Un nuevo dia

Spoiler:

Alan todavía no había llegado al interior del pueblo aunque estaba muy cerca de este y los goblins ya se relamian al pensar en el botín que podrían sacarle cuando lo asaltaran. Estaban ocultos tras unos arbustros y unos arboles que había junto al camino y eran tres. Habían sido enviados a esta aldea por orden de su señor, el cual no andaba muy lejos, para observarla y medir sus fuerzas... No tenían por que atacar a nadie y, es más, no debían hacerlo pero... ¿Quien iba a darse cuenta? Su señor estaba muy ocupado planeando las futuras batallas con sus cabellos y aquel viajero iba solo, por lo que nadie le hecharía en falta y acababa de separarse de unos pobres a los que parecía haber custodiado.

Tampoco es que lo hubieran meditado mucho, ahora ese cabellero pasaba frente a ellos y de repente dos goblins saltaron de sus escondrijos situandose justo frente a el y otro saltó poniendose a su espalda. Una treta muy típica de estas criaturas: emboscar, usando la superioridad númerica y no la destreza, y atacando a traición.

El primero de ellos, que estaba a la derecha de Alan, sacó una espada corta y le señalo con esta diciendole con un marcado acento:

-Rindete humano, estas rodeado hay muchos mas de los nuestros apuntandote con sus arcos- una gran y denotada mentira- así que suelta tu espada.

¿Creería el humano a los goblins? ¿Se rendiría? Nadie salvo él podría saberlo pero los goblins tan solo querían llevarse un pequeño botín antes de regresar a su campamento...

Spoiler:

… Tu único amor es un velero
anclado en nuestro embarcadero.
Izamos sus velas, trabajamos en cubierta,
Abrimos las portillas para airearlo…

La pequeña kender había llegado a Solace, su destino; o casi, se encontraba en la entrada a la ciudad. Sus saquillos se bamboleaban alrededor de su delgado cuerpo, movidos por el traqueteo de su alegre trote. Su larga trenza bailaba, casi víctima de esa misma felicidad, colgada de su cabeza. Su boca sonriente estaba abierta, y de ella salían aquellas agudas notas de una conocidísima canción de viaje entre los kenders; quizá algo masculina pero de poca importancia para Leann. Algunos viajeros que se había encontrado la habían gritado, maldiciendo a la kender, molestos por su voz de soprano.
“Qué extraña forma de saludar tienen en estas tierras.”, pensó la inocente criatura; y siguió cantando.

“Ah sí, nuestro faro lo ilumina.
Ah sí, nuestras costas son cálidas,
cuando estalla la tormenta
lo guiamos a puerto, a cualquier puerto.”

Buscaba la posada El último hogar; ya visitaría la ciudad y a los aldeanos más tarde. Además, tenía hambre, y la garganta seca.

Leann se giró sobre sí misma, buscando a alguien a quien preguntar por la taberna. Un poco más allá, no muy lejos, había un hombre de cabellos pajizos con una sonrisa pintada en la cara, lo que seguramente hizo que la kender se decidiera por él (aunque sólo lo veía de perfil), aparte del hecho de que no había nadie más por ahí. Leanndarna corrió, literalmente, ajena de la posibilidad de asustar al pobre muchacho, hasta él. Pero antes de que se acercase lo suficiente al chico, dos goblins aparecieron de la nada en el claro. Uno de ellos se colocó detrás del muchacho, quedando entre él y la kender, y el otro le encaró por delante. Éste último sacó una pequeña espada, pequeña para el humano, pero no así para la kender, y le instó a rendirse con una amenaza.

Leanndarna tenía una visión muy particular de los valores y la justicia, pero atacar por la espalda no le parecía un acto muy noble. Sin dudarlo ni un instante, y a pesar de la amenaza del goblin que había escuchado con sus finos oídos, agarró la jupak que llevaba colgada a la espalda, cogió una piedra del suelo, y con un movimiento del arma, que producía ese sonido quejumbroso tan característico, lanzó el pedrusco contra la cabeza del goblin traicionero.

