parte.-. El por qué me aparecí no es asunto tuyo.
Shäyra miro a Erelik, y dijo:
-Sí que lo es, cabezota-se giró hacia mí.-. Estaba entrenándome en el bosque, esperando a mis hermanos ya que pensaba que volverían. Entonces, mi hermana se apareció, así, de repente. Me dijo que Alasse y Talik estaban en peligro, y que tenía que ir a buscarlos ya que al parecer necesitaban ayuda, de lo contrario...-hizo una pausa. Suspiró y volvió a hablar- De lo contrario, morirían. –al oír aquello me estremecí levemente.
-Bueno, les llevabas esperando casi dos años-dijo Erelik-. Algo tenía que hacer, estabas parada en ese bosque como una mosca en una telaraña.
Haciendo caso omiso al comentario de Erelik, asentí mirando a Shäyra.
-Entiendo. –dije simplemente. Aquello me había aclarado muchas cosas.
Seguimos caminando un buen trecho hasta que los árboles comenzaron a ser más bajos y a separarse más unos a otros, hasta que finalmente llegamos a las afueras de una ciudad que se veía un poco más allá, y que parecía pequeña en cuanto al tamaño de los edificios, pero nada tenía que ver con la distancia.
-Bienvenidas a Kendermore. –dije con una sonrisa algo cínica.
-Pues…-empezó, llevando la mano a su barbilla en actitud reflexiva. Miró hacia otro lado, cabeceó, y se giró de nuevo hacia mí.- Casi dos semanas. ¿Quieres saber cosas sobre Erelik? –asentí.- No puedo decirte mucho porque no sé qué es exactamente lo que te interesaría saber, pero te diré que podrías tocarla. Está muy materializada, pero ten cuidado si lo haces, ya que si la tocas de forma brusca puedes llegar a traspasarla y no es algo que le guste mucho. –me quedé pensativa cuando oí eso. Entonces, no era un espíritu normal, ya que a ellos no los sientes apenas al tocarlos. Eso explicaría que llevase todo ese tiempo en el plano terrenal de los vivos.- Además, a lo mejor se te aparece y todo.
Al oír aquello la miré con sorpresa, pero después deshice el gesto. Ella no debería saber que la había estado escuchando y por eso intuía que no era del agrado de su hermana.
Después de aquella explicación de Shäyra asentí, agradeciendo la información, y apenas hice caso a un movimiento que hizo la semielfa. Me dediqué a inspeccionar el tramo del bosque por el que estábamos caminando. Si me dejaba guiar por los escasos rayos de sol que penetraban a través del follaje, aseguraría que caminábamos en dirección sureste. Dirigiéndonos a Goodlund, concretamente. Era la mejor dirección. Si hubiésemos seguido hacia el sur todo recto, habríamos penetrado en la región montañosa de Blode, territorio de los ogros. Demasiado peligroso. No obstante, decidí comunicarles nuestro futuro destino a mis acompañantes –aunque con una de ellas ni hablase ni la viese-; ya que sabía que les podría irritar, como a muchos otros, los kenders. Yo no los odiaba como muchos otros individuos de Krynn, pero no eran de mi agrado. Me irritaba su frivolidad, su constante parloteo sobre cosas estúpidas, y su molesta manía de robar cosas.
-Creo que este bosque lleva a Kendermore. –dije tranquilamente, aunque aquel “creo”, era totalmente modesto. Con el rabillo del ojo percibí que la semielfa hacía un brusco movimiento con la cabeza, que no entendí. Me giré para ver qué ocurría cuando, de repente, una figura tomó forma y color delante de mis narices.
Me paré en seco, dejé de respirar por la sorpresa, y casi caí hacia atrás sobre mi trasero. Si no lo hice, fue únicamente gracias al apoyo de mi Bastón.
Ante mí estaba una niña de unos seis años, con las palmas de las manos juntadas y aspecto serio y concentrado pese a su corta edad. El parecido, pese a la diferencia de edades, con el de Shäyra era increíble. Su cabello era del mismo color oscuro que el suyo, y sus ojos de la misma tonalidad devolvían una mirada muy parecida a la suya. Fue por eso, y por la extraña sensación de espíritu que transmitía aquella criatura –que percibí gracias a mi rango de hechicera-, que comprendí que aquella niña era Erelik, la hermana de Shäyra.
Respiré hondo y me esforcé en simular una actitud tranquila y despreocupada, apartando de mi rostro todo rastro de sorpresa. No tenía nada en contra de la hermana de la semielfa, pero conocía sus sentimientos hacia mí, y no podía evitar sentir cierto recelo.
-Por fin nos vemos cara a cara, Erelik. –repuse con una fría –aunque no distante- sonrisa en los labios.
-Sí, ejem, hola...-respondió con desdén. Se giró hacia Shäyra y le dijo en voz baja, aunque en un tono perfectamente audible para mí.-De verdad, hermanita, no sé cómo puede caerte bien. ¡Si no cambia en su modo de hablarme, desapareceré y le pondré la zancadilla a cada paso! ¡Sabes que soy capaz de hacerlo!
Al oír eso enarqué una ceja y la contemplé con frío aire de superioridad. Después, miré a la semielfa para ver su reacción. Shäyra resopló y negó con la cabeza, mientras me susurró:
-Sayen, siento pedirte esto, pero… ¿podrías tratarla como a una princesita? Es una cabezota y bastante orgullosa…
Cuando me pidió aquello volví a enarcar mi delicada ceja y la contemplé con una mirada que decía “¿De veras me estás pidiendo eso? ¿A mí?”, pero no la dije nada. Comprendí que su mentalidad seguía siendo la de una niña. Por lo visto, por muchos años que lleves muerto, tu cerebro se congela al momento de la muerte. O algo así. Qué lástima. Me volví de nuevo hacia Erelik.
-Me temo que no será necesario, aunque te agradezco el interés.-ironicé, aludiendo su anterior comentario dirigido a su hermana. Luego le hablé a Shäyra, aunque me dirigí a las dos.
-Por lo que parece, murió –el tacto no era mi punto fuerte.- a la edad de unos seis años, ¿cierto? Sin embargo, dices que no se te ha aparecido hasta hace dos semanas… -dije, dejando la frase en el aire, como esperando que me explicase aquello y qué relación tenía con sus hermanos todo esto. Aunque creía saber por dónde iban los tiros.
-¡Vaya, tienes un tacto impresionante!-dijo Erelik. Muy aguda por su parte.-. El por qué me aparecí no es asunto tuyo.
Shäyra miro a Erelik, y dijo:
-Sí que lo es, cabezota-se giró hacia mí.-. Estaba entrenándome en el bosque, esperando a mis hermanos ya que pensaba que volverían. Entonces, mi hermana se apareció, así, de repente. Me dijo que Alasse y Talik estaban en peligro, y que tenía que ir a buscarlos ya que al parecer necesitaban ayuda, de lo contrario...-hizo una pausa. Suspiró y volvió a hablar- De lo contrario, morirían. –al oír aquello me estremecí levemente.
-Bueno, les llevabas esperando casi dos años-dijo Erelik-. Algo tenía que hacer, estabas parada en ese bosque como una mosca en una telaraña.
Haciendo caso omiso al comentario de Erelik, asentí mirando a Shäyra.
-Entiendo. –dije simplemente. Aquello me había aclarado muchas cosas.
Seguimos caminando un buen trecho hasta que los árboles comenzaron a ser más bajos y a separarse más unos a otros, hasta que finalmente llegamos a las afueras de una ciudad que se veía un poco más allá, y que parecía pequeña en cuanto al tamaño de los edificios, pero nada tenía que ver con la distancia.
-Bienvenidas a Kendermore. –dije con una sonrisa algo cínica.
Sayen- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 13/07/2010
Rangos
Nivel:
(0/10)
Raza: Humano
Re: Caótica parada en Kendermore
Kendermore...
Jamás me había topado con un kender. Había oído hablar de ellos: eran charlatanes, muy charlatanes, aventureros y...rateros. Suspiré. Aquello sería un problema.
-¡Sí, Kendermore! ¡He oído hablar mucho sobre los kenders! ¡Quiero ver a uno!
-¿Sí? Si estuvieras viva, lo dudaría-le dije a Erelik, enarcando una ceja-. Por lo que a mí respecta, daría media vuelta y tan feliz volvería a Sanction. No me apetece que me roben, no sé tú cómo lo verás.
-¡Bah, niñita remilgada!
Aguanté la sensación de coger a mi hermana gentilmente por el cuello y estrangularla con gran cariño, porque sería algo inútil: mis manos se cerrarían en torno a...mis manos. Así pues, me contenté con lanzarla una mirada llena de...''amor fraternal'' y seguí a Sayen.
Me quedé muda al ver los pequeños edificios. ¡Claro, un kender no tiene una estatura normal! Serían del tamaño de Erelik, más o menos.
-Eh...Sayen, ¿es necesario? Quiero decir, podríamos comprar provisiones en otro lugar, Además, tampoco es tan urgent...
Me callé. Mis tripas habían sonado, no mucho, pero habían sonado al fin y al cabo. Miré hacia mi estómago con el entrecejo fruncido, como reprendiéndole por haber hecho semejante ruido.
-Sí, no es muy urgente. ¿Hambre, tú? Cualquiera lo diría...Es como decir que los pájaros vuelan: una completa barbaridad.
La fulminé con la mirada. Así pues, tendríamos que entrar en aquella ciudad de ladrones. Me encogí de hombros. Hubiese preferido todo un destacamento de orcos.
-¡Venga, hermanita! ¡Que no se diga que eres una sosa! Nuestra familia siempre ha sido muy aventurera.
Eso era una broma de mal gusto. Talik se había ido con casi nueve años por motivos que no sé, Alasse le siguió años después, mis padres...Bueno, quién sabe si fueron aventureros cuando eran jóvenes.
Era mi turno, entonces.
Sacudí la cabeza.
-¡Pero si me he recorrido casi todo Ansalon! ¡Claro que no soy una sosa! Será mejor que cierres la boca, Erelik, que si no...
La que cerró la boca fui yo.
Allí, en frente nuestro, había una joven kender que nos miraba divertida.
Jamás me había topado con un kender. Había oído hablar de ellos: eran charlatanes, muy charlatanes, aventureros y...rateros. Suspiré. Aquello sería un problema.
-¡Sí, Kendermore! ¡He oído hablar mucho sobre los kenders! ¡Quiero ver a uno!
-¿Sí? Si estuvieras viva, lo dudaría-le dije a Erelik, enarcando una ceja-. Por lo que a mí respecta, daría media vuelta y tan feliz volvería a Sanction. No me apetece que me roben, no sé tú cómo lo verás.
-¡Bah, niñita remilgada!
Aguanté la sensación de coger a mi hermana gentilmente por el cuello y estrangularla con gran cariño, porque sería algo inútil: mis manos se cerrarían en torno a...mis manos. Así pues, me contenté con lanzarla una mirada llena de...''amor fraternal'' y seguí a Sayen.
Me quedé muda al ver los pequeños edificios. ¡Claro, un kender no tiene una estatura normal! Serían del tamaño de Erelik, más o menos.
-Eh...Sayen, ¿es necesario? Quiero decir, podríamos comprar provisiones en otro lugar, Además, tampoco es tan urgent...
Me callé. Mis tripas habían sonado, no mucho, pero habían sonado al fin y al cabo. Miré hacia mi estómago con el entrecejo fruncido, como reprendiéndole por haber hecho semejante ruido.
-Sí, no es muy urgente. ¿Hambre, tú? Cualquiera lo diría...Es como decir que los pájaros vuelan: una completa barbaridad.
La fulminé con la mirada. Así pues, tendríamos que entrar en aquella ciudad de ladrones. Me encogí de hombros. Hubiese preferido todo un destacamento de orcos.
-¡Venga, hermanita! ¡Que no se diga que eres una sosa! Nuestra familia siempre ha sido muy aventurera.
Eso era una broma de mal gusto. Talik se había ido con casi nueve años por motivos que no sé, Alasse le siguió años después, mis padres...Bueno, quién sabe si fueron aventureros cuando eran jóvenes.
Era mi turno, entonces.
Sacudí la cabeza.
-¡Pero si me he recorrido casi todo Ansalon! ¡Claro que no soy una sosa! Será mejor que cierres la boca, Erelik, que si no...
La que cerró la boca fui yo.
Allí, en frente nuestro, había una joven kender que nos miraba divertida.
Shäyra- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 02/07/2010
Rangos
Nivel:
(0/10)
Raza: Semielfo
Re: Caótica parada en Kendermore
No había vuelto a Kendermore para casarse, desde luego. Había dejado a los 16 años su ciudad natal para huir del matrimonio y no había vuelto para hacer aquello de lo que huyó.
Pero tras años conversando con los brutos de los minotauros, con los siempre con prisas humanos, con los –también brutos- y gruñones enanos, o con los fríos y distantes elfos, era lógico que echase de menos a sus hermanos los kenders.
Así pues, la pequeña kender se había puesto en marcha días atrás y había llegado a su querida ciudad. ¡Todo era exactamente igual a como recordaba! Era un verdadero placer poder entrar en casas y no tener que trepar para poder sentarte en una silla, o poder subir y bajar escaleras sin necesidad de pegar saltos descomunales en cada escalón. Había descubierto que ninguno de sus hermanos estaba en casa. Al igual que ella, todos habían partido para saciar su ansia viajera. Y, además, ya no tenía que casarse. El kender que se había previsto que fuese su esposo, había contraído matrimonio con una kender de Hylo. Leann pocas veces había sido tan feliz. Bueno, quizás sí aquella vez en que un caimán había estado a punto de devorarla de un solo bocado… O quizás aquella otra en la que un elfo oscuro nigromante invocó a una horda de espectros para que la matasen; cosa que había sido fácil de evitar gracias a su infalible Cuchara Kender de Rechazo.