La kender volvió a correr hasta colocarse al lado del humano, apuntando con la punta metálica del extremo inferior de su jupak, a modo de lanza, al otro goblin.

-¿Es que siempre tenemos que sacaros a los piernas-largas de vuestros problemas? –preguntó Leann con un brillo pícaro en la mirada, sin darle al chico apenas tiempo de saber con qué clase de molesta criatura habría de tratar.

Leann aparecio a unos metros tras la espalda del pequeño goblin que había aparecido tras la espalda de Alan, con un movimiento rápido y mortal de su jupak lanzó una piedra que golpeo a la traicionera criatura en su nuca, matandola o dejandola inconsciente con el impacto (eso no podía saberse en aquellos momentos), para situarse al lado del joven caballero novel.

Alan alzó su espada y respondio a las palabras del jefe de la pequeña comitiva goblin, el cual que mostraba signos de miedo tras la aparición de la kender, y dando un paso hacia atrás dijo con su carácterístico acento:

-No nos subestimes humano, podrías salir muy mal parado- dicho esto y aprovechando la distracción que suponía que el jefe hablara el subordinado, el otro goblin, se avalanzó contra Alan con una lanza corta que portaba con ambas manos e intentó asestarle un traicionero golpe al novel en la mitad de su pecho mientras que el capitán saltaba hacia el frente para descargar un rápido tajo contra la rodilla siniestra del humano.

Los goblins, en cierto modo, habían atacado a traición pero Alan ya estaba preparado para pelear y estos no eran criaturas nobles, esperaban a que su enemigo tuviera la defensa baja para atacar y nunca lo hacían en igualdad de condiciones. Con la llegada de la Kender las tornas se habían cambiado y había cierto pavor en la mirada de ambos seres que comenzaban, imperceptiblemente, a temblar ante la posible amenaza de la muerte... Si las cosas no variaban no sería de extrañar que estos intentaran escapar por las sendas y caminos ocultos de los bosques que rodeaban Solace.

Al mismo tiempo que Leann descubría que enfrente del humano no había uno sino dos goblins, escuchó al chico que acababa de ayudar maldecir por lo bajo. Ciertamente, no le pareció una actitud muy amable, teniendo en cuenta las circunstancias. Leann no bajó la jupak con la que apuntaba, amenazante, a uno de esos dos goblins que quedaban. Sus finos oídos estaban atentos también, si la odiosa y maloliente criatura que había derribado resultaba no estar muerta y se levantaba, ella lo oiría a tiempo para defenderse.

- ¿Qué decías de numerosos hombres? No veo que las flechas lluevan sobre mi, probemos suerte entonces. – Le dijo astutamente el humano al goblin que había hablado tras sacar con un siseo inquietante la espada de su vaina. Por el rabillo del ojo Leann vio cómo apuntaba con ésta al cielo, colocando su otra mano en su barriga. Esto desconcertó a la kender, y sumado al anterior acto desagradecido, según ella, del muchacho, su impaciente irritación incrementó.

- Tu quédate aquí y no te muevas, no queremos que te manches con estos… -le dijo a la pequeña kender al tiempo que comenzaba a alejarse de ella. Ahora sí que Leanndarna no lo dejó pasar. ¿Por quién la había tomado?

-¿Qué dices? Te acabo de salvar el pellejo; y no sólo no me lo agradeces, algo que considero de muy, pero que muy mala educación, sino que intentas que me pierda una indudablemente excitante vivencia. –cotorreó ella, absolutamente indignada. Sin hacer, por supuesto, el más mínimo caso, comenzó a andar detrás de él en dirección a los goblins.

-No nos subestimes humano, podrías salir muy mal parado.- respondió uno de los goblins, el que había dicho la amenaza. Por su tono de voz, con aquel caracerístico acento suyo, se notaba que pese a lo mucho que intentaba ocultarlo, estaba inquieto. Ahora la pelea era de dos a dos, y ellos tenían las de perder.

De nuevo, a la pequeña kender la irritó que éste repulsivo ser se dirigiera únicamente al humano, cuando hasta el momento, la única que había actuado había sido ella. Iba a contestar con una réplica ofensiva, utilizando su útil provocación kender, cuando los goblins atacaron, sucia e imprevistamente, al muchacho. La kender olvidó sorprendentemente su anterior enfado con el chico, y con una sonrisa de oreja a oreja, se lanzó al ataque. El goblin que más cerca tenía, debido a su corta estatura, era el que había hablado y había atacado al humano en las piernas. En unas décimas de segundo, a mitad del salto Leanndarna sacó de su cinturón una de sus dagas, que intentó clavarle a la nauseabunda criatura cuando cayó, descargando todo su peso y haciendo que ambos cayesen al suelo, sobre esta.

La espada de Alan cortó velozmente el aire que separaba su cuerpo de la lanza del goblin mientras clavada su pierna izquierda en el suelo, impactando en la punta de la lanza del goblin y provocando que esta desviara su trayectoria hacia el polvoriento terreno. El cabellero novel aprovecho esto para alzar su arma y clavar su frío filo en el cuello de la inmunda criatura mediante un tajo ascendente mientras mantenía su presión contra el goblin, este vio venir el movimiento pero estaba completamente acorralado así que presa del terror y del pavor tan solo pudo intentar escapar presa de un primigenio miedo y anhelo por sobrevivir. Soltó su lanza instintivamente e intentó saltar hacia atras para evitar el cortante filo de la espada de Alan pero fue lento y, aunque desviada de su objetivo por el movimiento del goblin, no pudo evitarlo, ganandose con ello una profunda herida en el pecho que provocaría que cayera al suelo e intentara, como una vil serpiente, reptar mientras sangraba abundantemente para escapar a la muerte entre lamentos y gritos de agonia.

Por otro lado y mientras tanto la Kender saltó justo en el mismo instante en que el goblin intentaba atravesar la pierna de Alan con su espada, esto salvo al joven guerrero pues sin ella nada hubiera podido hacer pues estaba completamente distraído con el otro goblin, y logró, ante la sorpresa del capitán goblin, clavarle su daga en la mitad de su pecho, haciendo que ambos cayeran y estando la propia Freebones sobre la vil criatura, la cual gritaba ante el dolor que la daga le causaba mientras que aprovechaba que el arma blanca de su contraria estaba clavada para hacer lo mismo en el costado de esta en un último intento por intentar liberarse de la presa y escapar, pues ahora solo pensaba en eso mientras decía para confundir la kender:

-Piedad por favor, piedad... -decía entre gritos y lamentos, esperando a que la kender bajara la guardia para asestar su mortal golpe en el costado diestro de esta.

Leanndarna se sintió profundamente orgullosa de sí misma cuando, tras caer sobre el goblin y rodar en el suelo con él -más tarde al narrar la historia admitiría que su contacto era tan asqueroso como su olor-, consiguió clavar su daga en el pecho de la criatura. Ésta chilló de dolor, y después, con jadeos angustiosos, le dijo a la kender:

-Piedad, por favor, piedad...-suplicó por su vida. El tierno corazón de la joven kender sintió lástima por él. No había oído nunca algo como lo que estaba sucediendo, pero aunque fuese por cobardía, aquel ser se rendía. Leann tampoco era estúpida, y aunque vaciló, agarró una roca del suelo para dejar inconsciente al goblin y asi asegurarse de que este no la atacara.
No obstante, cuando estaba a punto de dejar inconsciente al goblin y perdonar su vida, su ágil vista kender captó el brillo de la luz reflejada en algo metálico en uno de sus lados. Actuando con rapidez para evitar el arma de la traicionera criatura, la kender asestó en la cabeza del goblin un golpe con su piedra más fuerte de lo que pretendía antes cuando pensaba en dejarle sin consciencia; y saltó a un lado alejándose del goblin, por -increíble en un miembro de su raza- precaución.