Sus padres y amigos –es decir, en total, toda la población de Kendermore y los alrededores- se habían alegrado de volver a verla. Habían escuchado todas y cada una de sus historias, incluidas la de un gnomo y su hada que había conocido hacía poco en Qualinost y el magnífico anillo mágico que la había regalado, el cual siempre llevaba y no se quitaría por nada del mundo. Ella, a su vez, había escuchado las de sus parientes. Después, se habían tirado en el suelo formando un gran círculo y habían volcado sus saquillos para mezclar sus pertenencias, un divertido pasatiempo kender. Una semana después, decidió que era hora de partir de nuevo.
Se había despedido, y sobre el mediodía ya estaba preparada para reemprender su viaje en busca de aventuras. Fue cuando estaba en las afueras de Kendermore cuando las vio.
Eran tres personas, tres mujeres, ¡y no eran kenders! Leann siempre había adorado que gente de Krynn que no fuesen kenders visitasen su ciudad. Pensaba que así fomentaría el turismo a la ciudad y que pronto la capital kender sería una de las más famosas, importantes y visitadas de todo Ansalon. Lamentablemente, no recibían muchas visitas de aquel tipo, por lo que aquella utopía no había llegado a suceder.
No obstante, aquello no frenaba su curiosidad sobre las nuevas visitantes; sino más bien todo lo contrario. Nada más verlas había brincado, literalmente, hasta ellas y se había plantado enfrente suyo, interrumpiendo bruscamente su conversación.
-¡¡Hombre, hola!! ¿Venís a ver Kendermore? –las saludó amistosamente.- Os encantará, os lo aseguro. Vaya, qué curiosa coincidencia; vosotras entráis y yo salía. –dijo con una sonrisa. Entonces, su rostro se iluminó del mismo modo en que lo haría una lámpara de aceite al ser encendida, como si algo absolutamente magnífico se le acabase de ocurrir.- ¡Pero no me importa retrasar mi viaje! ¡¡Ya sé!! –gritó con su aguda (e hiriente para oídos ajenos no-kenders) voz.- Me quedaré y os enseñaré la ciudad, contándoos todos y cada uno de sus secretos y misterios. –dijo. A sus interlocutoras, o más bien oyentes, debió de resultarles una grave amenaza, más que una promesa.- No encontraréis a nadie mejor que yo como guía turístico. –añadió con falsa modestia mientras hacía un ademán con su mano.- Además –susurró en tono confidencial.-, aquí se hallan los restos de una antigua Torre de Hechicería. Sí, lo digo especialmente por ti, hechicera –la kender había reconocido la túnica roja de la maga.-, así que muéstrate más agradecida y no me mires de ese modo desagradable; como si acabases de morder un higo podrido. –describió Leann, por si la hechicera no entendía a qué se refería.- Por cierto, me encantaría que me echases un hechizo, cuanto más horrible mejor, pero me temo que eso impediría que os enseñara la ciudad, así que mejor lo dejamos para luego. Espero que no te importe, y que no hiera tus sentimientos. –añadió mirándola con preocupación. Después echó un vistazo a las otras. Ambas eran semielfas, y una debía de ser la vástaga de la otra.- ¡Por cierto! Tienes suerte, semielfa; tu hija es igualita a ti. Y mejor así a que hubiese salido al padre, aunque no le conozca. ¡Hombres! –resopló desdeñosamente. Se detuvo para coger aire ruidosamente y abriendo mucho la boca.
La hechicera no dejó pasar aquella oportunidad de oro y habló.
-No queremos visitar la ciudad. Únicamente venimos a suministrarnos provisiones para un largo viaje. –explicó tras lo que, sin duda, fue una honda y profunda respiración para armarse de paciencia. Su ceño, antes muy fruncido, se había suavizado, aunque una arruga entre las cejas siguiese estropeando su bonito rostro.
-¡Oh! Es una verdadera pena, os habría encantado. ¿De veras no podéis quedaros al menos un día para visitar la ciudad? –al mirar los rostros de la madre y la bruja, no insistió más. Debían de estar pasando por una mala digestión debido a higos podridos, sin duda.- En fin –suspiró apesadumbradamente.-, os conduciré hasta el mercado. Allí encontraréis, entre otras cosas, toda clase de alimentos. ¡No veáis cuántos kenders van allí a comprar cada día cuando salen de viaje!
Al oír aquello, el rostro de la Túnica Roja se crispó con aire horrorizado.
-En realidad, podríamos ir solas si nos dices por dónde… Y si pudiese ser un lugar con poca gente, nosotras…
La kender la interrumpió alzando un pequeño dedo y moviéndolo de un lado a otro en señal negativa.
-Ah, no, no. ¡Eso es de muy mala educación! Para empezar, -dijo extendiendo un dedo de su mano izquierda, cerrada en un puño.- no os queréis quedar a ver Kendermore. Además –extendió un segundo dedo.-, queréis que no os acompañe en lo que es mi –recalcó el “mi”.- ciudad; y para terminar –extendió su tercer dedo, hablando con tono ofendido.-, a pesar de que no os puedo acompañar, queréis que me estruje el seso buscándoos una tienda poco frecuentada. Todo no se puede tener, lo siento.
Las otras intentaron hablar, pero la kender se cruzó tozudamente de brazos y se dio la vuelta.
-Si queréis llenar esos enormes estómagos vuestros de humanas, será mejor que me acompañéis. Y sin rechistar.
La kender comenzó a andar, pero antes de dar el tercer paso, su enfado había desaparecido. Se giró, y con un gesto totalmente avergonzado, dijo:
-¡Qué maleducada soy! Me llamo Leanndarna Freebones, pero como seguramente os cueste pronunciarlo, podéis llamarme Leann. ¿Quiénes sois vosotras?
Pero tras años conversando con los brutos de los minotauros, con los siempre con prisas humanos, con los –también brutos- y gruñones enanos, o con los fríos y distantes elfos, era lógico que echase de menos a sus hermanos los kenders.
Así pues, la pequeña kender se había puesto en marcha días atrás y había llegado a su querida ciudad. ¡Todo era exactamente igual a como recordaba! Era un verdadero placer poder entrar en casas y no tener que trepar para poder sentarte en una silla, o poder subir y bajar escaleras sin necesidad de pegar saltos descomunales en cada escalón. Había descubierto que ninguno de sus hermanos estaba en casa. Al igual que ella, todos habían partido para saciar su ansia viajera. Y, además, ya no tenía que casarse. El kender que se había previsto que fuese su esposo, había contraído matrimonio con una kender de Hylo. Leann pocas veces había sido tan feliz. Bueno, quizás sí aquella vez en que un caimán había estado a punto de devorarla de un solo bocado… O quizás aquella otra en la que un elfo oscuro nigromante invocó a una horda de espectros para que la matasen; cosa que había sido fácil de evitar gracias a su infalible Cuchara Kender de Rechazo.
Sus padres y amigos –es decir, en total, toda la población de Kendermore y los alrededores- se habían alegrado de volver a verla. Habían escuchado todas y cada una de sus historias, incluidas la de un gnomo y su hada que había conocido hacía poco en Qualinost y el magnífico anillo mágico que la había regalado, el cual siempre llevaba y no se quitaría por nada del mundo. Ella, a su vez, había escuchado las de sus parientes. Después, se habían tirado en el suelo formando un gran círculo y habían volcado sus saquillos para mezclar sus pertenencias, un divertido pasatiempo kender. Una semana después, decidió que era hora de partir de nuevo.
Se había despedido, y sobre el mediodía ya estaba preparada para reemprender su viaje en busca de aventuras. Fue cuando estaba en las afueras de Kendermore cuando las vio.
Eran tres personas, tres mujeres, ¡y no eran kenders! Leann siempre había adorado que gente de Krynn que no fuesen kenders visitasen su ciudad. Pensaba que así fomentaría el turismo a la ciudad y que pronto la capital kender sería una de las más famosas, importantes y visitadas de todo Ansalon. Lamentablemente, no recibían muchas visitas de aquel tipo, por lo que aquella utopía no había llegado a suceder.
No obstante, aquello no frenaba su curiosidad sobre las nuevas visitantes; sino más bien todo lo contrario. Nada más verlas había brincado, literalmente, hasta ellas y se había plantado enfrente suyo, interrumpiendo bruscamente su conversación.
-¡¡Hombre, hola!! ¿Venís a ver Kendermore? –las saludó amistosamente.- Os encantará, os lo aseguro. Vaya, qué curiosa coincidencia; vosotras entráis y yo salía. –dijo con una sonrisa. Entonces, su rostro se iluminó del mismo modo en que lo haría una lámpara de aceite al ser encendida, como si algo absolutamente magnífico se le acabase de ocurrir.- ¡Pero no me importa retrasar mi viaje! ¡¡Ya sé!! –gritó con su aguda (e hiriente para oídos ajenos no-kenders) voz.- Me quedaré y os enseñaré la ciudad, contándoos todos y cada uno de sus secretos y misterios. –dijo. A sus interlocutoras, o más bien oyentes, debió de resultarles una grave amenaza, más que una promesa.- No encontraréis a nadie mejor que yo como guía turístico. –añadió con falsa modestia mientras hacía un ademán con su mano.- Además –susurró en tono confidencial.-, aquí se hallan los restos de una antigua Torre de Hechicería. Sí, lo digo especialmente por ti, hechicera –la kender había reconocido la túnica roja de la maga.-, así que muéstrate más agradecida y no me mires de ese modo desagradable; como si acabases de morder un higo podrido. –describió Leann, por si la hechicera no entendía a qué se refería.- Por cierto, me encantaría que me echases un hechizo, cuanto más horrible mejor, pero me temo que eso impediría que os enseñara la ciudad, así que mejor lo dejamos para luego. Espero que no te importe, y que no hiera tus sentimientos. –añadió mirándola con preocupación. Después echó un vistazo a las otras. Ambas eran semielfas, y una debía de ser la vástaga de la otra.- ¡Por cierto! Tienes suerte, semielfa; tu hija es igualita a ti. Y mejor así a que hubiese salido al padre, aunque no le conozca. ¡Hombres! –resopló desdeñosamente. Se detuvo para coger aire ruidosamente y abriendo mucho la boca.
La hechicera no dejó pasar aquella oportunidad de oro y habló.
-No queremos visitar la ciudad. Únicamente venimos a suministrarnos provisiones para un largo viaje. –explicó tras lo que, sin duda, fue una honda y profunda respiración para armarse de paciencia. Su ceño, antes muy fruncido, se había suavizado, aunque una arruga entre las cejas siguiese estropeando su bonito rostro.
-¡Oh! Es una verdadera pena, os habría encantado. ¿De veras no podéis quedaros al menos un día para visitar la ciudad? –al mirar los rostros de la madre y la bruja, no insistió más. Debían de estar pasando por una mala digestión debido a higos podridos, sin duda.- En fin –suspiró apesadumbradamente.-, os conduciré hasta el mercado. Allí encontraréis, entre otras cosas, toda clase de alimentos. ¡No veáis cuántos kenders van allí a comprar cada día cuando salen de viaje!
Al oír aquello, el rostro de la Túnica Roja se crispó con aire horrorizado.
-En realidad, podríamos ir solas si nos dices por dónde… Y si pudiese ser un lugar con poca gente, nosotras…
La kender la interrumpió alzando un pequeño dedo y moviéndolo de un lado a otro en señal negativa.
-Ah, no, no. ¡Eso es de muy mala educación! Para empezar, -dijo extendiendo un dedo de su mano izquierda, cerrada en un puño.- no os queréis quedar a ver Kendermore. Además –extendió un segundo dedo.-, queréis que no os acompañe en lo que es mi –recalcó el “mi”.- ciudad; y para terminar –extendió su tercer dedo, hablando con tono ofendido.-, a pesar de que no os puedo acompañar, queréis que me estruje el seso buscándoos una tienda poco frecuentada. Todo no se puede tener, lo siento.
Las otras intentaron hablar, pero la kender se cruzó tozudamente de brazos y se dio la vuelta.
-Si queréis llenar esos enormes estómagos vuestros de humanas, será mejor que me acompañéis. Y sin rechistar.
La kender comenzó a andar, pero antes de dar el tercer paso, su enfado había desaparecido. Se giró, y con un gesto totalmente avergonzado, dijo:
-¡Qué maleducada soy! Me llamo Leanndarna Freebones, pero como seguramente os cueste pronunciarlo, podéis llamarme Leann. ¿Quiénes sois vosotras?
Leanndarna Freebones- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 29/06/2010
Rangos
Nivel:
(0/10)
Raza:
Re: Caótica parada en Kendermore
-Bienvenidas a Kendermore.- dije sonriendo con cinismo.
A Erelik pareció entusiasmarle nuestro destino.
-¡Sí, Kendermore! ¡He oído hablar mucho sobre los kenders! ¡Quiero ver a uno!
-¿Sí? Si estuvieras viva, lo dudaría-le dijo Shäyra.-. Por lo que a mí respecta, daría media vuelta y tan feliz volvería a Sanction. No me apetece que me roben, no sé tú cómo lo verás. –me sentí bastante identificada en su opinión sobre una visita al país de los kenders, aunque no estaba muy segura de si antepondría Sanction a Kendermore.
-¡Bah, niñita remilgada! –puse los ojos en blanco ante su comentario, pero no dije nada. Supongo que quería que nos lleváramos bien, al fin y al cabo.
Seguimos andando, acercándonos a la ciudad. Ya estábamos cerca de la entrada.
-Eh...Sayen, ¿es necesario? Quiero decir, podríamos comprar provisiones en otro lugar, Además, tampoco es tan urgent... –dijo, interrumpiéndose bruscamente cuando un rugido surgió de su estómago.
No pude evitarlo, sonreí ampliamente.
-Me temo que sí es necesario. Ya tengo planeado cómo seguir avanzando hacia el sur, y Kendermore será la mejor parada que tendremos en mucho tiempo, si nos referimos a peligro, claro.
-Sí, no es muy urgente. ¿Hambre, tú? Cualquiera lo diría...Es como decir que los pájaros vuelan: una completa barbaridad. –añadió Erelik sarcásticamente.
Shäyra la fulminó con la mirada cuando separó sus ojos de su pobre tripa. Se encogió de hombros tras volver a mirar Kendermore, pero por su mirada intuí que habría preferido enfrentarse a cien dragones primero.
-¡Venga, hermanita! ¡Que no se diga que eres una sosa! Nuestra familia siempre ha sido muy aventurera.
No comenté nada, ya que no tenía vela en aquel entierro. Nada me incluía en aquella “discusión familiar”, así que me guardé mis opiniones, como tantas otras veces, y callé mientras seguía observando la zona casi sin prestar atención a lo que la semielfa le respondía con tono agitado. En realidad, vigilaba que no hubiese nadie cerca. Sabía que era una esperanza inútil y necia, pero ojalá no nos encontrásemos con muchos kend…
Mientras soltaba una maldición entre dientes, vi cómo una kender corría a toda velocidad hacia nosotras. Nada más plantarse enfrente nuestro y acaparar la atención de nosotras tres, sin darnos opción a abrir la boca, comenzó a parlotear sin descanso.
-¡¡Hombre, hola!! ¿Venís a ver Kendermore? Os encantará, os lo aseguro. Vaya, qué curiosa coincidencia; vosotras entráis y yo salía. ¡Pero no me importa retrasar mi viaje! ¡¡Ya sé!! Me quedaré y os enseñaré la ciudad, contándoos todos y cada uno de sus secretos y misterios. –cuando dijo aquello, reprimí un estremecimiento de horror. Fruncí mucho el ceño y la contemplé con frialdad, pero aquello no amedrentó a la kender.- No encontraréis a nadie mejor que yo como guía turístico. Además, aquí se hallan los restos de una antigua Torre de Hechicería. Sí, lo digo especialmente por ti, hechicera, así que muéstrate más agradecida y no me mires de ese modo desagradable; como si acabases de morder un higo podrido. –enarqué una ceja con superioridad.- Por cierto, me encantaría que me echases un hechizo, cuanto más horrible mejor, pero me temo que eso impediría que os enseñara la ciudad, así que mejor lo dejamos para luego. Espero que no te importe, y que no hiera tus sentimientos. –sonreí irónicamente. Lo último que pensaba hacer eran gastar mis energías con una kender estúpida.- ¡Por cierto! Tienes suerte, semielfa; tu hija es igualita a ti. Y mejor así a que hubiese salido al padre, aunque no le conozca. ¡Hombres!
Al oír aquello último me esforcé en contener una fuerte carcajada, con el resultado de que de mi garganta salió un extraño gorjeo contenido. Enseguida me serené, y aproveché que la kender había dejado de hablar para coger aire para hablar.
-No queremos visitar la ciudad. Únicamente venimos a suministrarnos provisiones para un largo viaje.-intenté deshacer mi ceño fruncido para… supongo que no serle desagradable a la kender, como si hubiese comido higos el mal estado como decía ella, y así me hiciese caso y nos dejase en paz.
-¡Oh! Es una verdadera pena, os habría encantado. ¿De veras no podéis quedaros al menos un día para visitar la ciudad? En fin, os conduciré hasta el mercado. Allí encontraréis, entre otras cosas, toda clase de alimentos. ¡No veáis cuántos kenders van allí a comprar cada día cuando salen de viaje!
Al escuchar eso último me horroricé; lo último que deseaba era ir a un mercado kender donde todo lo que comprásemos fuese sustraído al instante por sus ágiles dedos.
-En realidad, podríamos ir solas si nos dices por dónde… Y si pudiese ser un lugar con poca gente, nosotras…-comencé, pero la kender me interrumpió. Alzando su pequeña mano, extendió un dedo por cada motivo que tenía para estar sumamente dolida y ofendida, según ella. Mientras la oía me dieron ganar de chillar y arrancarme el cabello a tirones, pero embutí las manos en la manga de la opuesta y respiré hondo varias veces, contando hasta… bastante.
Cuando terminó de hablar, tanto Shäyra como yo intentamos convencerla, pero fue inútil.
-Si queréis llenar esos enormes estómagos vuestros de humanas, será mejor que me acompañéis. Y sin rechistar. –comenzó a andar pero enseguida se giró.- ¡Qué maleducada soy! Me llamo Leanndarna Freebones, pero como seguramente os cueste pronunciarlo, podéis llamarme Leann. ¿Quiénes sois vosotras?
Con un suspiro de resignación, me puse a seguirla. Ella tenía razón. Yo había visto mapas de Kendermore, y perderse era una posibilidad altamente probable. La necesitábamos.
-Yo soy Sayen. –dije, pero no estreché la mano que nos ofrecía.
A Erelik pareció entusiasmarle nuestro destino.
-¡Sí, Kendermore! ¡He oído hablar mucho sobre los kenders! ¡Quiero ver a uno!
-¿Sí? Si estuvieras viva, lo dudaría-le dijo Shäyra.-. Por lo que a mí respecta, daría media vuelta y tan feliz volvería a Sanction. No me apetece que me roben, no sé tú cómo lo verás. –me sentí bastante identificada en su opinión sobre una visita al país de los kenders, aunque no estaba muy segura de si antepondría Sanction a Kendermore.
-¡Bah, niñita remilgada! –puse los ojos en blanco ante su comentario, pero no dije nada. Supongo que quería que nos lleváramos bien, al fin y al cabo.
Seguimos andando, acercándonos a la ciudad. Ya estábamos cerca de la entrada.
-Eh...Sayen, ¿es necesario? Quiero decir, podríamos comprar provisiones en otro lugar, Además, tampoco es tan urgent... –dijo, interrumpiéndose bruscamente cuando un rugido surgió de su estómago.
No pude evitarlo, sonreí ampliamente.
-Me temo que sí es necesario. Ya tengo planeado cómo seguir avanzando hacia el sur, y Kendermore será la mejor parada que tendremos en mucho tiempo, si nos referimos a peligro, claro.
-Sí, no es muy urgente. ¿Hambre, tú? Cualquiera lo diría...Es como decir que los pájaros vuelan: una completa barbaridad. –añadió Erelik sarcásticamente.
Shäyra la fulminó con la mirada cuando separó sus ojos de su pobre tripa. Se encogió de hombros tras volver a mirar Kendermore, pero por su mirada intuí que habría preferido enfrentarse a cien dragones primero.
-¡Venga, hermanita! ¡Que no se diga que eres una sosa! Nuestra familia siempre ha sido muy aventurera.
No comenté nada, ya que no tenía vela en aquel entierro. Nada me incluía en aquella “discusión familiar”, así que me guardé mis opiniones, como tantas otras veces, y callé mientras seguía observando la zona casi sin prestar atención a lo que la semielfa le respondía con tono agitado. En realidad, vigilaba que no hubiese nadie cerca. Sabía que era una esperanza inútil y necia, pero ojalá no nos encontrásemos con muchos kend…
Mientras soltaba una maldición entre dientes, vi cómo una kender corría a toda velocidad hacia nosotras. Nada más plantarse enfrente nuestro y acaparar la atención de nosotras tres, sin darnos opción a abrir la boca, comenzó a parlotear sin descanso.
-¡¡Hombre, hola!! ¿Venís a ver Kendermore? Os encantará, os lo aseguro. Vaya, qué curiosa coincidencia; vosotras entráis y yo salía. ¡Pero no me importa retrasar mi viaje! ¡¡Ya sé!! Me quedaré y os enseñaré la ciudad, contándoos todos y cada uno de sus secretos y misterios. –cuando dijo aquello, reprimí un estremecimiento de horror. Fruncí mucho el ceño y la contemplé con frialdad, pero aquello no amedrentó a la kender.- No encontraréis a nadie mejor que yo como guía turístico. Además, aquí se hallan los restos de una antigua Torre de Hechicería. Sí, lo digo especialmente por ti, hechicera, así que muéstrate más agradecida y no me mires de ese modo desagradable; como si acabases de morder un higo podrido. –enarqué una ceja con superioridad.- Por cierto, me encantaría que me echases un hechizo, cuanto más horrible mejor, pero me temo que eso impediría que os enseñara la ciudad, así que mejor lo dejamos para luego. Espero que no te importe, y que no hiera tus sentimientos. –sonreí irónicamente. Lo último que pensaba hacer eran gastar mis energías con una kender estúpida.- ¡Por cierto! Tienes suerte, semielfa; tu hija es igualita a ti. Y mejor así a que hubiese salido al padre, aunque no le conozca. ¡Hombres!
Al oír aquello último me esforcé en contener una fuerte carcajada, con el resultado de que de mi garganta salió un extraño gorjeo contenido. Enseguida me serené, y aproveché que la kender había dejado de hablar para coger aire para hablar.
-No queremos visitar la ciudad. Únicamente venimos a suministrarnos provisiones para un largo viaje.-intenté deshacer mi ceño fruncido para… supongo que no serle desagradable a la kender, como si hubiese comido higos el mal estado como decía ella, y así me hiciese caso y nos dejase en paz.
-¡Oh! Es una verdadera pena, os habría encantado. ¿De veras no podéis quedaros al menos un día para visitar la ciudad? En fin, os conduciré hasta el mercado. Allí encontraréis, entre otras cosas, toda clase de alimentos. ¡No veáis cuántos kenders van allí a comprar cada día cuando salen de viaje!
Al escuchar eso último me horroricé; lo último que deseaba era ir a un mercado kender donde todo lo que comprásemos fuese sustraído al instante por sus ágiles dedos.
-En realidad, podríamos ir solas si nos dices por dónde… Y si pudiese ser un lugar con poca gente, nosotras…-comencé, pero la kender me interrumpió. Alzando su pequeña mano, extendió un dedo por cada motivo que tenía para estar sumamente dolida y ofendida, según ella. Mientras la oía me dieron ganar de chillar y arrancarme el cabello a tirones, pero embutí las manos en la manga de la opuesta y respiré hondo varias veces, contando hasta… bastante.
Cuando terminó de hablar, tanto Shäyra como yo intentamos convencerla, pero fue inútil.
-Si queréis llenar esos enormes estómagos vuestros de humanas, será mejor que me acompañéis. Y sin rechistar. –comenzó a andar pero enseguida se giró.- ¡Qué maleducada soy! Me llamo Leanndarna Freebones, pero como seguramente os cueste pronunciarlo, podéis llamarme Leann. ¿Quiénes sois vosotras?
Con un suspiro de resignación, me puse a seguirla. Ella tenía razón. Yo había visto mapas de Kendermore, y perderse era una posibilidad altamente probable. La necesitábamos.
-Yo soy Sayen. –dije, pero no estreché la mano que nos ofrecía.
Sayen- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 13/07/2010
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Raza: Humano
Re: Caótica parada en Kendermore
Me sentía feliz. Mi mente había logrado desconectar de mi cuerpo y no hacía caso de la cháchara incesante de la pequeña criatura que teníamos en frente. Poco me faltaba para ponerme a tararear, de lo lejos que estaba mi cerebro. Seguramente que tenía cara de imbécil, pero no me importaba. Cualquier cosa era pequeña con tal de no escuchar a un kender. Pero mi cerebro me traicionó, y volvió al lugar que le correspondía.
-...¡Por cierto! Tienes suerte, semielfa; tu hija es igualita a ti. Y mejor así a que hubiese salido al padre, aunque no le conozca. ¡Hombres!
Me atraganté. ¡Mi hija! ¡Erelik, mi hija! Sayen lanzó un extraño gorjeo. Bueno, había dicho que era una suerte que mi...''hija'' se pareciese a mí, a lo mejor eso era un halago...pero me daba miedo.
Sayen le dijo algo sobre que no quería visitar la ciudad. ¿Acaso había propuesto eso la kender? ¡Cuánto tenía que aprender! ¿Qué ser, que no fuese kender, querría visitar una de sus ciudades? ¡Era preferible hacerse amigo de un Dragón Rojo!
-¡Oh! Es una verdadera pena, os habría encantado. ¿De veras no podéis quedaros al menos un día para visitar la ciudad? En fin, os conduciré hasta el mercado. Allí encontraréis, entre otras cosas, toda clase de alimentos. ¡No veáis cuántos kenders van allí a comprar cada día cuando salen de viaje!-dijo.
Vi que a Erelik se le iluminaban los ojos. ¡No! ¡No, por todo el panteón de dioses! ¡No pasaría en esa ciudad más tiempo del estrictamente necesario! Ya eso era un suicidio en sí.
-En realidad, podríamos ir solas si nos dices por dónde… Y si pudiese ser un lugar con poca gente, nosotras…-empezó a decir Sayen.
Otra interrupción por parte de la kender. Hablaba demasiado. Era irritante. Me daban ganas de sacar la vara y empezar a darle golpes en la cabeza hasta que se callase. O de darme golpes a mí misma con tal de no oir aquello. Deslicé mi mano por la madera de mi arma, encantada con la idea de morir en aquel mismo instante. ¡Sería tan gratificante! ¡Me libraría de aquella parlotería sin sentido! Y, otra vez, mi mente fue lejos de aquel lugar.
-Yo soy Sayen-oí que decía la hechicera.
Carraspeé y volví la vista a la kender, que me miraba aguardando una respuesta.
-Mi nombre es Shäyra y ella-señalé a Erelik y conseguí pararla antes de que estrechase la mano de la kender-, es Erelik.
-¡Mucho gusto, Leann! ¡Qué ganas tenía de venir a esta ciudad! ¿No podemos quedarnos más tiempo?
Los ojos de la kender se iluminaron.
-¡No, no nos quedaremos más tiempo! ¡Compraremos lo necesario y nos iremos!
A lo mejor había sonado un poco brusca, pero no importaba. ¡Por Paladine, más tiempo en una ciudad plagada de ladrones! ¡Lo que me faltaba!
Entramos en la ciudad con...¿Leann? a la cabeza. Nos guió por calles repletitas de gente como ella, y yo vigilaba bien mis bolsas. Mis ojos adquirieron un matiz peligroso y desconfiado, como diciendo ''Venga, acercáos si os atrevéis''. Era, por mi parte, totalmente estúpido ya que los kenders no sentían miedo, pero al menos que no se diga que no lo intenté.
Y, allí, en mitad de aquel barullo, me pareció distinguir a un hombre alto de cabellos rojos como el fuego. Contuve el aliento. ¡Era imposible! ¡No, no podía estar allí!
Mi hermana me había hablado mucho sobre Talik. Me dijo que, cuando fuese mayor, seguramente sería muy alto y delgado, pero a pesar de ello, de apariencia bastante humana en lugar de elfa. Y también me dijo que su pelo era increíblemente rojo.
Entonces, aquel hombre se esfumó. Habría sido una imaginación, pero...pero fue tan sumamente real...Decidí no contárselo a Sayen, al menos por ahora. No sé si habría reparado en mi reacción. Si me miraba de forma interrogativa, simplemente señalaría con la cabeza hacia fuera de la ciudad. Con eso comprendería.
-...¡Por cierto! Tienes suerte, semielfa; tu hija es igualita a ti. Y mejor así a que hubiese salido al padre, aunque no le conozca. ¡Hombres!
Me atraganté. ¡Mi hija! ¡Erelik, mi hija! Sayen lanzó un extraño gorjeo. Bueno, había dicho que era una suerte que mi...''hija'' se pareciese a mí, a lo mejor eso era un halago...pero me daba miedo.
Sayen le dijo algo sobre que no quería visitar la ciudad. ¿Acaso había propuesto eso la kender? ¡Cuánto tenía que aprender! ¿Qué ser, que no fuese kender, querría visitar una de sus ciudades? ¡Era preferible hacerse amigo de un Dragón Rojo!
-¡Oh! Es una verdadera pena, os habría encantado. ¿De veras no podéis quedaros al menos un día para visitar la ciudad? En fin, os conduciré hasta el mercado. Allí encontraréis, entre otras cosas, toda clase de alimentos. ¡No veáis cuántos kenders van allí a comprar cada día cuando salen de viaje!-dijo.
Vi que a Erelik se le iluminaban los ojos. ¡No! ¡No, por todo el panteón de dioses! ¡No pasaría en esa ciudad más tiempo del estrictamente necesario! Ya eso era un suicidio en sí.
-En realidad, podríamos ir solas si nos dices por dónde… Y si pudiese ser un lugar con poca gente, nosotras…-empezó a decir Sayen.
Otra interrupción por parte de la kender. Hablaba demasiado. Era irritante. Me daban ganas de sacar la vara y empezar a darle golpes en la cabeza hasta que se callase. O de darme golpes a mí misma con tal de no oir aquello. Deslicé mi mano por la madera de mi arma, encantada con la idea de morir en aquel mismo instante. ¡Sería tan gratificante! ¡Me libraría de aquella parlotería sin sentido! Y, otra vez, mi mente fue lejos de aquel lugar.
-Yo soy Sayen-oí que decía la hechicera.
Carraspeé y volví la vista a la kender, que me miraba aguardando una respuesta.
-Mi nombre es Shäyra y ella-señalé a Erelik y conseguí pararla antes de que estrechase la mano de la kender-, es Erelik.
-¡Mucho gusto, Leann! ¡Qué ganas tenía de venir a esta ciudad! ¿No podemos quedarnos más tiempo?
Los ojos de la kender se iluminaron.
-¡No, no nos quedaremos más tiempo! ¡Compraremos lo necesario y nos iremos!
A lo mejor había sonado un poco brusca, pero no importaba. ¡Por Paladine, más tiempo en una ciudad plagada de ladrones! ¡Lo que me faltaba!
Entramos en la ciudad con...¿Leann? a la cabeza. Nos guió por calles repletitas de gente como ella, y yo vigilaba bien mis bolsas. Mis ojos adquirieron un matiz peligroso y desconfiado, como diciendo ''Venga, acercáos si os atrevéis''. Era, por mi parte, totalmente estúpido ya que los kenders no sentían miedo, pero al menos que no se diga que no lo intenté.
Y, allí, en mitad de aquel barullo, me pareció distinguir a un hombre alto de cabellos rojos como el fuego. Contuve el aliento. ¡Era imposible! ¡No, no podía estar allí!
Mi hermana me había hablado mucho sobre Talik. Me dijo que, cuando fuese mayor, seguramente sería muy alto y delgado, pero a pesar de ello, de apariencia bastante humana en lugar de elfa. Y también me dijo que su pelo era increíblemente rojo.
Entonces, aquel hombre se esfumó. Habría sido una imaginación, pero...pero fue tan sumamente real...Decidí no contárselo a Sayen, al menos por ahora. No sé si habría reparado en mi reacción. Si me miraba de forma interrogativa, simplemente señalaría con la cabeza hacia fuera de la ciudad. Con eso comprendería.
Shäyra- Mensajes : 31
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Re: Caótica parada en Kendermore
-Yo soy Sayen. –dijo la hechicera tras suspirar. La kender estiró el brazo que ofrecía hasta casi descoyuntarse el hombro, pero su mano no fue estrechada. Leann también suspiró y se giró hacia la madre semielfa, ofreciendo de nuevo su pequeño miembro.
-Mi nombre es Shäyra y ella- dijo señalando a la niña.-, es Erelik.
A Leann le extrañó que no hablase de ella amorosamente, que no la acariciase el rostro y dijese “…y esta es mi pequeña, mi hija Erelik”, depositando un beso sobre su coronilla. Más aún la sorprendió que Shäyra detuviese a Erelik cuando esta intentó darle la mano que ninguna de las adultas había estrechado. La kender bajó la mano entristecida y adoptó un gesto de profundo dolor, que desapareció al instante cuando Erelik la saludó.
-¡Mucho gusto, Leann! ¡Qué ganas tenía de venir a esta ciudad! ¿No podemos quedarnos más tiempo?
El rostro de Leanndarna se iluminó tanto que habría cegado a Sayen y Shäyra si la hubiesen prestado más atención. No obstante, de nuevo, su severa madre la interrumpió.
-¡No, no nos quedaremos más tiempo! ¡Compraremos lo necesario y nos iremos! –exclamó con brusquedad.
Leann observó con algo de compasión a Erelik cuando esta expresó con un mal gesto su disgusto. Hubiese estado encantada de apoyar la mano en su hombro a modo de consuelo, pero supuso que a su antipática madre no le gustaría, así que sólo se acercó a ella y le susurró confidencialmente –aunque las otras lo oyeron a la perfección.-:
-No te preocupes, Erelik, mi madre también era severa y estricta conmigo. –mintió descaradamente, pero creía que así tranquilizaría a la niña.- ¡Hasta que cumplí mis diecinueve años y quise dejar atrás mi casa! No pudo detenerme. Así que tranquila, llegará un momento en el que podrás hacer lo que desees. –luego bajó el tono de voz, pero igualmente todas la escucharon.- Tal vez me equivoqué, y hubiera sido mejor que te parecieses a tu padre.
Acto seguido, Leann se puso a la cabeza del extraño trío y guió a las demás por las irregulares callejuelas de Kendermore. La kender parecía guiarse a la perfección, pero lo cierto fue que pasaron varias veces por el mismo lugar y muchas veces doblaban una esquina y aparecían frente a un callejón sin salida. Tampoco ayudaba a que fuera una marcha rápida y continua el que, cada vez que se encontraban con otro kender, él y Leann se paraban en medio de la calle, se tiraban al suelo y comenzaban a reír e intercambiar cosas de sus saquillos.
Hubo un momento en el que la madre semielfa se detuvo con el rostro lleno de estupefacción, pero Leanndarna no le dio importancia y aprovechó la parada para hablar con un compañero. Ambos, elfos y humanos, eran incomprensibles para ella. La kender se acercó al otro hermano de raza que pasaba por allí y se intercambiaron de nuevo pertenencias de sus saquillos mientras parloteaban sin cesar.
-…Mi hermano es el primo tercero del abuelo de la tía segunda del hermano que se casó con su mujer, que a su vez era el primo cuarto de Tío Saltatrampas.- dijo orgulloso el kender.
-¡¡Es increíble!! –graznó Leann absolutamente anonadada, con una amplia sonrisa en la cara.- ¡Mi madre es la cónyuge del tío de la abuela segunda del tataranieto de su mujer que es el hermano sexto de Tío Saltatrampas!
El otro kender se levantó del suelo solemnemente, verdaderamente sorprendido, y abrazó a Leann.
-¡Hermana! –exclamó.
-¡Hermano! –repitió Leann devolviéndole el abrazo afectuosamente.
Después de que Leanndarna descubriera que tenía unos siete hermanos más que no conocía, prosiguieron la marcha. Pasaron por casas que estaban en medio de las calles y tenías que atravesar para continuar caminando; tuvieron que trepar muros y saltar setos, pero finalmente se detuvieron frente a un pequeño edificio. Leanndarna se volvió hacia sus nuevas amigas y, muy orgullosa, les dijo.
-¡Bienvenidas a mi casa!
-Mi nombre es Shäyra y ella- dijo señalando a la niña.-, es Erelik.
A Leann le extrañó que no hablase de ella amorosamente, que no la acariciase el rostro y dijese “…y esta es mi pequeña, mi hija Erelik”, depositando un beso sobre su coronilla. Más aún la sorprendió que Shäyra detuviese a Erelik cuando esta intentó darle la mano que ninguna de las adultas había estrechado. La kender bajó la mano entristecida y adoptó un gesto de profundo dolor, que desapareció al instante cuando Erelik la saludó.
-¡Mucho gusto, Leann! ¡Qué ganas tenía de venir a esta ciudad! ¿No podemos quedarnos más tiempo?
El rostro de Leanndarna se iluminó tanto que habría cegado a Sayen y Shäyra si la hubiesen prestado más atención. No obstante, de nuevo, su severa madre la interrumpió.
-¡No, no nos quedaremos más tiempo! ¡Compraremos lo necesario y nos iremos! –exclamó con brusquedad.
Leann observó con algo de compasión a Erelik cuando esta expresó con un mal gesto su disgusto. Hubiese estado encantada de apoyar la mano en su hombro a modo de consuelo, pero supuso que a su antipática madre no le gustaría, así que sólo se acercó a ella y le susurró confidencialmente –aunque las otras lo oyeron a la perfección.-:
-No te preocupes, Erelik, mi madre también era severa y estricta conmigo. –mintió descaradamente, pero creía que así tranquilizaría a la niña.- ¡Hasta que cumplí mis diecinueve años y quise dejar atrás mi casa! No pudo detenerme. Así que tranquila, llegará un momento en el que podrás hacer lo que desees. –luego bajó el tono de voz, pero igualmente todas la escucharon.- Tal vez me equivoqué, y hubiera sido mejor que te parecieses a tu padre.
Acto seguido, Leann se puso a la cabeza del extraño trío y guió a las demás por las irregulares callejuelas de Kendermore. La kender parecía guiarse a la perfección, pero lo cierto fue que pasaron varias veces por el mismo lugar y muchas veces doblaban una esquina y aparecían frente a un callejón sin salida. Tampoco ayudaba a que fuera una marcha rápida y continua el que, cada vez que se encontraban con otro kender, él y Leann se paraban en medio de la calle, se tiraban al suelo y comenzaban a reír e intercambiar cosas de sus saquillos.
Hubo un momento en el que la madre semielfa se detuvo con el rostro lleno de estupefacción, pero Leanndarna no le dio importancia y aprovechó la parada para hablar con un compañero. Ambos, elfos y humanos, eran incomprensibles para ella. La kender se acercó al otro hermano de raza que pasaba por allí y se intercambiaron de nuevo pertenencias de sus saquillos mientras parloteaban sin cesar.
-…Mi hermano es el primo tercero del abuelo de la tía segunda del hermano que se casó con su mujer, que a su vez era el primo cuarto de Tío Saltatrampas.- dijo orgulloso el kender.
-¡¡Es increíble!! –graznó Leann absolutamente anonadada, con una amplia sonrisa en la cara.- ¡Mi madre es la cónyuge del tío de la abuela segunda del tataranieto de su mujer que es el hermano sexto de Tío Saltatrampas!
El otro kender se levantó del suelo solemnemente, verdaderamente sorprendido, y abrazó a Leann.
-¡Hermana! –exclamó.
-¡Hermano! –repitió Leann devolviéndole el abrazo afectuosamente.
Después de que Leanndarna descubriera que tenía unos siete hermanos más que no conocía, prosiguieron la marcha. Pasaron por casas que estaban en medio de las calles y tenías que atravesar para continuar caminando; tuvieron que trepar muros y saltar setos, pero finalmente se detuvieron frente a un pequeño edificio. Leanndarna se volvió hacia sus nuevas amigas y, muy orgullosa, les dijo.
-¡Bienvenidas a mi casa!
Leanndarna Freebones- Mensajes : 27
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Re: Caótica parada en Kendermore
-Mi nombre es Shäyra y ella, es Erelik. –se presentó también la semielfa. Tampoco estrechó la mano de la kender; pero al ver que Erelik hacía mago de darle la mano, me puse tensa. Por suerte, Shäyra la detuvo a tiempo.
-¡Mucho gusto, Leann! ¡Qué ganas tenía de venir a esta ciudad! ¿No podemos quedarnos más tiempo?-al oír aquello contuve una exclamación ahogada de terror y le dirigí una mirada tan dura a Erelik, que habría clavado en el sitio hasta a un dragón cromático.
-¡No, no nos quedaremos más tiempo! ¡Compraremos lo necesario y nos iremos! -exclamó Shäyra antes de que la kender se hiciese falsas ilusiones. Al oír el brusco tono de la semielfa, la kender se acercó a Erelik –aunque por suerte no hizo amago de tocarla- y le habló en tono de consuelo. No presté la más mínima atención a lo que dijo. Esperé impaciente a que terminase de hablar y se pusiese a la cabeza, guiándonos por la temible Kendermore.
La seguimos sin añadir ningún comentario más. La kender, cuyo nombre había olvidado, avanzaba con seguridad y firmeza, sin dudar en ningún momento. Pese a su aparente aspecto decidido, pasamos numerosas veces por los mismos sitios, nos topamos con muros que impedían el paso, cruzamos casas que aparecían de la nada en medio de una acera. La kender de vez en cuando se giraba para mirarnos y nos decía:
-Tranquilas, conozco esta ciudad como la palma de mi mano.
Empecé a preguntarme seriamente si esa kender se había mirado la palma de la mano alguna vez en su vida, pero, teniendo en cuenta cómo parecían estar diseñadas las calles, o mejor dicho, cómo parecían no estar diseñadas ni organizadas, probablemente fuese normal dar todas esas vueltas cada vez que quisieras llegar a cualquier sitio.
Eso podía aceptarlo. Lo que me enervaba eran las numerosas paradas que nos veíamos obligadas a hacer cada vez que nuestra guía se cruzaba con cualquier otro miembro de su raza. Cuando pillé a una de esas sanguijuelas intentando desabrochar el nudo de uno de mis saquillos donde portaba mis ingredientes mágicos, no lo dudé más; y aparte de darle una bofetada en los nudillos, apliqué sobre mis pertenencias un hechizo contra robos. Nadie podría abrir mis cosas salvo yo. Me pregunté cómo no se me había ocurrido antes, cuando aún no habíamos entrado en la ciudad.
Fue entonces, justo cuando la kender se estaba revolcando por el suelo con otro kender, cuando Shäyra se detuvo de golpe. Me giré hacia ella y la vi conteniendo el aliento, con ojos casi desorbitados. Cuando intenté mirar hacia el lugar donde convergía su mirada, sólo vi más y más kenders. Miré inquisitiva e interrogativamente a la semielfa, pero ella sacudió la cabeza y señaló a las afueras de la ciudad. Comprendí, y cabeceé en señal afirmativa. Bueno, por lo menos no sería nada grave, ya que de serlo, no se podría posponer para luego.
Entonces, vimos a la kender despedirse de su compañero y seguimos la marcha. Nos topamos con otros cuantos ladronzuelos más, pero finalmente, la kender se detuvo frente a un diminuto edificio. Miré la puerta. No había ningún cartel, como debería ser en el caso de que se tratara de una tienda. La kender se giró hacia nosotras, hinchó el pecho y agregó:
-¡Bienvenidas a mi casa!
Al oír aquello casi me tambaleé. ¡Queríamos ir a comprar provisiones! Aunque luego lo pensé mejor, ya que si era su casa, allí solo estaría su familia. En realidad era lo que habíamos pedido: pocos kenders. No había reparado en el carácter generoso de los de esta raza; seguramente la familia de la kender nos proporcionaría comida y agua. ¿Tendrían suficiente? De todos modos… ¿cuántos miembros formaban su familia? Mientras observaba la situación desde cada ángulo, había momentos en los que me alegraba estar en su casa y otros en los que a punto estuve de salir corriendo. Miré a la kender y pregunté:
-¿Cuántos hermanos tienes… kender?
-Leann.
-¿Perdona?
-Que me llamo Leann. Leanndarna Freebones, exactamente. No kender. –cerré los ojos con exasperación, pero la kender, por fin, se dignó a responderme.- Tengo ocho hermanos.
Cuando escuché eso, me mareé y faltó poco para que cayese redonda.
-¿Qué…? –empecé.
-Pero, por desgracia, ninguno de ellos está aquí. Todos han partido, como hice yo, por el ansia viajera. A conocer Ansalon, y buscar aventuras. Algo realmente emocionante y excitante. Te lo recomiendo, hechicera, ya que te veo algo aburrida. En fin, el caso es que la cena no será tan divertida como me gustaría, ya que sólo están mi padre y mi madre.
Suspiré aliviada. La kender –o Leann- se dio media vuelta y entró como una exhalación en la casa, sin llamar, ni golpear la madera con los nudillos.
Cuadré los hombros, suspiré con resignación, miré a Shäyra con cara de “¿qué remedio?”, y me agaché cuanto pude para entrar en la pequeña casa.
-¡Mucho gusto, Leann! ¡Qué ganas tenía de venir a esta ciudad! ¿No podemos quedarnos más tiempo?-al oír aquello contuve una exclamación ahogada de terror y le dirigí una mirada tan dura a Erelik, que habría clavado en el sitio hasta a un dragón cromático.
-¡No, no nos quedaremos más tiempo! ¡Compraremos lo necesario y nos iremos! -exclamó Shäyra antes de que la kender se hiciese falsas ilusiones. Al oír el brusco tono de la semielfa, la kender se acercó a Erelik –aunque por suerte no hizo amago de tocarla- y le habló en tono de consuelo. No presté la más mínima atención a lo que dijo. Esperé impaciente a que terminase de hablar y se pusiese a la cabeza, guiándonos por la temible Kendermore.
La seguimos sin añadir ningún comentario más. La kender, cuyo nombre había olvidado, avanzaba con seguridad y firmeza, sin dudar en ningún momento. Pese a su aparente aspecto decidido, pasamos numerosas veces por los mismos sitios, nos topamos con muros que impedían el paso, cruzamos casas que aparecían de la nada en medio de una acera. La kender de vez en cuando se giraba para mirarnos y nos decía:
-Tranquilas, conozco esta ciudad como la palma de mi mano.
Empecé a preguntarme seriamente si esa kender se había mirado la palma de la mano alguna vez en su vida, pero, teniendo en cuenta cómo parecían estar diseñadas las calles, o mejor dicho, cómo parecían no estar diseñadas ni organizadas, probablemente fuese normal dar todas esas vueltas cada vez que quisieras llegar a cualquier sitio.
Eso podía aceptarlo. Lo que me enervaba eran las numerosas paradas que nos veíamos obligadas a hacer cada vez que nuestra guía se cruzaba con cualquier otro miembro de su raza. Cuando pillé a una de esas sanguijuelas intentando desabrochar el nudo de uno de mis saquillos donde portaba mis ingredientes mágicos, no lo dudé más; y aparte de darle una bofetada en los nudillos, apliqué sobre mis pertenencias un hechizo contra robos. Nadie podría abrir mis cosas salvo yo. Me pregunté cómo no se me había ocurrido antes, cuando aún no habíamos entrado en la ciudad.
Fue entonces, justo cuando la kender se estaba revolcando por el suelo con otro kender, cuando Shäyra se detuvo de golpe. Me giré hacia ella y la vi conteniendo el aliento, con ojos casi desorbitados. Cuando intenté mirar hacia el lugar donde convergía su mirada, sólo vi más y más kenders. Miré inquisitiva e interrogativamente a la semielfa, pero ella sacudió la cabeza y señaló a las afueras de la ciudad. Comprendí, y cabeceé en señal afirmativa. Bueno, por lo menos no sería nada grave, ya que de serlo, no se podría posponer para luego.
Entonces, vimos a la kender despedirse de su compañero y seguimos la marcha. Nos topamos con otros cuantos ladronzuelos más, pero finalmente, la kender se detuvo frente a un diminuto edificio. Miré la puerta. No había ningún cartel, como debería ser en el caso de que se tratara de una tienda. La kender se giró hacia nosotras, hinchó el pecho y agregó:
-¡Bienvenidas a mi casa!
Al oír aquello casi me tambaleé. ¡Queríamos ir a comprar provisiones! Aunque luego lo pensé mejor, ya que si era su casa, allí solo estaría su familia. En realidad era lo que habíamos pedido: pocos kenders. No había reparado en el carácter generoso de los de esta raza; seguramente la familia de la kender nos proporcionaría comida y agua. ¿Tendrían suficiente? De todos modos… ¿cuántos miembros formaban su familia? Mientras observaba la situación desde cada ángulo, había momentos en los que me alegraba estar en su casa y otros en los que a punto estuve de salir corriendo. Miré a la kender y pregunté:
-¿Cuántos hermanos tienes… kender?
-Leann.
-¿Perdona?
-Que me llamo Leann. Leanndarna Freebones, exactamente. No kender. –cerré los ojos con exasperación, pero la kender, por fin, se dignó a responderme.- Tengo ocho hermanos.
Cuando escuché eso, me mareé y faltó poco para que cayese redonda.
-¿Qué…? –empecé.
-Pero, por desgracia, ninguno de ellos está aquí. Todos han partido, como hice yo, por el ansia viajera. A conocer Ansalon, y buscar aventuras. Algo realmente emocionante y excitante. Te lo recomiendo, hechicera, ya que te veo algo aburrida. En fin, el caso es que la cena no será tan divertida como me gustaría, ya que sólo están mi padre y mi madre.
Suspiré aliviada. La kender –o Leann- se dio media vuelta y entró como una exhalación en la casa, sin llamar, ni golpear la madera con los nudillos.
Cuadré los hombros, suspiré con resignación, miré a Shäyra con cara de “¿qué remedio?”, y me agaché cuanto pude para entrar en la pequeña casa.
Sayen- Mensajes : 30
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Re: Caótica parada en Kendermore
-¡Bienvenidas a mi casa!
¡El destino no podía ser más cruel! ¡Ahora tendríamos que pasar todo el día en casa de aquella dichosa kender! A Erelik parecía gustarle la idea, pero por lo que a mí respecta preferiría luchar contra trescientos Dragones Rojos.
-¿Cuántos hermanos tienes… kender?-le preguntó Sayen a la kender.
-Leann.
-''Buen número de hermanos''-pensé, sonriendo ligeramente con un deje de ironía.
-¿Perdona?
-Que me llamo Leann. Leanndarna Freebones, exactamente. No kender. Tengo ocho hermanos.
¡Horror! ¡Ocho hermanos! Lo que me faltaba...Suspiré, con temor a entrar en aquella horripilante casa del terror que se alzaba frente a nosotras. Empecé a tirarme del lóbulo de la oreja, una manía que tenía desde pequeña. Lo hacía cuando estaba estresada...y esa situación estaba poniendo mis nervios a prueba. A mi lado, Sayen parecía que se iba a desvanecer de un momento a otro. Murmuró un ''¿Qué...?'' y ahí se quedó la frase, porque Leann había vuelto a abrir la boca. Mejor dicho...¿cuándo la había tenido cerrada?
-Pero, por desgracia, ninguno de ellos está aquí. Todos han partido, como hice yo, por el ansia viajera. A conocer Ansalon, y buscar aventuras. Algo realmente emocionante y excitante. Te lo recomiendo, hechicera, ya que te veo algo aburrida. En fin, el caso es que la cena no será tan divertida como me gustaría, ya que sólo están mi padre y mi madre.
Casi me empiezo a reír al oir la recomendación de la kender. Una más, y hoy tendríamos para comer filete de kender empanado. Lancé aire por entre los dientes, haciendo un pequeño ruido.
Sayen cuadró hombros y me miró antes de entrar. Su mirada decía algo así como ''bueno, ¿qué se le va a hacer?''. Suspiré bajando la cabeza y, agachándome un poco, entré en aquella casita. Erelik me siguió, con los ojos iluminados y una gran sonrisa en la cara. Le dirigí una mirada asesina y ella, en respuesta, hizo que su sonrisa fuese aún más grande que antes. ¡Cómo disfrutaba sacándome de quicio!
-''Piensa en positivo...Peor sería si sus hermanos estuviesen aquí''
Con este pensamiento en mente, cambié mi huraña cara por una más amable.
Así que esa era la casa de Leann...
¡El destino no podía ser más cruel! ¡Ahora tendríamos que pasar todo el día en casa de aquella dichosa kender! A Erelik parecía gustarle la idea, pero por lo que a mí respecta preferiría luchar contra trescientos Dragones Rojos.
-¿Cuántos hermanos tienes… kender?-le preguntó Sayen a la kender.
-Leann.
-''Buen número de hermanos''-pensé, sonriendo ligeramente con un deje de ironía.
-¿Perdona?
-Que me llamo Leann. Leanndarna Freebones, exactamente. No kender. Tengo ocho hermanos.
¡Horror! ¡Ocho hermanos! Lo que me faltaba...Suspiré, con temor a entrar en aquella horripilante casa del terror que se alzaba frente a nosotras. Empecé a tirarme del lóbulo de la oreja, una manía que tenía desde pequeña. Lo hacía cuando estaba estresada...y esa situación estaba poniendo mis nervios a prueba. A mi lado, Sayen parecía que se iba a desvanecer de un momento a otro. Murmuró un ''¿Qué...?'' y ahí se quedó la frase, porque Leann había vuelto a abrir la boca. Mejor dicho...¿cuándo la había tenido cerrada?
-Pero, por desgracia, ninguno de ellos está aquí. Todos han partido, como hice yo, por el ansia viajera. A conocer Ansalon, y buscar aventuras. Algo realmente emocionante y excitante. Te lo recomiendo, hechicera, ya que te veo algo aburrida. En fin, el caso es que la cena no será tan divertida como me gustaría, ya que sólo están mi padre y mi madre.
Casi me empiezo a reír al oir la recomendación de la kender. Una más, y hoy tendríamos para comer filete de kender empanado. Lancé aire por entre los dientes, haciendo un pequeño ruido.
Sayen cuadró hombros y me miró antes de entrar. Su mirada decía algo así como ''bueno, ¿qué se le va a hacer?''. Suspiré bajando la cabeza y, agachándome un poco, entré en aquella casita. Erelik me siguió, con los ojos iluminados y una gran sonrisa en la cara. Le dirigí una mirada asesina y ella, en respuesta, hizo que su sonrisa fuese aún más grande que antes. ¡Cómo disfrutaba sacándome de quicio!
-''Piensa en positivo...Peor sería si sus hermanos estuviesen aquí''
Con este pensamiento en mente, cambié mi huraña cara por una más amable.
Así que esa era la casa de Leann...
Shäyra- Mensajes : 31
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Re: Caótica parada en Kendermore
A Leanndarna no le pilló por sorpresa la expresión de Shäyra y Sayen, que era la misma a la que habrían puesto de haber chupado un limón, o incluso un limón enterrado en una hez de minotauro. Por el contrario, le complació la expresión entusiasta de Erelik.
Tras intercambiar unas cuantas frases técnicas, cosas de papeleo, con Sayen, y recordarle amablemente cuál era su nombre –la kender no se lo tuvo en cuenta, los hechiceros tienen el cerebro lleno de hechizos y les puede costar recordar nombres-, Leann entró precipitadamente en su casa.
-¡Madre! ¡Padre! –gritó Leanndarna al entrar en casa.
Dos kenders aparecieron de la nada en el pequeño salón al que se accedía nada más entrar. Eran maduros, aunque aún no habían entrado en la vejez. Sus rostros estaban surcados por las profundas arrugas que todo kender adora y había alguna cana en sus respectivos copetes. Sus caras expresaron alegría y sorpresa por partes iguales.
-¡Leann! ¿No te ibas hoy? ¡No me lo digas! ¡Te vas a quedar aquí!
Leann negó vehementemente con la cabeza, su trenza sacudiéndose de un lado a otro.
-No, he venido para presentaros a mis nuevas amigas. Estas son Erelik, Shäyra, su madre, y Sayen, la hechicera más poderosa de todo Krynn. –dijo señalándolas una a una.
-¡Una hechicera! –exclamaron a la vez sus padres, con ojos brillantes. Leann prosiguió, dirigiéndose ahora a las tres mujeres.
-Estos son mi madre, Seslina Clamblepeak, y mi padre, Lyras Freebones. –dijo con mucho orgullo. –Parientes directos de Tío Saltatrampas.
Seslina y Lyras no perdieron tiempo en estrechar las manos –que ellos mismos tuvieron que alzar, ya que ni la semielfa ni Sayen hicieron amago de hacerlo- de ellas, aunque la madre de la pequeña medio elfa pareció bastante protectora, ya que no dejó que la tocaran.
-¿Tus amigas, Leann? -preguntó Lyras. No lo hizo de manera suspicaz, sino más bien lleno de placer. Los amigos de su hija eran sus amigos, y también los amigos de toda la población kender.
-Las mejores del mundo. -repuso la kender solemnemente.
Tras intercambiar unas cuantas frases técnicas, cosas de papeleo, con Sayen, y recordarle amablemente cuál era su nombre –la kender no se lo tuvo en cuenta, los hechiceros tienen el cerebro lleno de hechizos y les puede costar recordar nombres-, Leann entró precipitadamente en su casa.
-¡Madre! ¡Padre! –gritó Leanndarna al entrar en casa.
Dos kenders aparecieron de la nada en el pequeño salón al que se accedía nada más entrar. Eran maduros, aunque aún no habían entrado en la vejez. Sus rostros estaban surcados por las profundas arrugas que todo kender adora y había alguna cana en sus respectivos copetes. Sus caras expresaron alegría y sorpresa por partes iguales.
-¡Leann! ¿No te ibas hoy? ¡No me lo digas! ¡Te vas a quedar aquí!
Leann negó vehementemente con la cabeza, su trenza sacudiéndose de un lado a otro.
-No, he venido para presentaros a mis nuevas amigas. Estas son Erelik, Shäyra, su madre, y Sayen, la hechicera más poderosa de todo Krynn. –dijo señalándolas una a una.
-¡Una hechicera! –exclamaron a la vez sus padres, con ojos brillantes. Leann prosiguió, dirigiéndose ahora a las tres mujeres.
-Estos son mi madre, Seslina Clamblepeak, y mi padre, Lyras Freebones. –dijo con mucho orgullo. –Parientes directos de Tío Saltatrampas.
Seslina y Lyras no perdieron tiempo en estrechar las manos –que ellos mismos tuvieron que alzar, ya que ni la semielfa ni Sayen hicieron amago de hacerlo- de ellas, aunque la madre de la pequeña medio elfa pareció bastante protectora, ya que no dejó que la tocaran.
-¿Tus amigas, Leann? -preguntó Lyras. No lo hizo de manera suspicaz, sino más bien lleno de placer. Los amigos de su hija eran sus amigos, y también los amigos de toda la población kender.
-Las mejores del mundo. -repuso la kender solemnemente.
Leanndarna Freebones- Mensajes : 27
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Re: Caótica parada en Kendermore
Leann entró como una exhalación en su casa. La puerta estaba abierta; no había ninguna cerrada en toda Kendermore. No era necesario debido al carácter despreocupado, despistado y generoso de los kenders; y de todos modos, de haber, sería inútil: ninguna cerradura se resiste a las ganzúas kender.
Después de mirar con resignación a Shäyra, me agaché hasta quedar prácticamente en un ángulo menor a noventa grados, y entré como buenamente pude en su casa. Por desgracia, dentro no pude incorporarme, así que quedé en aquella incómoda posición.
Cuando hubimos entrado todas, la kender gritó y llamó a sus padres, que no tardaron en venir.
Pese a que resulta difícil calcular la edad de un kender, sin duda era evidente que ellos eran mayores. Sus caras estaban arrugadas y alguna cana relucía en sus cabellos claros. Ambos vestían las ropas más llamativas y extravagantes que una pudiese imaginar. Los costureros kenders debían de tener una formidable imaginación.
Leann nos presentó.
-No, he venido para presentaros a mis nuevas amigas. Estas son Erelik, Shäyra, su madre, y Sayen, la hechicera más poderosa de todo Krynn.
Al oír aquello giré la cabeza con sobresalto a la kender. ¿De dónde había sacado eso? Luego suspiré y me reprendí a mí misma por hacer aquella pregunta estúpida. Era una kender. ¿Qué se podía esperar de alguien de su raza?
-Estos son mi madre, Seslina Clamblepeak, y mi padre, Lyras Freebones.
Incliné la cabeza a modo de saludo más que nada por la fuerza de la costumbre, aunque no pude evitar que sus padres, Seslina y Lyras, se acercaran presurosos a estrechar nuestras manos. No alcé la mía, pero no hizo falta, ya que ellos solos se encargaron de levantarla. Sus manos también se deslizaron hacia mis saquitos, pero gracias al hechizo que lancé antes, se alejaron como acalambradas.
-¿Tus amigas, Leann? -preguntó su padre con admiración. Miré a la kender, sintiendo curiosidad (increible, pero cierto), por saber qué contestaría. No debería haberme sorprendido su respuesta, pero lo consiguió.
-Las mejores del mundo. -dijo ella con toda la seriedad que un kender pudiese tener durante el tiempo de... ¿cinco segundos?
Suspiré.
Entonces Seslina nos miró y comenzó a parlotear. Se parecía mucho a su hija.
-¡Por favor, sentaos! Que nadie se queje de la famosa hospitalidad kender. ¡Oh! Bueno, me temo que nuestras sillas no soportarían vuestro peso. -La madre de Leann acomodó unos cojines en el suelo y nos instó a acomodarnos en ellos sin dejar de hablar un solo momento, ayudada por su marido. Nos sentamos más porque callara (ilusas), al menos por mi parte, que por otra cosa.- Eso está mucho mejor. ¿Queréis tomar algo? Preparo un guiso de cabra delicioso... Y no es por falta de modestia.-se sonrojó.- Decidme, ¿qué os ha traído a visitar la ciudad? ¿Turismo? ¿Las ruinas de la antigua Torre de magia? ¿O conocéis a alguien aquí? ¡No me lo digáis! ¡Sois parientes de Tío Saltatrampas! ¿No es maravilloso? ¡¡Nosotros también!!
Y cuando Seslina comenzó a enumerar todos sus parientes directos o indirectos, vecinos o amigos, conocidos o enemigos del kender ese, carraspeé sonoramente y hablé, con voz irritada.
-En realidad, sólo estamos de paso. Vinimos a Kendermore a suministrarnos antes de proseguir un... viaje a unos familiares. -dije. No quería decir nada de aventuras o misiones y que se autoinvitaran a venir. Miré significativamente a Shäyra para que entendiera por qué había mentido.- Nos encontramos con vuestra hija a la entrada de la ciudad y se ofreció... amablemente a aportarnos la comida y agua que necesitaremos.
Después de mirar con resignación a Shäyra, me agaché hasta quedar prácticamente en un ángulo menor a noventa grados, y entré como buenamente pude en su casa. Por desgracia, dentro no pude incorporarme, así que quedé en aquella incómoda posición.
Cuando hubimos entrado todas, la kender gritó y llamó a sus padres, que no tardaron en venir.
Pese a que resulta difícil calcular la edad de un kender, sin duda era evidente que ellos eran mayores. Sus caras estaban arrugadas y alguna cana relucía en sus cabellos claros. Ambos vestían las ropas más llamativas y extravagantes que una pudiese imaginar. Los costureros kenders debían de tener una formidable imaginación.
Leann nos presentó.
-No, he venido para presentaros a mis nuevas amigas. Estas son Erelik, Shäyra, su madre, y Sayen, la hechicera más poderosa de todo Krynn.
Al oír aquello giré la cabeza con sobresalto a la kender. ¿De dónde había sacado eso? Luego suspiré y me reprendí a mí misma por hacer aquella pregunta estúpida. Era una kender. ¿Qué se podía esperar de alguien de su raza?
-Estos son mi madre, Seslina Clamblepeak, y mi padre, Lyras Freebones.
Incliné la cabeza a modo de saludo más que nada por la fuerza de la costumbre, aunque no pude evitar que sus padres, Seslina y Lyras, se acercaran presurosos a estrechar nuestras manos. No alcé la mía, pero no hizo falta, ya que ellos solos se encargaron de levantarla. Sus manos también se deslizaron hacia mis saquitos, pero gracias al hechizo que lancé antes, se alejaron como acalambradas.
-¿Tus amigas, Leann? -preguntó su padre con admiración. Miré a la kender, sintiendo curiosidad (increible, pero cierto), por saber qué contestaría. No debería haberme sorprendido su respuesta, pero lo consiguió.
-Las mejores del mundo. -dijo ella con toda la seriedad que un kender pudiese tener durante el tiempo de... ¿cinco segundos?
Suspiré.
Entonces Seslina nos miró y comenzó a parlotear. Se parecía mucho a su hija.
-¡Por favor, sentaos! Que nadie se queje de la famosa hospitalidad kender. ¡Oh! Bueno, me temo que nuestras sillas no soportarían vuestro peso. -La madre de Leann acomodó unos cojines en el suelo y nos instó a acomodarnos en ellos sin dejar de hablar un solo momento, ayudada por su marido. Nos sentamos más porque callara (ilusas), al menos por mi parte, que por otra cosa.- Eso está mucho mejor. ¿Queréis tomar algo? Preparo un guiso de cabra delicioso... Y no es por falta de modestia.-se sonrojó.- Decidme, ¿qué os ha traído a visitar la ciudad? ¿Turismo? ¿Las ruinas de la antigua Torre de magia? ¿O conocéis a alguien aquí? ¡No me lo digáis! ¡Sois parientes de Tío Saltatrampas! ¿No es maravilloso? ¡¡Nosotros también!!
Y cuando Seslina comenzó a enumerar todos sus parientes directos o indirectos, vecinos o amigos, conocidos o enemigos del kender ese, carraspeé sonoramente y hablé, con voz irritada.
-En realidad, sólo estamos de paso. Vinimos a Kendermore a suministrarnos antes de proseguir un... viaje a unos familiares. -dije. No quería decir nada de aventuras o misiones y que se autoinvitaran a venir. Miré significativamente a Shäyra para que entendiera por qué había mentido.- Nos encontramos con vuestra hija a la entrada de la ciudad y se ofreció... amablemente a aportarnos la comida y agua que necesitaremos.
Sayen- Mensajes : 30
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Re: Caótica parada en Kendermore
Al entrar en casa de Leann, ésta llamó a sus padres. Ambos eran ya mayores, eso se veía en sus caras y en su cabello, que tenía alguna que otra cana. La kender nos presentó y sus padres se nos acercaron y nos tendieron la mano, pero ni Sayen ni yo respondimos al saludo. Entonces, el padre preguntó que si éramos sus amigas. Una pregunta de lo más normal, pero que a mí no me lo pareció tanto.
-Las mejores del mundo.-dijo Leann.
Me llevé un sobresalto al oírlo. Sentí una extraña sensación en el pecho, como si alguien lo estrujase con una mano. Jamás había tenido amigas, y era extraño que alguien relacionara esa palabra conmigo. Me encogí de hombros, intentando ignorar la angustia que sentía por la infancia que había tenido que vivir.
La madre de la kender (había olvidado el nombre) comenzó a hablar sin parar. Parecía que no necesitaba del aire. Nos dijo que nos sentáramos y dispuso unos cojines al darse cuenta de que, nosotras dos (Sayen y yo, claro), probablemente, romperíamos la silla. Nos sentamos tranquilamente, y Leann empezó a hablar de nuevo.
Fui a mirar a mi izquierda, pero me quedé de piedra al observar el cojín vacío. Nadie se había fijado al parecer, pero Erelik no estaba allí. La busqué por la habitación, asustada. No la sentía cerca. Era como si no estuviese en esa casa.
Como si hubiese desaparecido.
Una oleada de terror me recorrió por entero. Erelik estaba ligada a mí de alguna manera y no notaba su presencia, aquella extraña sensación que era como...como tocar una llama y comprobar que estaba helada. Algo ilógico y muy difícil de explicar...
Agarré a Sayen por los brazos, de forma tan fuerte y desesperada que no me di cuenta de si le hacía o no daño. Empecé a zarandearla. Por la mirada que la hechicera me lanzó, parecía que mis ojos se iban a salir de las cuencas en cualquier momento.
-¿Has visto a Erelik?
No esperé a que contestase.
Salí corriendo de la casa sin saber si me seguían y atravesé como una exhalación la ciudad, llevándome a unos cuantos kenders por delante. No me importó el que me quitasen algo cuando caíamos al suelo. Solo tenía en mente a mi gemela. Algo tiraba de mí, guiándome por aquel laberinto al que felizmente llamaban Kendermore.
De pronto, me encontré en el bosque por donde habíamos venido y descubrí con alivio que allí estaba Erelik. Pero...No estaba sola.
Me acerqué a ella corriendo, mirando con curiosidad al joven que estaba con mi hermana. Era alto, delgado...Se veía que era un semielfo. Llevaba una cabellera algo larga, lisa y de un fuerte tono rojo. Y sus ojos...
Eran como los míos.
Me llevé una mano a la boca. No podía ser. Allí estaba...estaba...
-Talik...-murmuré, entrecortada, casi sin respirar.
Él me miró con los ojos muy abiertos. Se acercó a mí y me acarició la cabeza.
-Shäyra...Cómo has crecido.
Parecía que no sabía qué decir.
Las lágrimas corrieron por mis mejillas sin que pudiese pararlas. ¡Talik, mi hermano! Antes de que pudiese hacer nada, me dio un abrazo.
-¡Pensé que tardaría más tiempo en verte! Erelik ha estado comunicándose conmigo por las noches, pero no me dejaba que hablase contigo. Mírate...¡Ya eres toda una mujer! La última vez que te vi no tenías ni un año...
-¿Por qué te fuiste? ¿Qué te pasó?
Quería que me lo contase todo. Que me diese una buena explicación.
-¿Por qué me abandonaste? Más bien...¿Por qué nos abandonaste?
Eso pareció dolerle. Se separó de mí y desvió los ojos.
-Te lo explicaré cuando tenga más tiempo. Ahora tengo que irme. Alasse...
Se calló.
-¿Alasse? ¿Alasse, qué? ¿Está bien? ¡Hermano, por favor!-le pregunté, casi gritando.
Negó con la cabeza, entristecido, mientras ponía sus manos sobre mis hombros.
-No puedo decirte nada ahora, Shäyra. Pero te prometo que dentro de nada volveré...-acercó su cabeza a la mía-Hace años, la noche en que me fui, te hice una promesa...Prometí que jamás te abandonaría. Pienso cumplir esa promesa, y ni la muerte hará que no la cumpla.
Entonces, supe que siempre había velado por mí. No sabía cómo, pero siempre me había salvaguardado. Pensé en preguntárselo, pero recordé que tenía que irse con Alasse, así que me tragué la pregunta. Habría más ocasiones. Me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla.
-Talik, por favor, vuelve pronto. Vuelve...vuelve con Alasse.
Puso una mano sobre mi cabeza.
-Lo intentaré, pequeña. Pero ahora...-posó sus labios sobre mi frente y murmuró unas palabras al tiempo que me echaba algo por la cabeza-Ast tasark similaran krynawi.
Y, entonces, todo se volvió negro.
-Las mejores del mundo.-dijo Leann.
Me llevé un sobresalto al oírlo. Sentí una extraña sensación en el pecho, como si alguien lo estrujase con una mano. Jamás había tenido amigas, y era extraño que alguien relacionara esa palabra conmigo. Me encogí de hombros, intentando ignorar la angustia que sentía por la infancia que había tenido que vivir.
La madre de la kender (había olvidado el nombre) comenzó a hablar sin parar. Parecía que no necesitaba del aire. Nos dijo que nos sentáramos y dispuso unos cojines al darse cuenta de que, nosotras dos (Sayen y yo, claro), probablemente, romperíamos la silla. Nos sentamos tranquilamente, y Leann empezó a hablar de nuevo.
Fui a mirar a mi izquierda, pero me quedé de piedra al observar el cojín vacío. Nadie se había fijado al parecer, pero Erelik no estaba allí. La busqué por la habitación, asustada. No la sentía cerca. Era como si no estuviese en esa casa.
Como si hubiese desaparecido.
Una oleada de terror me recorrió por entero. Erelik estaba ligada a mí de alguna manera y no notaba su presencia, aquella extraña sensación que era como...como tocar una llama y comprobar que estaba helada. Algo ilógico y muy difícil de explicar...
Agarré a Sayen por los brazos, de forma tan fuerte y desesperada que no me di cuenta de si le hacía o no daño. Empecé a zarandearla. Por la mirada que la hechicera me lanzó, parecía que mis ojos se iban a salir de las cuencas en cualquier momento.
-¿Has visto a Erelik?
No esperé a que contestase.
Salí corriendo de la casa sin saber si me seguían y atravesé como una exhalación la ciudad, llevándome a unos cuantos kenders por delante. No me importó el que me quitasen algo cuando caíamos al suelo. Solo tenía en mente a mi gemela. Algo tiraba de mí, guiándome por aquel laberinto al que felizmente llamaban Kendermore.
De pronto, me encontré en el bosque por donde habíamos venido y descubrí con alivio que allí estaba Erelik. Pero...No estaba sola.
Me acerqué a ella corriendo, mirando con curiosidad al joven que estaba con mi hermana. Era alto, delgado...Se veía que era un semielfo. Llevaba una cabellera algo larga, lisa y de un fuerte tono rojo. Y sus ojos...
Eran como los míos.
Me llevé una mano a la boca. No podía ser. Allí estaba...estaba...
-Talik...-murmuré, entrecortada, casi sin respirar.
Él me miró con los ojos muy abiertos. Se acercó a mí y me acarició la cabeza.
-Shäyra...Cómo has crecido.
Parecía que no sabía qué decir.
Las lágrimas corrieron por mis mejillas sin que pudiese pararlas. ¡Talik, mi hermano! Antes de que pudiese hacer nada, me dio un abrazo.
-¡Pensé que tardaría más tiempo en verte! Erelik ha estado comunicándose conmigo por las noches, pero no me dejaba que hablase contigo. Mírate...¡Ya eres toda una mujer! La última vez que te vi no tenías ni un año...
-¿Por qué te fuiste? ¿Qué te pasó?
Quería que me lo contase todo. Que me diese una buena explicación.
-¿Por qué me abandonaste? Más bien...¿Por qué nos abandonaste?
Eso pareció dolerle. Se separó de mí y desvió los ojos.
-Te lo explicaré cuando tenga más tiempo. Ahora tengo que irme. Alasse...
Se calló.
-¿Alasse? ¿Alasse, qué? ¿Está bien? ¡Hermano, por favor!-le pregunté, casi gritando.
Negó con la cabeza, entristecido, mientras ponía sus manos sobre mis hombros.
-No puedo decirte nada ahora, Shäyra. Pero te prometo que dentro de nada volveré...-acercó su cabeza a la mía-Hace años, la noche en que me fui, te hice una promesa...Prometí que jamás te abandonaría. Pienso cumplir esa promesa, y ni la muerte hará que no la cumpla.
Entonces, supe que siempre había velado por mí. No sabía cómo, pero siempre me había salvaguardado. Pensé en preguntárselo, pero recordé que tenía que irse con Alasse, así que me tragué la pregunta. Habría más ocasiones. Me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla.
-Talik, por favor, vuelve pronto. Vuelve...vuelve con Alasse.
Puso una mano sobre mi cabeza.
-Lo intentaré, pequeña. Pero ahora...-posó sus labios sobre mi frente y murmuró unas palabras al tiempo que me echaba algo por la cabeza-Ast tasark similaran krynawi.
Y, entonces, todo se volvió negro.
Shäyra- Mensajes : 31
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Re: Caótica parada en Kendermore
Nada más decir aquello, la madre de Leann asintió enérgicamente y desapareció tras una puerta. No dejó de hablar, pero no la presté atención y, además, la distancia y unos extraños ruidos impedían que el sonido de sus palabras llegasen correctamente hasta nosotros.
Justo cuando me temí lo peor al ver cómo Leann y su padre cogían una bocanada nueva de aire, evidentemente para empezar a cotorrear de nuevo, alguien me agarró con fuerza de los brazos. Era Shäyra. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral al ver su absoluta cara de completo pánico. Sus dedos se hincaron más en mi carne, sus uñas se clavaron en mis brazos y comenzó a zarandearme. Me causó dolor, pero la sorpresa ante tan incoherente y extraña reacción, además del zarandeo (y que era hechicera, no una fuerte guerrera), me impidieron poder hablar o intentar soltarme.
-¿Has visto a Erelik? –chilló con desesperación, mirándome con un brillo casi febril.
-¿Qué? –dije, desconcertada.- Yo… no… -miré el lugar vacío donde antes estaba el espíritu, y abrí desmesuradamente los ojos mientras comprendía al instante.
Entonces la semielfa se levantó con una agilidad digna de admiración y salió como una flecha de la casa, sin mirar atrás ni decir nada más.
Blasfemando entre dientes, me levanté –menos ágil que ella- y salí a la calle de Kendermore.
-¡Espera! –grité, pero ella estaba ya muy lejos. Comencé a correr detrás de ella, pero iba bastante más lenta, y enseguida perdí, no sólo su pista, sino a mí misma en esa extraña ciudad. Tardé unos cuantos minutos en reorientarme y recorrer unas cuantas zonas del lugar.
Finalmente, acabé abandonando la ciudad y me adentré en el bosque del que habíamos venido. Por fin, entre la maleza, la encontré. Erelik estaba a su lado, pero la ignoré. Me doblé sobre mí misma unos segundos, jadeando, mientras intentaba recuperar el aliento. Después de beber un largo trago de mi cantimplora con agua, me agaché junto al cuerpo que yacía en la hierba de Shäyra.
Tomé su muñeca con la respiración contenida, y suspiré aliviada al comprobar que su pulso era firme y sano. No podía permitir que muriera. Ella era la única vía que tenía para encontrar a Talik.
Agarré su hombro y la sacudí para que despertarse. No lo hizo; ni siquiera cuando vertí agua sobre su rostro. Aquello me llevó a la obvia conclusión, y también inquietante, de que su sueño había sido provocado mágicamente. Bueno, también era evidente en aquella situación; dudaba que se hubiese tumbado voluntariamente a echar una siesta. Su sueño duraría bastante tiempo más, teniendo en cuenta que el hechizo tenía que haber sido reciente, unas cuantas horas más. Sólo había una forma de conseguir que despertase. Coloqué una mano sobre su cabeza, muy cerca pero sin llegar a rozarla con la palma, y cerré los ojos.
-Krynawi sinularan tasarak ast. –dije, pronunciando claramente y con lentitud cada palabra. Era el contrahechizo al de dormir. Un resplandor brotó de mi palma e iluminó la cara de la semielfa.
Con un parpadeo, Shäyra despertó. A mis espaldas, escuché unos ruidos que me sobresaltaron.
-¡¡Eso ha sido absolutamente fantástico!!
-¿Puedes hacerlo otra vez?
-¡¡¡Magnífico!!!
Miré con absoluta irritación a los tres kenders (Leann y sus padres) que se aglomeraban a mi espalda intentando ver mejor y acercarse a Shäyra. Me fijé en que su madre tenía un saco más grande que ella que arrastraba tras de sí, supuestamente con nuestras provisiones. En ese momento no me importó.
-¡¡ALEJAOS!! –bramé, perdiendo la paciencia. La ferocidad de mi gritó los sorprendió, lo que hizo que se echasen atrás, no el miedo evidentemente.- ¡Dejadla respirar!
Después decidí ignorarlos y me volví de nuevo hacia la semielfa. La di unos golpecitos en la cara para que espabilase, y la zarandeé ligeramente del hombro. No perdí tiempo con preguntas estúpidas como “¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras? ¿Cuántos dedos tengo en la mano?” Necesitaba información.
-¿Qué ha pasado? Shäyra, ¿qué ha ocurrido? –exclamé, ansiosa por escuchar su respuesta.
Justo cuando me temí lo peor al ver cómo Leann y su padre cogían una bocanada nueva de aire, evidentemente para empezar a cotorrear de nuevo, alguien me agarró con fuerza de los brazos. Era Shäyra. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral al ver su absoluta cara de completo pánico. Sus dedos se hincaron más en mi carne, sus uñas se clavaron en mis brazos y comenzó a zarandearme. Me causó dolor, pero la sorpresa ante tan incoherente y extraña reacción, además del zarandeo (y que era hechicera, no una fuerte guerrera), me impidieron poder hablar o intentar soltarme.
-¿Has visto a Erelik? –chilló con desesperación, mirándome con un brillo casi febril.
-¿Qué? –dije, desconcertada.- Yo… no… -miré el lugar vacío donde antes estaba el espíritu, y abrí desmesuradamente los ojos mientras comprendía al instante.
Entonces la semielfa se levantó con una agilidad digna de admiración y salió como una flecha de la casa, sin mirar atrás ni decir nada más.
Blasfemando entre dientes, me levanté –menos ágil que ella- y salí a la calle de Kendermore.
-¡Espera! –grité, pero ella estaba ya muy lejos. Comencé a correr detrás de ella, pero iba bastante más lenta, y enseguida perdí, no sólo su pista, sino a mí misma en esa extraña ciudad. Tardé unos cuantos minutos en reorientarme y recorrer unas cuantas zonas del lugar.
Finalmente, acabé abandonando la ciudad y me adentré en el bosque del que habíamos venido. Por fin, entre la maleza, la encontré. Erelik estaba a su lado, pero la ignoré. Me doblé sobre mí misma unos segundos, jadeando, mientras intentaba recuperar el aliento. Después de beber un largo trago de mi cantimplora con agua, me agaché junto al cuerpo que yacía en la hierba de Shäyra.
Tomé su muñeca con la respiración contenida, y suspiré aliviada al comprobar que su pulso era firme y sano. No podía permitir que muriera. Ella era la única vía que tenía para encontrar a Talik.
Agarré su hombro y la sacudí para que despertarse. No lo hizo; ni siquiera cuando vertí agua sobre su rostro. Aquello me llevó a la obvia conclusión, y también inquietante, de que su sueño había sido provocado mágicamente. Bueno, también era evidente en aquella situación; dudaba que se hubiese tumbado voluntariamente a echar una siesta. Su sueño duraría bastante tiempo más, teniendo en cuenta que el hechizo tenía que haber sido reciente, unas cuantas horas más. Sólo había una forma de conseguir que despertase. Coloqué una mano sobre su cabeza, muy cerca pero sin llegar a rozarla con la palma, y cerré los ojos.
-Krynawi sinularan tasarak ast. –dije, pronunciando claramente y con lentitud cada palabra. Era el contrahechizo al de dormir. Un resplandor brotó de mi palma e iluminó la cara de la semielfa.
Con un parpadeo, Shäyra despertó. A mis espaldas, escuché unos ruidos que me sobresaltaron.
-¡¡Eso ha sido absolutamente fantástico!!
-¿Puedes hacerlo otra vez?
-¡¡¡Magnífico!!!
Miré con absoluta irritación a los tres kenders (Leann y sus padres) que se aglomeraban a mi espalda intentando ver mejor y acercarse a Shäyra. Me fijé en que su madre tenía un saco más grande que ella que arrastraba tras de sí, supuestamente con nuestras provisiones. En ese momento no me importó.
-¡¡ALEJAOS!! –bramé, perdiendo la paciencia. La ferocidad de mi gritó los sorprendió, lo que hizo que se echasen atrás, no el miedo evidentemente.- ¡Dejadla respirar!
Después decidí ignorarlos y me volví de nuevo hacia la semielfa. La di unos golpecitos en la cara para que espabilase, y la zarandeé ligeramente del hombro. No perdí tiempo con preguntas estúpidas como “¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras? ¿Cuántos dedos tengo en la mano?” Necesitaba información.
-¿Qué ha pasado? Shäyra, ¿qué ha ocurrido? –exclamé, ansiosa por escuchar su respuesta.
Sayen- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 13/07/2010
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Re: Caótica parada en Kendermore
Cuando su madre se fue a la despensa a rellenar generosamente un saco con provisiones para sus invitadas, Leann pensó con el silencio que se hizo, que lo mejor sería que hiciese la espera más amena con una de sus historias. Estaba cogiendo aire para empezar a narrar la magnífica aventura que tuvo, cuando huía de un mercenario y consiguió escapar lanzándole un panel de abejas, cuando todo se volvió un desmadre. La madre de la pequeña comenzó a chillar y a agitar violentamente a su compañera. Después, sin ningún motivo aparente, salió corriendo de la casa sin despedirse siquiera. Leann la miró con el ceño fruncido, y presenció como la hechicera corría en pos de ella. Volvió a arrugar el ceño, pensando en su mala educación.
-Ni que las hubieran criado enanos gully. –masculló, irritada. Le recordaron al mercenario que huía despavorido de la picadura de las abejas. Miró en derredor para comprobar que no hubiera ningún panal en la casa.
No obstante, salió corriendo tras ellas. No podía permitir perder tamaña compañía ni perderse nada de lo ocurría. Sus padres (incluida su madre, que había llegado con la comida) la siguieron. No tardaron en encontrar a la hechicera, que corría tan patosamente como un enano de las montañas.
La gritaron pero no pareció escucharles. Los humanos tienen los sentidos tan ofuscados como un minotauro, esos brutos sin modales. Leann, Lyras y Seslina corrieron mientras seguían a la Túnica Roja. Un montón de los suyos se paraban y saludaban, curiosos, a tan extraña aparición corriendo desbocada por las calles de la ciudad, pero la hechicera los ignoró.
Los kenders siguieron a la hechicera hasta salir de la ciudad.
-¿Qué pensará hacer? –preguntó Seslina, jadeando. Ya no era una kender joven.
-Tal vez estén acostumbradas a hacer este tipo de deportes para mantenerse en forma a diario.-sugirió Lyras, resollando. -Conocí a un minotauro que habituaba a hacerlo.
Detrás de la humana, entraron en la espesura del bosque que rodeaba Kendermore. Enseguida encontraron a la semielfa tumbada e inmóvil en el suelo, y a su hija a su lado, que pese a la situación de su madre, parecía bastante tranquila. Sólo al verla repararon los kenders en que había desaparecido de casa sin que nadie se diera cuenta.
Seslina soltó el saco en el suelo y se llevó la mano a la boca.
-¿Está muerta?
Su marido sacudió la cabeza.
-Debe de estar durmiendo. A estas horas, con el calor, el cansancio de la marcha, es inevitable que te entre sueñecito…
-Parece muerta. –insistió ella.
Los dos se enzarzaron en una discusión. Leann puso los ojos en blanco y se arrimó más a la hechicera, mirando por encima de su hombro para ver qué pasaba. Finalmente, sus padres la imitaron y los tres pudieron presenciar el maravilloso hechizo de la mujer. Su mano se iluminó y la semielfa se recuperó al instante.
-¡¡Eso ha sido absolutamente fantástico!! –exclamó Leann, entusiasmada.
-¿Puedes hacerlo otra vez? –pidió Seslina.
-¡¡¡Magnífico!!! –corroboró Lyras.
La hechicera se giró, y de muy malos modos les dijo en un tono sumamente desagradable que se alejaran. Los kenders, en absoluto amedrentados (aunque sí impresionados por la antipatía de la mujer), no hicieron el menor caso, pero no se acercaron más.
-Ni que las hubieran criado enanos gully. –masculló, irritada. Le recordaron al mercenario que huía despavorido de la picadura de las abejas. Miró en derredor para comprobar que no hubiera ningún panal en la casa.
No obstante, salió corriendo tras ellas. No podía permitir perder tamaña compañía ni perderse nada de lo ocurría. Sus padres (incluida su madre, que había llegado con la comida) la siguieron. No tardaron en encontrar a la hechicera, que corría tan patosamente como un enano de las montañas.
La gritaron pero no pareció escucharles. Los humanos tienen los sentidos tan ofuscados como un minotauro, esos brutos sin modales. Leann, Lyras y Seslina corrieron mientras seguían a la Túnica Roja. Un montón de los suyos se paraban y saludaban, curiosos, a tan extraña aparición corriendo desbocada por las calles de la ciudad, pero la hechicera los ignoró.
Los kenders siguieron a la hechicera hasta salir de la ciudad.
-¿Qué pensará hacer? –preguntó Seslina, jadeando. Ya no era una kender joven.
-Tal vez estén acostumbradas a hacer este tipo de deportes para mantenerse en forma a diario.-sugirió Lyras, resollando. -Conocí a un minotauro que habituaba a hacerlo.
Detrás de la humana, entraron en la espesura del bosque que rodeaba Kendermore. Enseguida encontraron a la semielfa tumbada e inmóvil en el suelo, y a su hija a su lado, que pese a la situación de su madre, parecía bastante tranquila. Sólo al verla repararon los kenders en que había desaparecido de casa sin que nadie se diera cuenta.
Seslina soltó el saco en el suelo y se llevó la mano a la boca.
-¿Está muerta?
Su marido sacudió la cabeza.
-Debe de estar durmiendo. A estas horas, con el calor, el cansancio de la marcha, es inevitable que te entre sueñecito…
-Parece muerta. –insistió ella.
Los dos se enzarzaron en una discusión. Leann puso los ojos en blanco y se arrimó más a la hechicera, mirando por encima de su hombro para ver qué pasaba. Finalmente, sus padres la imitaron y los tres pudieron presenciar el maravilloso hechizo de la mujer. Su mano se iluminó y la semielfa se recuperó al instante.
-¡¡Eso ha sido absolutamente fantástico!! –exclamó Leann, entusiasmada.
-¿Puedes hacerlo otra vez? –pidió Seslina.
-¡¡¡Magnífico!!! –corroboró Lyras.
La hechicera se giró, y de muy malos modos les dijo en un tono sumamente desagradable que se alejaran. Los kenders, en absoluto amedrentados (aunque sí impresionados por la antipatía de la mujer), no hicieron el menor caso, pero no se acercaron más.
Leanndarna Freebones- Mensajes : 27
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Re: Caótica parada en Kendermore
Parpadeé, confusa. Oía ruidos a mi alrededor, y la voz de la Túnica Roja bramando algo. Después, Sayen comenzó a darme golpecitos en la cara, que solo sirvieron para que empezase a tener ganas de matarla allí mismo. Aparté la cara y la sacudí, medio mareada.
-¿Qué ha pasado? Shäyra, ¿qué ha ocurrido?
Gruñí. Estaba gritando demasiado. La dejé de lado y me puse en pie. Miré a Erelik con expresión furibunda. Tenía muchas cosas que explicarme.
-Oh, esas serán nuestras provisiones...-me acerqué al saco que estaba tirado de cualquier manera en la hierba, al lado de la madre de Leann.
Me acerqué para cogerlas y asentí a la diminuta mujer.
-Muy amable por vuestra parte el habernos preparado esto. Se lo agradezco de todo corazón. Ahora, si nos disculpais, debemos irnos. Tenemos...asuntos que resolver.
Dicho esto,me giré y fui hacia Sayen y Erelik, haciéndoles un gesto con la cabeza. Emprendí la marcha demasiado rápido. Mi gemela podía seguirme sin problemas, pero la hechicera...
Cuando estábamos ya algo alejadas de los kenders, me paré para esperar a Sayen. Mientras ella venía, decidí hablar con Erelik.
-Y bien, ¿por qué no me has dejado ver a Talik?
-Porque no era el momento.
No añadió más.
Cerré el puño que tenía libre. Los nudillos se me pusieron blancos y los huesos hicieron relieve en mi nívea piel. Estaba a punto de despotricar contra mi hermana cuando apareció Sayen. Sellé mi boca.
-Acercáos, me encargaré de trasladaros-dijo amablemente Erelik.
Me enganchó de la túnica y esperó a que la hechicera se acercase. Ésta, reacia, dio un par de pasos hacia nosotras.
Erelik cerró los ojos y sentí un vacío en el estómago. No sabía muy bien si era por el hechizo o por el hecho de que mis hermanos conspirasen a mis espaldas.
-¿Qué ha pasado? Shäyra, ¿qué ha ocurrido?
Gruñí. Estaba gritando demasiado. La dejé de lado y me puse en pie. Miré a Erelik con expresión furibunda. Tenía muchas cosas que explicarme.
-Oh, esas serán nuestras provisiones...-me acerqué al saco que estaba tirado de cualquier manera en la hierba, al lado de la madre de Leann.
Me acerqué para cogerlas y asentí a la diminuta mujer.
-Muy amable por vuestra parte el habernos preparado esto. Se lo agradezco de todo corazón. Ahora, si nos disculpais, debemos irnos. Tenemos...asuntos que resolver.
Dicho esto,me giré y fui hacia Sayen y Erelik, haciéndoles un gesto con la cabeza. Emprendí la marcha demasiado rápido. Mi gemela podía seguirme sin problemas, pero la hechicera...
Cuando estábamos ya algo alejadas de los kenders, me paré para esperar a Sayen. Mientras ella venía, decidí hablar con Erelik.
-Y bien, ¿por qué no me has dejado ver a Talik?
-Porque no era el momento.
No añadió más.
Cerré el puño que tenía libre. Los nudillos se me pusieron blancos y los huesos hicieron relieve en mi nívea piel. Estaba a punto de despotricar contra mi hermana cuando apareció Sayen. Sellé mi boca.
-Acercáos, me encargaré de trasladaros-dijo amablemente Erelik.
Me enganchó de la túnica y esperó a que la hechicera se acercase. Ésta, reacia, dio un par de pasos hacia nosotras.
Erelik cerró los ojos y sentí un vacío en el estómago. No sabía muy bien si era por el hechizo o por el hecho de que mis hermanos conspirasen a mis espaldas.
Shäyra- Mensajes : 31
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